sábado, 23 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (83)

Capítulo 80.- Cornudo y apaleado
 
Las peores sospechas de Bareta se hacían realidad. "V", la "V" de la libreta de Monteperales era su Tita, su Violetita, “la muy zorra ella...”. No podía dar crédito a lo que leía y sin embargo, había tenido el presentimiento de que esto era así desde que se encontró la libretita.
Esta noticia había sido más de lo que podía soportar. “El cabrón de Jacinto...”. No sólo era un tipo con suerte sino que además se tiraba a su mujer.  Y  no  es  que  le importara mucho que se la beneficiara, a fin de cuentas su vida conyugal había hecho aguas hacía ya tiempo. Lo que no podía soportar es que, de todos los tipos del planeta con los que se hubiera podido liar, Violeta se hubiera liado con Monteperales.
Pedro lo odiaba, lo odiaba a muerte, lo odiaba fervientemente, hasta la médula. Lo odiaba antes de saber que era el cornudo de "El chaparral", pero ahora lo odiaba más aún.
Lo odiaba por tener suerte, porque era un ganador. Pero además, lo odiaba porque siempre le había hecho de menos. Disfrutaba desprestigiándole, riéndose de él en público, ridiculizándole. No sólo le había hecho llevar el producto con menos glamour del Vademécum -el GiñaPlus Forte- sino que lo había hecho a propósito, haciendo coincidir su apellido con las virtudes del producto. Para mofa y befa del personal.
"Hola, me llamo Pedro Bareta y quería presentarle GiñaPlus Forte". Esa era la frase introductoria que Bareta utilizaba para romper el hielo, frase de la que había tenido que prescindir, enseñando sólo la tarjeta del laboratorio, tras comprobar los esfuerzos de los médicos por no romper en carcajadas cuando aparecía en la consulta. Al principio intentó que Monteperales le adjudicara un antiarrítmico, un antipsicótico, un antiácido, cualquier cosa, algo con más clase y menos coña, pero no. "Bareta va a llevar el GiñaPlus Forte", dijo sonriente en una convención de ventas. La cara de Pedro, cuando supo la noticia, había sido todo un poema.
Por eso, en las cenas de empresa, se largaba a su casa antes que los demás, antes que el resto de los visitadores entrasen en el apartado de hacer bromas sobre la mierda. En una de esas salidas precipitadas, Bareta se encontró con una persona que le iba a cambiar la vida.
 
Kurkowsky estaba en el hall del hotel donde celebraban la cena fumándose un puro -entonces todavía se permitía fumar en los hoteles-. Salió a continuación de Pedro por la puerta giratoria. Llevaba meses observándole y era el momento oportuno para abordarle.
- Usted y yo,  Sr. Bareta, tenemos un enemigo común, el Sr. Monteperales. Y yo sé la manera de darle en donde más le duele. ¿Le interesaría saber cómo?
Delante de un vaso de vodka, en un antro a dos manzanas del hotel, Kurkowsky le propuso a Pedro la posibilidad de que fuera su enlace dentro de los laboratorios Future Farma. No le dio muchos detalles, sólo los justos. Le entregó un móvil para contactar con él.
- Cuando le suene el tono "la cucaracha”, ya sabe que soy yo. Su nombre en clave será “Pili” y el mío “Mili”. Recibirá instrucciones precisas cuando se requiera de sus servicios. Aquí le va el primer adelanto -dijo deslizándole un sobre en el bolsillo-.
 
Todo aquello había sucedido antes de saber que “esa pareja de degenerados” se entendían. Una vez que lo supo, Pedro Bareta comprendió que había actuado bien. “La traición a Future Farma está justificada”, se dijo en ese instante; al igual que le venía a la mente lo de “cornudo y apaleado" justo antes de que le diera un amago de infarto y fuera trasladado al hospital más cercano. Lo último que se podía esperar Bareta es que allí se encontraba también la dichosa pareja de tortolitos.

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