domingo, 31 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (91)

Capítulo 88.- Otra vez al Hospital y por la puerta grande
 
- ¿Cómo dizusté que se llama? -preguntó Toribio.
- Fransuá –respondió Francoise, que acababa de encontrase con él a la entrada de la urbanización “El Chaparral” a la que Toribio había regresado tras escaparse del Hospital.
Al oír esa pronunciación francesa a Toribio se le vinieron a la mente (o más bien “al dente”) los deliciosos sabores del fuagrás (o sea, “foie gras” en francés) y –mientras empezaba a babear como el perro de Paulow- volvió a preguntar:
- ¿Y por quién pregunta?
- Por Jacintillo, o sea, Jacinto Monteperales –respondió con acento francés Francoise.
- Pos al Jacinto lo he visto en el Hospital Central. Mismamente yo vengo de allí porque no aguantaba más y ya estoy libre.
Al oír esto, Francoise saltó como un resorte sobre Toribio:
- ¡Qué suerte, ya que dice que está libre, lléveme al Hospital!
Pero las cosas no salen nunca como uno quisiera, y si pueden ir a peor, seguro que van a  peor, así que al subirse Francoise encima de Toribio a este se le saltaron los puntos y comenzó a sangrar por las costuras que le habían hecho en el estómago.
Ante tal desaguisado Francoise llamó a una Ambulancia.
- ¿Otra vez a El Chaparral? –se oyó decir a una voz, al otro lado del teléfono, con tono de resignación- Ya vamos, que ya nos sabemos bien el camino.
Y Toribio volvió a entrar otra vez en el Hospital Central por la puerta grande. ¡Qué aficiones más taurinas!
 
Mientras tanto, Anacleta estaba compungida; bueno, en realidad estaba sola en su habitación pero tenía compungido su corazón. ¡Qué malo es el mal de amor!
Pero al mismo tiempo en el cuartelillo, cuando apenas se habían despedido Inocencio Palominos y el sargento Miñambres, entró el guardia Chencho Gandía que ya había regresado –otra vez- de los carnavales de Cádiz y –como no podía ser de otra forma en el líder de un grupo de chirigotas- le cantó a su sargento:
- Ya dicen las malas lenguas
que el hospital es muy malo,
que todo el que allí se ingresa
se queda hecho un guiñapo.
Y pa colmo de los males,
los pacientes se impacientan,
se cruzan a tos los cables,
se insultan y patalean.
Y ansí nos dicen de urgencia
que vayamos para allá;
una jaranda tremenda
que tendremos que parar.
La llamada del deber le hizo levantarse de inmediato de la silla y salir hacia el coche acompañado por Chencho. Justo allí aún estaba Palominos que no encontraba la Vespino.
- ¿Pero no había venido usted en coche? –le preguntó sorprendido Miñambres.
- Andá, ¿en qué estaría pensando? –respondió Palominos que, en realidad, sí sabía en qué pensaba, en su falta de valor para pedir la mano de su amada.
- Vamos al Hospital Central, síganos que puede que necesitemos su ayuda -le dijo Miñambres.
- ¿Ha pasado algo allí?
- Sí, una pelea tremenda en la segunda planta.
Y entonces Palominos se dio cuenta que esa era la planta de Anacleta y de tamaña impresión, se le bajó la bragueta.



sábado, 30 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (90)

Capítulo 87.- Reloj no marques las horas...
 
Cuando estaba casi acabando el primer y único round de kaos-boxing en la 216, entraron en la misma Pía y Edu, que andaban solos por la falta de atención de Tati, que sólo tenía ojos para su Eva, y que se quedaron estupefactos al ver cómo su padre intentaba amoldar la cabeza de su jefe Jacinto a la forma de cuña y la inmediata e inmisericorde acción reductora (que no de grasa localizada como Somatoline) de Blas y Claudio, los dos celadores de Psiquiatría, conocidos en el servicio como Chuk (Chuck Norris) y Vandam, por el exquisito trato con que resolvían las crisis de los pacientes.
Edu, que por su edad (8 años) todavía no estaba en la aborrescencia y tenía a su progenitor en los altares, sólo por debajo en su escala de valores de Bob Esponja y Super Mario; viendo atacar a su papi, se lanzó encima de Chuk metiéndole los dedos en los ojos para después agarrarse a su cuello para no salir despedido, puesto que el celador, del dolor ocular, parecía un toro mecánico de bar country.
En ese momento le sonó el teléfono a Pía. Era David.
- ¿David? Por favor sube corriendo a la 216 que están pegando a mi padre. Por favor ayúdame…
David, que ya venía trastornado de amor tardó ná en colocarle la moto-pizza al vigilante jurado, al que en el momento le pidieron una cuatro quesos para la 317, y salir corriendo  escaleras  arriba  como  un  príncipe de  Bekelar para
salvar a su princesa.
Acostumbrado a subir escaleras tardó 30 segundos en entrar en la habitación… No tuvo que buscar mucho porque los gritos se oían desde la escalera.
 
Cuando entró, vio el siguiente panorama (siguiendo la localización según las agujas del reloj, como le gusta a los cuerpos de élite):
 
A las 8: Edu hacia el molinete en el cuello del enfermero mientras este gritaba poseído con las manos en la cara :
- ¡Ay mísero de mí, ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido…
Chuk tenía una vida cultural intensa en el Hogar del Mediopensionista (las pensiones no dan para completa), donde era director del grupo de teatro “La arruga es bella” y estaban ensayando “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca de Chanquete.
 
A las 11: Violeta, al fondo. Espanzurrá, con todo el “fafarique” a la vista, gritando como una posesa. “Pedro, ya lo has conseguido, me divorcio de ti por lo civil o lo militar… me voy con Jacinto que la tiene más grande, la cartera, a ver qué se va a pensar aquí, que yo soy una señora aunque no esté en mis mejores momentos”.
 
