Capítulo
31.- Trío de pillos
-
¡Muy buenas Ioseba! -exclamó Marcelino Linaza, que, casualmente, llegaba al
mismo tiempo que Ioseba llegaba a su casa tras la visita que le había hecho a
Ambrosia en el hospital.
- ¡Muy buenas Marcelino! -veo que vienes acompañado, y veo que tu compañía es una señorita que no me resulta desconocida -respondió refiriéndose a la joven Coro.
- Hola, Ioseba – saludó Coro.
- ¿A qué se debe esta inesperada visita, pues? –les preguntó Ioseba.
- Déjanos entrar, Ioseba, y así podremos charlar -indicó Linaza.
Ioseba les hizo pasar a la
pequeña salita de la vivienda, y los invitó a sentarse en torno a una mesa
camilla. La habitación, sencilla y pulcra, era fría y el único foco de calor
provenía de aquella mesa cuyo brasero eléctrico puso en funcionamiento en ese
momento. Acto seguido sacó una botella de Txacoli y se sirvió un culín,
mientras nos ofrecía a los demás, que declinamos su invitación amablemente...
-
Ya sabes que soy abstemio- apuntó Linaza.
- Ya, ya... Pues no es eso lo que va diciendo la gente por ahí.... Mi hermana me ha relatao que en el mercao esta mañana se hacían corros contando en qué estado te habían encontrao y de qué modo desvariabas hablando de historias extrañas...
- De historias extrañas, nada, Ioseba -apuntó Linaza-. A mi me llegó un muchacho que vendía papeles y entre ellos estaba el códice Calixtino y otro ejemplar de similar antigüedad para ver si sacaba algo por ello, ya que obviamente desconocía su valor. Aunque en un primer momento no reparé mucho en ellos, no me cabe la menor duda que se trata del códice que está buscando la policía. Lo he tenido en mis manos, no estoy fabulando. Así que ahora, dinos lo que sabes tú de esta historia, porque aquí la señorita y yo, pensamos que sabes más de lo que aparentas....
- Bueno, y si puede saberse ¿cómo ha dado la señorita contigo? - preguntó de manera inquisitiva
- Yo estaba buscando el códice, ya lo sabes- expliqué-, y como consecuencia de mis pesquisas y de todo lo que ha ido sucediendo, di con el Sr. Linaza.
- ¡Aja!
- Y ahora ¿nos contarás lo que sabes?- insistió Marcelino Linaza.
- Lo que sé ¿de qué? -replicó Rena, poniéndose a la defensiva.
- De todo Ioseba – aclaró Coro-. Del robo, de la persona que lo llevó a cabo, de la situación actual.... ¿Sabes qué? Cuando estuvimos hablando me dio la impresión de que tú estabas tremendamente interesado en los pormenores de mis pesquisas y las preguntas que me hiciste no eran las de alguien que sólo entiende del mantenimiento del edificio, eran de quien conoce detalles que a otros le pasarían desapercibidos...
- ¡Eh, un momento! Yo te dije que quería que contaras conmigo porque tú involucrabas a la Ambrosia en esta trapisonda y yo estoy seguro que ella es una mujer honesta, por eso estaba interesao en tu investigación.
- Bueno, por la Ambrosia también será, pero a mi no hay quien me quite de la cabeza que tú estás tramando algo en relación con el códice y este señor, a quien por cierto conoces, y yo misma queremos saber qué es.
- Una pregunta Marcelino -exclamó Ioseba sin dejarse intimidar por la firmeza y determinación de Coro-, has dicho que a ti te llevó el libro el chico que vendía papeles al peso, ¿verdad?
- Eso es – afirmó mientras asentía con la cabeza.
- Remigio, creo que se llama –intervino Coro-, y para más señas, hijo de la encargada de limpieza del museo, la tal Ambrosia.
- Así que la Ambrosia es la que se llevó el códice de la cámara...-musitó Ioseba.
- Eso está claro –se adelantó Coro-. Ahora, de lo que se trata es de conocer sus intenciones, porque lo que no me cuadra de ningún modo es que alguien robe un ejemplar único y valiosísimo, y luego intente venderlo al peso como papel de periódico.
- Y a sacar una miseria por eso- intervino Linaza-, porque yo le pagué apenas 20 euros por los dos.
- ¿Qué se lo compraste por 20 euros? –preguntaron Ioseba y Coro al unísono.
- Bueno, yo ni siquiera me había fijado en qué tipo de libros eran, simplemente vi que se trataba de dos libros viejos y le ofrecí ese dinero. Fue después, cuando ya se había marchado y los observé con detenimiento, cuando me entraron las dudas y pensé podía tratarse del famoso códice –explicó Linaza.
- Pero sin embargo luego, el chico ese, volvió a recuperar el libro –repuso Coro.
- Eso es cierto, cuando me ayudó a llevar las cajas al coche... el rapaz se quedó con los libros y.... con otras cosas de mi propiedad, por cierto.
- ¡Ah! Eso no me lo ha contado- le interpeló Coro.
- Porque ahora no viene al caso- cortó secamente Linaza.
