Capítulo 69.- Anacleta se está
quieta
El
Dr. Inocencio Palominos se desvivía por atender a Anacleta Miñambres, su nueva
paciente y su gran amor (él también la amaba en su interior) que en estos
momentos parecía un volcán en erupción... patilla abajo. Era necesaria una
medida desesperada y su cara se iluminó cuando vio al Sr. McKarran; él tenía la
solución, un nuevo fármaco capaz de detener las diarreas más salvajes.
Según
la presentación que de tal fármaco le había hecho Pedro Bareta, el Taponmax
había conseguido parar todo tipo de movimientos (de ahí su éxito en países con
regímenes totalitarios) por lo cual la detención de los movimientos
peristálticos era pan comido para él. Además, aumentaba la reabsorción
intestinal de forma inmediata, aunque había que tener cuidado en no pasarse de
dosis salvo que se quisiese emular a los jíbaros y dejar reducido al paciente a
la mínima expresión.
Una
gran expectación se formó en la habitación mientras Palominos procedía a la
administración del nuevo fármaco por vía intravenosa. Apenas unos minutos
después, Anacleta respiró profundamente y dejó de tirarse pedorretas mientras
las empleadas de la limpieza y las enfermeras prorrumpían en aplausos y
saltaban de alegría sobre un suelo lleno de toallas sucias, fregonas, charcos
de color indescriptible, aerosoles de ambientador agotados y pinzas de
taponar la nariz que iban cayendo lentamente sobre el suelo antes de que se
produjese un fundido en negro para pasar a la escena siguiente mientras una
música triunfal envolvía la escena.
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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