A las 13: Jacinto encogido del dolor de los cuñazos aplicados por  Pedro,  se  había medio  despertado cuando oyó a Tita decir lo del divorcio y en ninguna de sus vidas había pensado hacerse cargo “in eternum” de semejante víbora… se desmayó.
 
A las 15 : Vandam soportaba las voces que le pegaba Pía de por qué le estaban haciendo eso a su padre, que eran unos animales, que no les iba a proteger ni Greenpeace, que…
David viendo encararse a su princesa a la mole de Vandam, sin mediar palabra, le atizo a este celador un cascazo (integral, para mejorar el tránsito), que le hizo arrodillarse del dolor, recibiendo en esta postura un zurriagazo con la cadena-pitón de la moto que ya llevaba en la otra mano.
Plaf. Tocado y hundido.
 
A las 15 y media pasadas. Pedro hecho un guiñapo, a los pies de Vandam, todavía medio mascullando:
- Cobarrrde, galliiina, capitáaan de las sardinash de la pradera fistro duodenar...
Pero en un fugaz acto de lucidez, logró presionar un mecanismo intradérmico GPS que le había instalado Kurkowsky por si lo necesitaba en una emergencia. Y esta era una de ellas.
Kurkowsky recibió la llamada y acudió rápido, porque -aunque no había sido útil en el interrogatorio- seguía por allí, fisgoneando, al haber visto en el hospital demasiada gente conocida por sus turbios manejos y sospechó que se estaba cociendo algo y que podría sacarse los garbanzos, la morcilla y el chorizo.
Pero lo primero era ayudar a Pedro, un compañero es un compañero y no se le abandona, por lo menos vivo, así le enseñaron en el KGB.
Por lo que entró en la habitacion 216 (que ya parecía el camarote de los hermanos Marx “¡y un huevo duro!”) con una pistola en la mano, diciendo en voz alta:
- Miren ustedes, o se me van tranquilizando o aquí va a pasar algo muy gordo…
Y  pasó  una  camilla con un paciente de 230 kilos en canal, al que le iban a hacer una reducción de estómago con una radial.

viernes, 29 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (89)

Capítulo 86.- Toribio se escapa
 
Con todo el revuelo que había en el Hospital, Toribio decidió escaparse sin esperar el alta médica y ni corto ni perezoso se disfrazó de médico (aprovechando una distracción en la lavandería) robando el uniforme. Logró salir de allí y caminó sin rumbo fijo, con cierta nostalgia, durante horas, hasta llegar sin saber cómo a la urbanización "El Chaparral ". Por allí encontró a un señor, un tal  Francoise,  que  estaba  preguntando por su primo Jacintillo...
Por otro lado Anacleta, que tenía una buena rabieta, descubrió que Inocencio no quería comprometerse y rompió a llorar...
- Yo siempre estaré esperando... –se repetía una y otra vez.

jueves, 28 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (88)

Capítulo 85.- Palominos y las palomas
 
El sargento Miñambres tamborileaba nervioso sobre la mesa de su despacho escuchando el relato del Dr. Inocencio Palominos. No llegaba a entender gran cosa de lo que le estaba explicando pero sí sabía que ese tal Astilla olía a chamusquina. Sin embargo, aquello excedía de sus competencias, por lo que debería ser la Policía quien se ocupase del asunto. Nadie mejor que el cabo primero, José Peláez, el Tarta, para hacer de enlace en la transmisión de la información y de tan comprometedores papeles.
- Bien hecho, doctor -le dijo Miñambres a Palomino.
Este, tragando saliva, miró al sargento para decirle:
- Hay una cosa más que quería comentarle...
 
Por la mente de Palominos pasaron como en una película todos los fotogramas de su relación con Anacleta. La conoció cuando los dos montaban en bicicleta un  domingo,  los dos de chándal (por lo cual no podían averiguar la profesión del otro), y a Anacleta se le salió la cadena. Palominos muy solícito se prestó a ayudarla y a partir de ahí comenzaron a salir. Con mucha frecuencia iban los domingos a montar en bici por el “Parque Tec, no lógico”.
Recordaba esos paseos, aquellos extraños hombres con batas blancas que echaban comida a las palomas y nunca comprendieron por qué, de vez en cuando, las estatuas del parque y los coches por allí aparcados aparecían completamente limpios y otras veces en cambio, acribillados a cagadas de paloma. Era algo así como un furor cíclico el que se apoderaba de esos bichos que en vez de hacerlo como todo el mundo, de una forma regular, tan pronto estaban estreñidos como descontrolados. Pero eso a ellos les daba igual; les bastaba con mirarse a los ojos y pasear cogidos de la mano.
 
- ¿Eh, bueno, qué quería decirme? –le despertó Miñambres sacándole de sus ensueños.
- Ah...esto... nada -titubeó Palominos, que no se atrevió a anunciar la formalización de su noviazgo-. ¿Tengo que hacer algo más o puedo marcharme?
- Puede marchar, ¡ea! y ¡bien hecho! Ojalá todos los ciudadanos fuesen como usté -contestó Miñambres poniendo punto final a la conversación y pasando a continuación toda la documentación al guardia primera, Peláez.

miércoles, 27 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (87)

Capítulo 84.- ¡Esta es la mía!
 