- Vamos entonces a lo que nos interesa. ¿Quién tiene ahora el códice? –preguntó Ioseba.
- Pensamos que lo tiene Remigio, a no ser que lo haya vendido o se haya desecho de él durante este lapso de tiempo. El problema es que el chico se encuentra ahora hospitalizado....
- ¿Problema? - sonrió con malicia Rena- ¿Dónde ves tú el problema?
- ¡Muy buenas Marcelino! -veo que vienes acompañado, y veo que tu compañía es una señorita que no me resulta desconocida -respondió refiriéndose a la joven Coro.
- Hola, Ioseba – saludó Coro.
- ¿A qué se debe esta inesperada visita, pues? –les preguntó Ioseba.
- Déjanos entrar, Ioseba, y así podremos charlar -indicó Linaza.
- Ya, ya... Pues no es eso lo que va diciendo la gente por ahí.... Mi hermana me ha relatao que en el mercao esta mañana se hacían corros contando en qué estado te habían encontrao y de qué modo desvariabas hablando de historias extrañas...
- De historias extrañas, nada, Ioseba -apuntó Linaza-. A mi me llegó un muchacho que vendía papeles y entre ellos estaba el códice Calixtino y otro ejemplar de similar antigüedad para ver si sacaba algo por ello, ya que obviamente desconocía su valor. Aunque en un primer momento no reparé mucho en ellos, no me cabe la menor duda que se trata del códice que está buscando la policía. Lo he tenido en mis manos, no estoy fabulando. Así que ahora, dinos lo que sabes tú de esta historia, porque aquí la señorita y yo, pensamos que sabes más de lo que aparentas....
- Bueno, y si puede saberse ¿cómo ha dado la señorita contigo? - preguntó de manera inquisitiva
- Yo estaba buscando el códice, ya lo sabes- expliqué-, y como consecuencia de mis pesquisas y de todo lo que ha ido sucediendo, di con el Sr. Linaza.
- ¡Aja!
- Y ahora ¿nos contarás lo que sabes?- insistió Marcelino Linaza.
- Lo que sé ¿de qué? -replicó Rena, poniéndose a la defensiva.
- De todo Ioseba – aclaró Coro-. Del robo, de la persona que lo llevó a cabo, de la situación actual.... ¿Sabes qué? Cuando estuvimos hablando me dio la impresión de que tú estabas tremendamente interesado en los pormenores de mis pesquisas y las preguntas que me hiciste no eran las de alguien que sólo entiende del mantenimiento del edificio, eran de quien conoce detalles que a otros le pasarían desapercibidos...
- ¡Eh, un momento! Yo te dije que quería que contaras conmigo porque tú involucrabas a la Ambrosia en esta trapisonda y yo estoy seguro que ella es una mujer honesta, por eso estaba interesao en tu investigación.
- Bueno, por la Ambrosia también será, pero a mi no hay quien me quite de la cabeza que tú estás tramando algo en relación con el códice y este señor, a quien por cierto conoces, y yo misma queremos saber qué es.
- Una pregunta Marcelino -exclamó Ioseba sin dejarse intimidar por la firmeza y determinación de Coro-, has dicho que a ti te llevó el libro el chico que vendía papeles al peso, ¿verdad?
- Eso es – afirmó mientras asentía con la cabeza.
- Remigio, creo que se llama –intervino Coro-, y para más señas, hijo de la encargada de limpieza del museo, la tal Ambrosia.
- Así que la Ambrosia es la que se llevó el códice de la cámara...-musitó Ioseba.
- Eso está claro –se adelantó Coro-. Ahora, de lo que se trata es de conocer sus intenciones, porque lo que no me cuadra de ningún modo es que alguien robe un ejemplar único y valiosísimo, y luego intente venderlo al peso como papel de periódico.
- Y a sacar una miseria por eso- intervino Linaza-, porque yo le pagué apenas 20 euros por los dos.
- ¿Qué se lo compraste por 20 euros? –preguntaron Ioseba y Coro al unísono.
- Bueno, yo ni siquiera me había fijado en qué tipo de libros eran, simplemente vi que se trataba de dos libros viejos y le ofrecí ese dinero. Fue después, cuando ya se había marchado y los observé con detenimiento, cuando me entraron las dudas y pensé podía tratarse del famoso códice –explicó Linaza.
- Pero sin embargo luego, el chico ese, volvió a recuperar el libro –repuso Coro.
- Eso es cierto, cuando me ayudó a llevar las cajas al coche... el rapaz se quedó con los libros y.... con otras cosas de mi propiedad, por cierto.
- ¡Ah! Eso no me lo ha contado- le interpeló Coro.
- Porque ahora no viene al caso- cortó secamente Linaza.
- Vamos entonces a lo que nos interesa. ¿Quién tiene ahora el códice? –preguntó Ioseba.
- Pensamos que lo tiene Remigio, a no ser que lo haya vendido o se haya desecho de él durante este lapso de tiempo. El problema es que el chico se encuentra ahora hospitalizado....
- ¿Problema? - sonrió con malicia Rena- ¿Dónde ves tú el problema?
Continuará...
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