Capítulo 66.- Hoy vamos a hacer una
estantería para la cocina
El
trabajo de David en la pizzería, le permitía tener toda la mañana libre. Aunque
con lo que se le pegaban las sábanas, de mañana le quedaba poco. Y eso que su
madre utilizaba todas las técnicas clásicas para que su estancia en la cama a
partir de las nueve, fuera una pesadilla. Aspiradora de oferta Carrefour que
sonaba como un reactor a punto de coger match 2, Radio Olé a toda pastilla con
los grandes éxitos de Camela, llamadas infinitas a su amiga Caqui que estaba
sorda y casi no le hacia falta el teléfono para comunicarse con ella y eso que
vivía en Astorga (León), la minipimer subiendo y bajando sobre el mix de
hortalizas haciendo litros de gazpacho, esas chanclas de madera sueca
(Valencia), que cuando pasaban correteando por el pasillo alicatado de terrazo
parecía una ráfaga de AK-47 (acrónimo de Avtomat Kalashnikova
modelo 1947, del ruso Автомат Калашникова образца 1947 года).
Y si no fuera poco con el ruido indoor, estaba el outdoor:
Paquito, el vecino. Fanático de Bricomanía, chófer prejubilado de la Empresa de
Servicios Fúnebres de Madrid, que había decidido hacer cosas de madera que
perdurasen en el tiempo, harto de transportar en su ruta laboral cajas de
madera rellenas de gente al crematorio. Paquito era a la taladradora lo que
Billy el Niño al colt: uña y carne. Dominaba a ojos cerrados la radial, la
lijadora, la remachadora, el destornillador eléctrico, la pistola de grapar, el
martillo, la maza, el serrucho y la madre que le parió. Por estos motivos, que
no eran pocos, lograba convertir el número 13 de la calle Los Periquitos en
Parla (Madrid) en la conjunción de una
orquesta de música
clásica contemporánea en pleno
éxtasis de afinamiento mezclada
con un grandes éxitos de los gritos infantiles cuando Fofó salía y decía:
“¿Cómo tan ustedeeeees?”
David no llegaba a pasar de las 12. Todo un campeón dadas las circunstancias. Desayunaba su Cola Cao con campurrianas, ducha rápida, espuma Giorgi en el pelo, desodorante AXE (por si aca), zapas chulas de Nike, pantalones de cuero de pitillo, camiseta con mensaje (hoy tocaba: “Sufro en silencio tu estupidez”), peluco Trolex, y gafas de sol de espejo, imitación Ray-Ban. ¡Ala, a la calle a ver a la peña!
Los
colegas estaban en el bar-bodega “La Ponderosa”. Tomando botijos (botellines de
Mahou… para el que no lo sabe). La peña: Santi, el Chuzos; Dani, la Manga;
Lolo, el Bonito del Norte; y Yoli, Afrodita pechos fuera. Y él, Deivid
angelnieto.
El motivo de estos apodos se pierde en la memoria alcohólica de
todos. Era así y punto. “¿Pasa algo tron? ¿Algo que
decir? ¡Listo, que eres un listo! ¡Qué! Eh…eh… Si no tienes ni media…”.
David no llegaba a pasar de las 12. Todo un campeón dadas las circunstancias. Desayunaba su Cola Cao con campurrianas, ducha rápida, espuma Giorgi en el pelo, desodorante AXE (por si aca), zapas chulas de Nike, pantalones de cuero de pitillo, camiseta con mensaje (hoy tocaba: “Sufro en silencio tu estupidez”), peluco Trolex, y gafas de sol de espejo, imitación Ray-Ban. ¡Ala, a la calle a ver a la peña!
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
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