La ambulancia estaba llegando al hospital. Pedro oía la conversación que mantenían los paramédicos del SAMUR.
- Paciente con angor inestable y delirio de cuernos. Se palpa al tiempo el pecho y la cabeza. Le hemos administrado cafinitrina sublingual y 10 mg. de diazepam. También le hemos puesto una boina para que deje de tocarse el cráneo.
Al tiempo, Pedro era trasladado en una camilla a una de las salas de urgencia, donde le monitorizaron y procedieron a su observación. En la mente de Bareta se mezclaban los últimos acontecimientos: el incendio, la libreta, los niños, los cuernos... Todo le daba vueltas, oía lejanas las voces de los médicos y los enfermeros.
- Dejen  este  box  libre, no puede estar ocupado si el paciente está estable -ordenó alguien que acababa de llegar-. Reanimación está hasta arriba, así que súbanlo a la 216 de momento, la persona que está en la cama de al lado va a ser dada de alta en breve.
Oyó cómo le movían la camilla y le subían en el ascensor hasta llegar a otra planta.
- Ahora se va a quedar usted aquí tranquilito, no se preocupe por nada, tenemos su teléfono y nos pondremos en contacto con sus familiares -le dijo un rostro distorsionado mientas le dejaban la habitación en semipenumbra.
Al cabo de unos minutos, Pedro oyó el sonido de un móvil y una voz que le resultó familiar. ¿Sería posible esta afortunada coincidencia?
- Sí, ¿dígame? -contestaron-. Sí, soy yo, la Sra. de Bareta. Sí.....sí, sí claro..... ¿Cómo dice? ¿Un problema cardiaco? No, no, que yo supiera no tomaba ningún medicamento ni padecía del corazón. ¿Dónde dice que lo han llevado?...
Pedro no podía creerlo. ¡Era ella! el “pedazo de zorrón” de su mujer, la “guarra lasciva” que le había estado engañando no se sabe cuánto tiempo, se encontraba tras aquel biombo. Por una vez los astros se habían alineado a su favor y tenía la suerte de cara.
Se levantó lentamente, aún mareado por los efectos de la medicación, y con el goteo puesto. Descorrió el biombo de golpe. ¡Ahí estaban! No sólo se había encontrado al “putón verbenero” de Violeta, además, con cara de baboso y mirada de sorpresa, al “hijoputa” de Jacinto, el “cabronazo” que llevaba años puteándole y tirándose a su esposa.
- ¡Aggggg! -gritó Pedro, descargando toda su furia sobre Monteperales.
Como un poseso, se le echó encima y empezó a darle puñetazos, pero como se encontraba sin fuerza por culpa de la medicación, el otro se revolvía como un gato rabioso. Se levantó y cogió lo primero que tenía a mano, los zapatos. ¡Zas! ¡A la cabeza! Los jarabes y los frascos de orina que se encontra-
ban en el carrito de la antesala. ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!...
A los lomos... Pedro intentaba escabullirse. Violeta chillaba histérica y pedía ayuda:
- ¡Loco! ¡Estás completamente loco y trastornado! ¡Para, desgraciao, que te vas a ver en la calle y tienes que pagar dos hipotecas! -aullaba tirándole del camisón y dejándole casi en cueros.
Pedro no paraba, le dio un empujón y la envió al fondo de la habitación, luego se ocuparía de ella. Se volvió hacia Jacinto que gateaba intentando meterse bajo la cama, pero lo trincó antes. No tenía nada a mano. De repente vio una cuña, eso valdría.
¡Clong! ¡Clong! Le pegó en "toa la quijá".
- ¡Mamonazo, yo te liquido!
Y eso habría hecho de no haber sido reducido por dos enfermeros que le sumieron en un sueño profundo...

martes, 26 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (86)

Capítulo 83.- Una nota en el bolsillo
 
David entró en “La Ponderosa” y se acercó a la peña.
- ¿Qué pasa, troncos? -les dijo mientras chocaban sus puños en su ritual clásico.
- Hombre, Deivid, ya era hora que te separases de tu novia la almohada. Que la tiés que tener agotá -le contestó Santi, el Chuzos.
- Y más que hubiera estado planchando la oreja. La vieja que no para de enredar con tó. Y el coñazo del Paquito. ¡Qué pibe! Es que no para quieto el pavo.
- Venga, tomate un botijo, que te llevamos dos rulos. Te invito yo que me ha dao un zulito (20 €) mi brother. Algo irá a pedirme. Fijo -dijo Dani, la Manga.
- ¿Y tú, qué? ¿Qué te cuentas “motoreta”? -le dijo la Yoli.
- Pues que me namorao. Así, de golpe -dijo David.
- ¿Qué tu tas namorao? ¿De quién se pué saber? ¿Y a mí, qué? ¿Cuándo me vas a querer un poquillo? -le soltó la Yoli que estaba por sus huesos desde siempre y nunca había sido correspondida.
- De una piba que conocí ayer. Una historia tope rara. Pero la chavala me ha llegao. Es un poco cría tavía, tendrá 15 o 16 añitos. Pero está superguapa. Un poco pija… pero creo que yo también la molo un poco. Se lo he visto en esos ojazos que tiene que te quitan la vida cuando te miran.
- Pues va a ser que te has quedao pillao… anda el Deivid, que parecía una roca y  nos  ha  salido  romántico.  ¡Qué pringao! -le soltó Santi.
- ¿Qué passa trons? ¿No me voy a quedar toa la vida aquí tomando birras con vosotros? Tendré que hacer una familia, digo -soltó David.
En ese momento le pilló dándose un trago al Dani que se le atragantó y lo soltó esparciéndolo todo sobre sus colegas. Todos le pegaron una colleja.
- Pero, tío ¿que coño haces? La virgen, cómo nos has puesto, Manga. Como si fueras un jardinero municipal. ¡La leche! -dijo David.
- Si es que… cómo somos los tíos. Tiran más dos tetas que dos lambrettas -dijo Dani.
- ¿Y vas a quedar con ella? –preguntó la Yoli con ese retintín de despecho.
- Ya veremos. Supongo que sí, porque me metió un papelito con su número de tel en el bolsillo y me puso: “llámame”…
- Ja. Ja… ya mamé y quiero volverlo a hacer… -dijo arrimándose y encarándosele la Yoli- ¡Caray con las pijitas! Unas cardan la lana y otras se llevan la fama... de putas. ¡Hay que joderse!
- Tranqui Yoli, que siempre estaré yo a tus órdenes para lo que quieras… guarrilla mía. -le soltó el Santi.
- Mira que te aplico una leche que te pongo la cara como a Rocky -le respondió airada la Yoli.
- Siempre estáis igual, a ver si os matáis de una vez y nos quedamos tranquis todos… mira… voy a llamarla, a ver qué me dice. Y dejarme solateras, ¡eh! –cortó David.
Y salió a la calle, porque dentro iba a ser imposible. Cogió el papel de Pía y marcó el número.
Piticlín, piticlín, piticlín, piticlín...
Cuando ya estaba a punto de colgar…
- ¿Si? ¿Quién es? –pió Pía.
- Hola Pía, soy David, el pizzero.
- Hola David, qué pronto me has llamado. Qué bien. Obediente… así me gusta…
- Claro preciosa… como el bolero: si tu me dices ven, lo dejo todo.
- Vaya… qué chulo.
- ¿Qué haces?
- Pues nada divertido. En el Hospital Central, que han tenido que ingresar a mi mami esta noche. Se pegó un golpe en el cuartelillo.
- ¿Qué me cuentas? ¿La han pegao los picoletos? ¡Qué cabrones!
- No, tranqui, se dio con el borde de un banco cuando dormía. Nada grave. Ya está mejor. Pero veo que todavía me voy a quedar toda la tarde. Más aburrida que un discurso del Zapatero… sin ordenata, ni Tuenti, ni Messenger…
- Si quieres voy a verte un ratillo –se ofreció David.
- Vaya, qué amable. Pues no estaría mal. Vente. Cuando estés abajo me das un toque. Chao.
- Ya estoy allí. Por algo me llaman el Angelnieto. Bai.
Y David, sin despedirse de sus colegas, cogió la Vespino y salió pitando al hospital.
Yoli, flipando, le dijo al Santi:
- ¡Pos no va a ser que sanamorao! ¡Que cabrón!

