martes, 12 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (72)

Capítulo 69.- Anacleta se está quieta
 
El Dr. Inocencio Palominos se desvivía por atender a Anacleta Miñambres, su nueva paciente y su gran amor (él también la amaba en su interior) que en estos momentos parecía un volcán en erupción... patilla abajo. Era necesaria una medida desesperada y su cara se iluminó cuando vio al Sr. McKarran; él tenía la solución, un nuevo fármaco capaz de detener las diarreas más salvajes.
 
Según la presentación que de tal fármaco le había hecho Pedro Bareta, el Taponmax había conseguido parar todo tipo de movimientos (de ahí su éxito en países con regímenes totalitarios) por lo cual la detención de los movimientos peristálticos era pan comido para él. Además, aumentaba la reabsorción intestinal de forma inmediata, aunque había que tener cuidado en no pasarse de dosis salvo que se quisiese emular a los jíbaros y dejar reducido al paciente a la mínima expresión.
 
Una gran expectación se formó en la habitación mientras Palominos procedía a la administración del nuevo fármaco por vía intravenosa. Apenas unos minutos después, Anacleta respiró profundamente y dejó de tirarse pedorretas mientras las empleadas de la limpieza y las enfermeras prorrumpían en aplausos y saltaban de alegría sobre un suelo lleno de toallas sucias, fregonas, charcos de color indescriptible, aerosoles de ambientador agotados y pinzas de taponar la nariz que iban cayendo lentamente sobre el suelo antes de que se produjese un fundido en negro para pasar a la escena siguiente mientras una música triunfal envolvía la escena.

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