miércoles, 13 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (73)

Capítulo 70.- El FMI
 
Pedro Bareta, no iba a ir a trabajar. Hoy por lo menos no. “Mañana… a lo mejor tampoco ¡qué carajo!”. Tumbado a lo ancho de la cama, en bolas, con toda la ropa esparramada por la habitación, con lo que eso fastidiaba a Violeta... “¡Anda y que la den!”. Con el aire acondicionado a toda pastilla, porque ya estaba harto de asarse de calor por esa manía de tenerlo todo cerrado, no fuera a entrar alguien mientras dormían... Al piso 14. “¡Sí, Spiderman, no te digo!”.
Tenía un dolor en el brazo derecho, por las partidas de bolos; la falta de ejercicio, claro. Estaba fuera de forma. Se había dejado ir en estos últimos años. Con lo deportista que él había sido... un delantero cañón del equipo de balonmano del Instituto Calatrava de Calzada de Calatrava (Ciudad Real). Ese sí que era un deporte duro como pocos. Menudos codazos le atizaban los defensas. Pero él era un roca. Pedrito, donde ponía el ojo, calzaba un zurriagazo. ¡Qué bien se sentía cuando sus compañeros, después del partido cantaban sus proezas mientras se tomaban unas cañas en el bar Tiburcio, su antro preferido! ¡Qué tiempos…!
Podría haber tenido futuro en este deporte. Algunos hijos de sus compañeros estaban jugando al más alto nivel en el Ciudad Real. Pero en su época, era una fantasía dedicarse al balonmano.
Tenía que tomar el control de su vida. De hecho ya lo había empezado, pegándole fuego a su chalet e intentando que el de Jacinto le acompañara. Mala suerte.
Todo le daba vueltas… ¿qué iba a hacer hoy? Lo primero, maquearse y a desayunar a la cafetería. Y a leer el Marca sin prisas. Y llamar a la oficina. Que tenía mareos y vómitos. Que le habían sentado mal los boquerones. ¡Qué más le daba! “¡Que piensen lo que quieran!”, se dijo.
Se puso de pie, estaba contento y se le había puesto en “presenten armas”, cuando de repente entró en la habitación Wilma.  La  asistenta  cubana.  Era  su  hora  de  empezar  y  no esperaba encontrar al señor en casa. Era como la escena que había leído en la prensa, de un tiparraco en los USA del Fondo de no sé qué. Un cargazo. Un listo que se había metido en un lío gordo por su testosterona incontrolada.
Rápidamente, se tapó sus partes. Pero Wilma ya había salido corriendo por el pasillo. Ella se había llevado un susto de muerte viendo un ser donde pensaba que no habría nadie. En el descansillo estaba Valentín, el portero que estaba liado con la puerta del ascensor.
“Pedrito -se dijo Pedro-, la has cagado”.

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