lunes, 25 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (85)

Capítulo 82.- Eficacia condicionada
 
Para cuando el Dr. Astilla llegó al Hospital de Móstoles-Empanadilla, el más moderno de esta ciudad, y a paso apresurado llegó al laboratorio de analítica, encontró que ya estaba cerrado. Inmediatamente llamó a seguridad para que le abrieran, era cuestión urgente que comprobase unos datos de vital importancia.
Mientras llegaba Manolo, el guardia de seguridad, un tío la mar de tranquilo, el Dr. Astilla estaba que echaba chispas, completamente encendido por la irritación, y si no echaba humo era porque no se podía fumar dentro del hospital. Miraba impaciente a uno y otro lado, hasta que vio aparecer a Manolo al que apremió. Tan pronto abrió la puerta, se dirigió al archivador que había al fondo de la sala, antes incluso de que Manolo encendiese la luz, pero Astilla se conocía bien el camino. Comenzó a revisar los informes y vio que no faltaba ninguno... claro que... este... había un informe guardado en sentido contrario y eso era muy extraño porque él era muy meticuloso. Tuvo un presentimiento y se dirigió a la fotocopiadora, la notó caliente, casi tanto como él, pero no pudo encontrar nada. No obstante tenía la certeza de que habían hurgado en sus papeles y habían fotocopiado algo, aunque no sabía qué.
 
Mientras tanto, en la cafetería del hospital, Zurdo y Apagada estaban en animada charla, Zurdo sentado a su derecha y Apagada encendida de pasión. Y mientras tanto, en su despacho, Inocencio perdía su inocencia según iba revisando y cotejando los papeles. En el ensayo clínico TT3-25 del estudio multicéntrico “TomaTres” los pacientes no habían sido elegidos muy aleatoriamente que digamos. A todos ellos se les había hecho previamente un test genético y sólo aquellos que coincidían en una serie de características habían sido asignados al grupo de pacientes a los que se administraba el nuevo fármaco, mientras que los demás se habían incluido en el grupo al que se administraba el fármaco de referencia. Conclusión: el nuevo fármaco aparecía mucho más eficaz cuando eso no era cierto, sino que su eficacia estaba condicionada por el tipo de pacientes a los que se había administrado.
Ensimismado como estaba, Inocencio Palominos no se dio cuenta que la puerta se abría sigilosamente y una sombra se proyectaba levemente sobre su espalda. Cuando se quiso dar cuenta, ya era tarde, Anacleta le abrazaba con ternura y él no pudo reprimir su emoción al ver sus ojos brillando con esa ilusión con la que siempre hacía todo.
- Tengo que ver a tu padre -le dijo Inocencio.
- ¿Tan pronto?
- No, no es por lo que tú piensas, sino por un asunto muy serio relacionado con mi trabajo.
Al oír esta prosaica explicación, a Anacleta se le salieron las chancletas, y resignada se dio media vuelta camino de su habitación.

domingo, 24 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (84)

Capítulo 81.- De cuchipanda
 
- Sí, dígame -Leocadia, la asistenta de toda la vida en la casa de los Astilla contestó el teléfono de la cocina.
- Por favor, ¿esta Don Teófilo?
- ¿De parte de quién? Acaba de salir de guardia y no se le molesta por cualquier minucia. Menudo se pone. Hace poco le despertaron de la siesta, para preguntarle si estaba contento con la velocidad de su ADSL y yo estaba viento la serie “Condenados a amarnos apasionadamente”, donde Julia Francisca le dijo a Roberto Luis que el hijo que estaba esperando no era suyo, que era por sentarse en una taza de váter
en un club de canasta…  que  a  saber cuando lo habrían limpiado…
- Por favor, soy Carlos Mensa. Él me conoce, por favor, dígale que le llamo. Es urgente.
- Un momento por favor, voy a preguntar. Un momento
Leocadia arrastró sus fatigadas piernas deslizándose por el pasillo en unas zapatillas con más kilómetros que el Transiberiano. Se acercó a una puerta acristalada con motivos de caza y llamó con los nudillos.
Clong, clong.
- Don Teófilo. Le llama alguien un poco agitado. Un tal Carlos Sillas o algo asín. Dice que es urgente. A mi plim.
El doctor Astilla, gruño… pero cogió el teléfono.
- Hombre Carlos Mensa na in corpore sano -(siempre le gastaba la misma broma)-. ¿Qué tripa se le ha roto?
-Doctor, soy Carlos. Es importante, por eso le llamo. Estaba recogiendo el material en el quirófano para lavandería cuando he oído a Zurdo y Palominos, hablar de mirar unos datos de las analíticas de los estudios que usted se había llevado a casa, esas que yo le saqué gracias a mi amistad con la enfermera Katy. Y cuando me vieron que estaba escuchando, cuchichearon como acuchillar cochinillos cuchifritos de la conchinchina acuclillados en cuchipanda. Vamos, eso entendí yo.
El doctor Astillas entró en ignición espontánea.

