domingo, 17 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (77)

Capítulo 74.- Castellana y Soberano
 
-                                 No lo vuelvo a repetir -gritó Valentín (el nombre le hacía justicia ¡pardiez!)-         
Ya me están saliendo, tranquilitos o voy a tener que utilizar la violencia. Voy armado hasta las cejas y soy cinturón verde doncella de kárate.
Pedro estaba flipando dentro de su habitación. ¿Habrían venido los GEOS? ¿Tan rápido? Abrió un poco la puerta y dijo:
- Tranquilos, soy el dueño, Pedro Bareta. No pasa nada. Un problemilla doméstico. Voy a salir.
- ¡Don Pedro! ¿Es usted? -dijo Valentín- ¡Soy Valentín, el conserje de la finca urbana! -(lo de portero lo llevaba mal)- ¿Le tienen secuestrado? ¿Piden rescate? ¿Quiere que llamemos a un negociador?
Valentín había visto demasiada televisión en su cubículo de portería.
Pedro abrió la puerta y salió
- Pero que coño dices Valentín. Que estoy solo. Anda, que la que estás montando.
- Perdóneme don Pedro. Es que oí un ruido y he pensado…
- Pensado, pensado… anda, vete, gracias y cierra la puerta. Que no pasa nada.
- A sus órdenes don Pedro. A mandar. Yo es que…
Valentín cerró la puerta tras él. Hablando consigo mismo…
Pedro se acabó de vestir, cogió el móvil, la chaqueta y bajó por fin a la calle. Todavía no había desayunado y tenía hambre. Menuda mañanita que llevaba. Mejor dicho, vaya racha que llevaba. Pero bueno, carpe diem, Pedrito. A lo hecho, pecho.
 
Entró en la cafetería “Lord Baldwin”, una especie de pub irlandés decorado por un maestro fallero valenciano con un toque de barra americana. “Estilo ecléctico”, decía muy ufano su dueño, Baldomero, natural de Manises (Valencia), que nadie sabía de donde se había sacado la palabrita.
Pedro era un buen cliente, no solo desayunaba todos los días, sábados y domingos incluidos, sino que cuando volvía del trabajo, antes de subir a cenar por la noche, compraba tabaco, echaba sus monedas a la máquina tragaperras y se  arrimaba dos gintonics de Bifiter bien cargados para poder soportar a Violeta.
- Buenos días don Pedro -le dijo Nacho, el camarero, que estaba limpiando la barra por fuera- ¿Hoy se le han pegado las sábanas?
- Buenos días Nacho, por decir algo. Anda, ponme lo de siempre. Y además un solysombra de los míos. Doble. ¿Tienes todavía el Marca o se lo ha llevado el gorrón del frutero?
- Aquí lo tiene esperándole, Don Pedro. ¡Un desayuno en caña con la leche muy caliente y una tostada de pan con tomate y aceite! ¡Y solysombra como para una boda lo primero! -cantó Nacho a su compañero Viriato que estaba esperando la orden.
- ¡Oído barra, marchando cocina! -respondió aquel como si le fuera la vida en ello.
- Ahora se lo llevo a su mesa. ¿Vamos fuerte hoy? -comentó Nacho.
- Si yo te contase… en fin, me voy a sentar.
Pero cuando iba a hacerlo, vio a Wilma al fondo de la barra. Ella no le vio venir porque seguía sin ponerse las gafas.
Fue a por ella.
- Vaya Wilma, buenos días. Qué, ¿aquí dándole al cubata in the morning mi amol?
- Hay mi señol. Vela ute. Es un poblema de la tensión. Que la tengo más baja que la molal de los habaneroo. Pelo aola mimito subo. Aola aola mismito.
- Pues te vas a encontrar el bidé un poquito descolocado. Tienes tarea Wilma.
- No se peocupe señol Baleta. Lo dejaré como los cholos del olo.
- Ya, los cholos del olo… -dijo Pedro mientras se daba la vuelta.
Para qué se iba a meter en más discusiones, pensó Pedro.
Se sentó en su mesa favorita al lado de la ventana.
Nacho le puso el copón.
-                                 Castellana y Soberano. Sí señor, todo un clásico. A disfrutarlo, don Pedro.
- Gracias chavalote. Te ganas lo que te paga el Baldomero.
- Más bien poco… la verdad, -contestó Nacho- pero es lo que hay. Algún día tendré mi propio tasco. Ya tengo hasta el nombre “Nacho’s Café”. Como en la película Casablanca. Bueno, le dejo tranquilo, que tiene lectura -se retiró de un brinco como un gamo.
Era cierto, el Marca estaba esperando.
En portada: “El equipo de balonmano del Ciudad Real se integra en el club Atlético de Madrid”.
“Mejor -pensó Pedro- así los podré ver en casa. Como ya no voy a tener que ir a la mierda del chalet... La crisis. Se estaba viendo venir. Los golfos de los políticos, sus compinches y los de la CCM les han dejado en la estacada. Antes todo parabienes y ahora que os den. Menos mal que todavía nos queda el Atleti. ¡Atleti, Atleti, Atlético de Madrid!”.
Al echarse la mano a coger la cajetilla de Marlboro y el mechero para salir afuera a echarse un pitillo, que le apetecía mientras llegaba la tostada, encontró la libreta que había encontrado en el jardín de Jacinto.
“Vaya, me había olvidado de esto. Vamos a ver cual es el secreto que escondes, libretita, libretita. ¿Tendrás que ver algo con Tita? Mira que esto me está oliendo raro”.

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