sábado, 23 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (83)

Capítulo 80.- Cornudo y apaleado
 
Las peores sospechas de Bareta se hacían realidad. "V", la "V" de la libreta de Monteperales era su Tita, su Violetita, “la muy zorra ella...”. No podía dar crédito a lo que leía y sin embargo, había tenido el presentimiento de que esto era así desde que se encontró la libretita.
Esta noticia había sido más de lo que podía soportar. “El cabrón de Jacinto...”. No sólo era un tipo con suerte sino que además se tiraba a su mujer.  Y  no  es  que  le importara mucho que se la beneficiara, a fin de cuentas su vida conyugal había hecho aguas hacía ya tiempo. Lo que no podía soportar es que, de todos los tipos del planeta con los que se hubiera podido liar, Violeta se hubiera liado con Monteperales.
Pedro lo odiaba, lo odiaba a muerte, lo odiaba fervientemente, hasta la médula. Lo odiaba antes de saber que era el cornudo de "El chaparral", pero ahora lo odiaba más aún.
Lo odiaba por tener suerte, porque era un ganador. Pero además, lo odiaba porque siempre le había hecho de menos. Disfrutaba desprestigiándole, riéndose de él en público, ridiculizándole. No sólo le había hecho llevar el producto con menos glamour del Vademécum -el GiñaPlus Forte- sino que lo había hecho a propósito, haciendo coincidir su apellido con las virtudes del producto. Para mofa y befa del personal.
"Hola, me llamo Pedro Bareta y quería presentarle GiñaPlus Forte". Esa era la frase introductoria que Bareta utilizaba para romper el hielo, frase de la que había tenido que prescindir, enseñando sólo la tarjeta del laboratorio, tras comprobar los esfuerzos de los médicos por no romper en carcajadas cuando aparecía en la consulta. Al principio intentó que Monteperales le adjudicara un antiarrítmico, un antipsicótico, un antiácido, cualquier cosa, algo con más clase y menos coña, pero no. "Bareta va a llevar el GiñaPlus Forte", dijo sonriente en una convención de ventas. La cara de Pedro, cuando supo la noticia, había sido todo un poema.
Por eso, en las cenas de empresa, se largaba a su casa antes que los demás, antes que el resto de los visitadores entrasen en el apartado de hacer bromas sobre la mierda. En una de esas salidas precipitadas, Bareta se encontró con una persona que le iba a cambiar la vida.
 
Kurkowsky estaba en el hall del hotel donde celebraban la cena fumándose un puro -entonces todavía se permitía fumar en los hoteles-. Salió a continuación de Pedro por la puerta giratoria. Llevaba meses observándole y era el momento oportuno para abordarle.
- Usted y yo,  Sr. Bareta, tenemos un enemigo común, el Sr. Monteperales. Y yo sé la manera de darle en donde más le duele. ¿Le interesaría saber cómo?
Delante de un vaso de vodka, en un antro a dos manzanas del hotel, Kurkowsky le propuso a Pedro la posibilidad de que fuera su enlace dentro de los laboratorios Future Farma. No le dio muchos detalles, sólo los justos. Le entregó un móvil para contactar con él.
- Cuando le suene el tono "la cucaracha”, ya sabe que soy yo. Su nombre en clave será “Pili” y el mío “Mili”. Recibirá instrucciones precisas cuando se requiera de sus servicios. Aquí le va el primer adelanto -dijo deslizándole un sobre en el bolsillo-.
 
Todo aquello había sucedido antes de saber que “esa pareja de degenerados” se entendían. Una vez que lo supo, Pedro Bareta comprendió que había actuado bien. “La traición a Future Farma está justificada”, se dijo en ese instante; al igual que le venía a la mente lo de “cornudo y apaleado" justo antes de que le diera un amago de infarto y fuera trasladado al hospital más cercano. Lo último que se podía esperar Bareta es que allí se encontraba también la dichosa pareja de tortolitos.

viernes, 22 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (82)

Capítulo 79.- Zurdo, por derecho
 
Atanasio Zurdo era muy conocido gracias a su habitual presencia en la plaza de toros de Las Ventas. A Zurdo le encantaba ver a los diestros. Seguía con interés todas las corridas y se sabía de corrido todos los nombres de toreros que habían salido por la puerta chica, es decir, por la puerta de la enfermería. Sin embargo, a pesar de su notable éxito y popularidad, siempre notaba un trato de favor hacia otro de los especialistas de su hospital. Era una astilla que tenía clavada, porque el susodicho era, precisamente, el Dr. Astilla. Por eso se alegró cuando Palominos le comentó que quería ver los análisis de  los pacientes a los que veía el Dr. Astilla.  Él también  había sospechado algo raro y no entendía por qué Astilla salía tanto en los tabloides.
 
En el laboratorio de analítica solía pasar largas horas la pediatra Lucía Apagada, a la que cada día tenían que echar literalmente de allí cuando apagaban las luces por mucho que Lucía insistiese en quedarse “un rato más”. Pero ya se sabe que en un área aséptica no se pueden consentir la presencia de “ratos”... ni ratas, ni cualquier otro animal, que para eso hay una sección específica.
Por consiguiente, deberían distraer la atención de Apagada mientras ellos curioseaban entre los archivos. Así que Zurdo se fue derecho hacia ella y le dijo:
- Hoy luce un buen día.
A ella, que le gustaban los juegos de palabras que se hacían con su nombre y apellido (no guardaba rencor a sus padres, sino que se lo tomaba con deportividad) le hizo gracia y respondió:
- Y tanto que luce, así que puedes apagar la luz.
Zurdo titubeó un instante; no sabía si tomarse eso como una gracia o como una insinuación. Pero fue suficiente para que Palominos se colase sigilosamente hasta la zona de los archivos. Lo que no sabía Palominos era que con esa estratagema había propiciado que Zurdo y Apagada pelasen la pava.

jueves, 21 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (81)

Capítulo 78.- Entre cose y cose
 
Anacleta Miñambres, una vez pasado el susto, se quedó más tranquila, y sobre todo animada, al ver que el Dr. Inocencio Palominos la estaba cuidando. La deshidratación que había tenido aconsejaba permaneciese al menos un día más en el hospital, así que para ella era una buena noticia saber que tendría frecuentes visitas de su Inocencio, un hombre íntegro y volcado en su trabajo, en donde se estaba labrando un merecido prestigio.
El Dr. Palominos aprovechó un descanso en sus actividades para repasar en su despacho la documentación obtenida en un congreso. Le extrañaba que el Dr. Teófilo Astilla, jefe de Medicina Interna del Hospital de Móstoles-Empanadilla, avanzase de forma tan rápida en sus investigaciones y se preguntaba si no estaría contraviniendo los códigos de ética de la profesión. En cualquier caso, era sospechoso verlo conducir un flamante deportivo y que sus trabajos de investigación, siempre exitosos, se publicasen tan rápidamente en las revistas médicas. Inocencio no podía seguir siendo tan inocente, así que empezó a pensar  mal:  “Algo  raro, debe haber ahí y tengo que averiguarlo. No me extrañaría que un día de estos los maderos fuesen a detener a este Astilla”. Si él conseguía pruebas, no sólo defendería la profesión sino que sería un héroe ante los ojos de su futuro suegro, el sargento Miñambres.
 
Fue a visitar a su amigo, el Dr. Atanasio Zurdo, un diestro cirujano que trabajaba en el Hospital de Móstoles-Empanadilla. Atanasio lo abrazó efusivamente con cuidado de no clavarle el bisturí en la espalda, porque en ese momento se disponía  a operar a una paciente, pero como la paciente ya estaba bajo los efectos de la anestesia y no se iba a impacientar, le invitó a unirse a la operación y así entre corte y corte, entre cose y cose, podían ir charlando. Es curiosa esa habilidad que tienen los cirujanos de abrir las tripas y mantener al mismo tiempo una animada conversación sobre cualquier banalidad.
- Me gustaría acceder al laboratorio de analítica para confrontar unos datos, pero todo ello de forma confidencial -le dijo Palominos.
- Bueno, creo que podemos arreglarlo -le respondió zurdo, que en ese momento zurcía con gran habilidad y tino los mediastinos.

miércoles, 20 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (80)

Capítulo 77.- Joder, joder, joder
 
Pedro le dio un buen trago a su solysombra y salió a la calle a fumar. Cuando estaba encendiendo el cigarrillo, le saludó Rita, la dueña de la tintorería del barrio que era la que le dejaba a Pedro los trajes y las camisas tan impecables que siempre habían llamado la atención de los médicos a los que visitaba.
- Pedrito, tú siempre hecho un pincel. Cómo te cuida la señora.
- También la percha cuenta –contestó para no entrar en detalles sobre la nula atención que ponía Tita en su vestimenta laboral.
Ella estaba a su Thermomix y sus trapitos. Hay que ver lo que dejaba de margen esa tontería. Porque Violeta no paraba de comprarse cosas y de las caras. “Mejor así… si lo tuviera que pagar yo… no me llegaba el sueldo ni aunque me hicieran CEO”, reflexionó mientras le daba las últimas caladas a su pitillo. Entró otra vez justo cuando Nacho le llevaba el desayuno.
- Aquí lo tiene, como le gusta, y tomate maduro de verdad, de mi pueblo Villanueva de la Vera (Cáceres), que me los traje ayer domingo.
- Gracias Nachete, porque estás casado que si no te pedía en matrimonio, ahora que se puede.
- Que cosas tiene don Pedro -le contestó.
Pedro empezó a comerse la tostada, abriendo la libreta al azar.
Y leyó:
“La  verdad  es  que no sé que me da más placer, si tirar- me a Violeta o pensar la cara  del  listillo  del  Bareta cuando se
entere.  Porque  se va a enterar.  Y si no, se lo voy a soltar en la cara cuando se ponga chulito en un reunión de ciclo y se ponga gallito por la mierda de sus resultados”.
De repente lo vio todo claro. Cornudo y apaleado.
Pedró notó un fuerte pinchazo en el pecho, agudo, profundo, doloroso. Le faltaba el aire. Perdía la respiración. Se apretó en la zona del corazón para intentar amortiguar esa cuchillada. Se le nublaba la vista. Intentó hablar…
- Na... Nacho, ayúdame… por fav…
Y cayó al suelo arrastrando con su brazo, la copa de solysombra, el café, la tostada, el Marca y la libreta.
Nacho gritó:
- ¡Don Pedro! ¡Qué le pasa! ¡La puta! Viriato llama al 112. Joder… déjalo todo. ¡Que se nos muere. Joder. Joder. Joder!

martes, 19 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (79)

Capítulo 76.- Una reunión que nunca existió
 
Kurkowsky avanzó en sus conocimientos sobre el cirílico de la mano del profesor Markuzinsky. Las actividades académicas las alternaba con actividades al aire libre, como escalada, ciclismo de fondo, submarinismo o paracaidismo. Unas actividades a las que le acompañaba su mentor y por las que tenía un especial interés en verle mejorar. Eso era algo que le extrañaba a Kurkowsky, hasta que un día se le disiparon todas sus dudas.
- Hoy vas a conocer a alguien -le dijo una tarde el profesor.
- ¿Algún catedrático, alguien del campo de la investigación? -preguntó con curiosidad.
- Digamos que sí, que está relacionado con la investigación.
 
A las seis, delante de un café, tres hombres vestidos de gris entraron y se sentaron frente a ellos. Se saludaron con besos. Sergei únicamente les dio la mano.
- Esta reunión -empezó el más grueso de los tres, en perfecto ruso- nunca ha tenido lugar, usted no nos conoce ni nosotros le conocemos a usted. La información que se le dará a conocer no ha existido ni existirá. ¿Me comprende? -dijo clavando su penetrante mirada en el joven.
Asintió con la cabeza. Ningún encuentro que empezase por un prólogo semejante podría deparar otra cosa que no tuviera que ver con altos secretos. Markuzinsky corroboró entonces sus sospechas.
- Sergei -apuntó- está usted delante del responsable del 6º Directorio del Servicio de Inteligencia Extranjera.
Kurkowsky tragó saliva. Sabía perfectamente a qué siglas correspondía esa denominación: KGB.
El orondo interlocutor continuó su discurso:
- Estamos reclutando a personas para nuestra división, básicamente para el área de seguridad industrial. El programa denominado Cucaracha tiene dos vertientes: técnica y sobre el terreno. Pensamos que lo ideal es que una misma persona ocupe este puesto. El trabajo consistirá en aprender y contribuir al desarrollo de un programa que hemos creado, basado en el cirílico antiguo encriptado, ideado para transmitir información industrial de diversas empresas en las que o nuestro país o Estados Unidos tienen relación o intereses económicos. Además de conocer este sistema de comunicación, habrá que realizar trabajos que requieren pericia y una gran forma física, algo que evidentemente usted posee...
Kurkowsky se quedó petrificado. Le parecía asistir a una película en blanco y negro de los años 60. Faltaba Ernest Borgine entrando por la puerta con el sombrero ladeado.
- Yo estudio cirílico para dedicarme a la investigación académica, nunca me he planteado nada semejante. ¿Que les hace pensar que yo podría estar interesado o que podría acceder a sus peticiones?
Entonces, el responsable del 6º Directorio del Servicio de Inteligencia Extranjera puso encima de la mesa un dossier con un nombre, "Kurkowsky", y se lo acercó amablemente.
Sergei echó un vistazo a la documentación. "Vania Kurkowsky", indicaba. Su tío. El informe explicaba cómo este joven se había trasladado a España para luchar con las brigadas rojas durante la guerra civil española. Kurkowsky fue apresado y fusilado por una división de las fuerzas Nacionales, al mando del Coronel Monteperales, natural de Tomelloso.
- Este era su tío -explicó pausadamente- muerto a los 19 años. El nieto del Coronel Monteperales está al frente de una empresa farmacéutica que nos resulta especialmente interesante por los estudios que allí se están desarrollando, Future Farma. Esta empresa es nuestro objetivo y usted tiene los conocimientos, las cualidades y los motivos para llevar a cabo esta labor.
 
La semana siguiente,  Kurkowsky se trasladó a la ciudad de Vladivostok, donde se puso a las órdenes del jefe de operaciones del 6º Directorio. Su formación duró casi un año y fue durísima, pero él no desfallecía. Tenía una misión y un objetivo que cumplir.

lunes, 18 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (78)

Capítulo 75.- Valentín el valiente
 
Lo que Wilma presentía se hizo realidad. Algún día la iban a pillar en esas escapaditas que hacía a mitad de sus tareas domésticas para bajarse al bar y tomarse un cubalibre (esa era su contribución a la liberación cubana)... y así sucedió ese día. Se bebió de un sorbo todo lo que le quedaba y subió rauda y veloz.
Entró en la casa y se pudo de nuevo a sus tareas cuando vio una mancha muy grande en la puerta del cuarto de baño, cogió la gamuza para frotar y su mano traspasó  la  puerta.  “Uy val, eto no es una mancha ¿qué selá?” y entonces decidió ponerse las gafas y sus ojos vieron un paisaje aterrador: un enorme agujero en la puerta y el bidé arrancado de su sitio.
Salió corriendo de la casa y tropezó de nuevo con Valentín que en ese momento estaba pintando un ala a un angelito negro que decoraba el rellano y del empujón ¡ala! to enguarringodao.
- ¿Otra vez tú? -inquirió Valentín.
- ¡Ay mi amol, algo espantoso ha pasado en la casa. Yo iba a limpial...” -trataba de explicarse Wilma a trompicones.
- Bueno, cálmate, y vamos a ver lo que ha pasado” -le dijo Valentín, haciéndose el valiente porque ya se imaginaba cuál era la causa del susto de Wilma.
Valentín comenzó a hacer el paripé y cogió una llave inglesa (como no iba a hablar con ella –con la llave- le daba igual su procedencia) y dijo:
- Esto es cosa de hombres, deja que vaya yo delante.
Abrió la puerta y saltó hacia un lado rodando por el suelo mientras mostraba la llave inglesa-
- ¡Estoy armadu, ríndase!
Un silencio sepulcral lo invadía todo (ya se había encargado Pedro al salir de desconectar la aspiradora y apagar la radio) y tan solo se escuchaba el palpitar del corazón de Wilma. Avanzó unos pasos y dio una patada a la puerta del cuarto de baño (total, para como la había dejado Don Pedro...). Entonces volvió muy erguido, andando un poco espatarrao como los vaqueros cuando se bajan del caballo (al menos así es como salen en las películas) y –tras soplar a la llave inglesa y enfundársela en el bolsillo- le dijo:
- Han debido salir por la ventana cuando me oyeron entrar.
- Ay, mi amol, qué valiente, Valentín, eres mi héroe -dijo Wilma abrazándose a él y sin darse cuenta de que difícilmente iban a salir los ladrones por la ventana del piso 14.

domingo, 17 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (77)

Capítulo 74.- Castellana y Soberano
 
-                                 No lo vuelvo a repetir -gritó Valentín (el nombre le hacía justicia ¡pardiez!)-         
Ya me están saliendo, tranquilitos o voy a tener que utilizar la violencia. Voy armado hasta las cejas y soy cinturón verde doncella de kárate.
Pedro estaba flipando dentro de su habitación. ¿Habrían venido los GEOS? ¿Tan rápido? Abrió un poco la puerta y dijo:
- Tranquilos, soy el dueño, Pedro Bareta. No pasa nada. Un problemilla doméstico. Voy a salir.
- ¡Don Pedro! ¿Es usted? -dijo Valentín- ¡Soy Valentín, el conserje de la finca urbana! -(lo de portero lo llevaba mal)- ¿Le tienen secuestrado? ¿Piden rescate? ¿Quiere que llamemos a un negociador?
Valentín había visto demasiada televisión en su cubículo de portería.
Pedro abrió la puerta y salió
- Pero que coño dices Valentín. Que estoy solo. Anda, que la que estás montando.
- Perdóneme don Pedro. Es que oí un ruido y he pensado…
- Pensado, pensado… anda, vete, gracias y cierra la puerta. Que no pasa nada.
- A sus órdenes don Pedro. A mandar. Yo es que…
Valentín cerró la puerta tras él. Hablando consigo mismo…
Pedro se acabó de vestir, cogió el móvil, la chaqueta y bajó por fin a la calle. Todavía no había desayunado y tenía hambre. Menuda mañanita que llevaba. Mejor dicho, vaya racha que llevaba. Pero bueno, carpe diem, Pedrito. A lo hecho, pecho.
 
Entró en la cafetería “Lord Baldwin”, una especie de pub irlandés decorado por un maestro fallero valenciano con un toque de barra americana. “Estilo ecléctico”, decía muy ufano su dueño, Baldomero, natural de Manises (Valencia), que nadie sabía de donde se había sacado la palabrita.
Pedro era un buen cliente, no solo desayunaba todos los días, sábados y domingos incluidos, sino que cuando volvía del trabajo, antes de subir a cenar por la noche, compraba tabaco, echaba sus monedas a la máquina tragaperras y se  arrimaba dos gintonics de Bifiter bien cargados para poder soportar a Violeta.
- Buenos días don Pedro -le dijo Nacho, el camarero, que estaba limpiando la barra por fuera- ¿Hoy se le han pegado las sábanas?
- Buenos días Nacho, por decir algo. Anda, ponme lo de siempre. Y además un solysombra de los míos. Doble. ¿Tienes todavía el Marca o se lo ha llevado el gorrón del frutero?
- Aquí lo tiene esperándole, Don Pedro. ¡Un desayuno en caña con la leche muy caliente y una tostada de pan con tomate y aceite! ¡Y solysombra como para una boda lo primero! -cantó Nacho a su compañero Viriato que estaba esperando la orden.
- ¡Oído barra, marchando cocina! -respondió aquel como si le fuera la vida en ello.
- Ahora se lo llevo a su mesa. ¿Vamos fuerte hoy? -comentó Nacho.
- Si yo te contase… en fin, me voy a sentar.
Pero cuando iba a hacerlo, vio a Wilma al fondo de la barra. Ella no le vio venir porque seguía sin ponerse las gafas.
Fue a por ella.
- Vaya Wilma, buenos días. Qué, ¿aquí dándole al cubata in the morning mi amol?
- Hay mi señol. Vela ute. Es un poblema de la tensión. Que la tengo más baja que la molal de los habaneroo. Pelo aola mimito subo. Aola aola mismito.
- Pues te vas a encontrar el bidé un poquito descolocado. Tienes tarea Wilma.
- No se peocupe señol Baleta. Lo dejaré como los cholos del olo.
- Ya, los cholos del olo… -dijo Pedro mientras se daba la vuelta.
Para qué se iba a meter en más discusiones, pensó Pedro.
Se sentó en su mesa favorita al lado de la ventana.
Nacho le puso el copón.
-                                 Castellana y Soberano. Sí señor, todo un clásico. A disfrutarlo, don Pedro.
- Gracias chavalote. Te ganas lo que te paga el Baldomero.
- Más bien poco… la verdad, -contestó Nacho- pero es lo que hay. Algún día tendré mi propio tasco. Ya tengo hasta el nombre “Nacho’s Café”. Como en la película Casablanca. Bueno, le dejo tranquilo, que tiene lectura -se retiró de un brinco como un gamo.
Era cierto, el Marca estaba esperando.
En portada: “El equipo de balonmano del Ciudad Real se integra en el club Atlético de Madrid”.
“Mejor -pensó Pedro- así los podré ver en casa. Como ya no voy a tener que ir a la mierda del chalet... La crisis. Se estaba viendo venir. Los golfos de los políticos, sus compinches y los de la CCM les han dejado en la estacada. Antes todo parabienes y ahora que os den. Menos mal que todavía nos queda el Atleti. ¡Atleti, Atleti, Atlético de Madrid!”.
Al echarse la mano a coger la cajetilla de Marlboro y el mechero para salir afuera a echarse un pitillo, que le apetecía mientras llegaba la tostada, encontró la libreta que había encontrado en el jardín de Jacinto.
“Vaya, me había olvidado de esto. Vamos a ver cual es el secreto que escondes, libretita, libretita. ¿Tendrás que ver algo con Tita? Mira que esto me está oliendo raro”.