domingo, 24 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (84)

Capítulo 81.- De cuchipanda
 
- Sí, dígame -Leocadia, la asistenta de toda la vida en la casa de los Astilla contestó el teléfono de la cocina.
- Por favor, ¿esta Don Teófilo?
- ¿De parte de quién? Acaba de salir de guardia y no se le molesta por cualquier minucia. Menudo se pone. Hace poco le despertaron de la siesta, para preguntarle si estaba contento con la velocidad de su ADSL y yo estaba viento la serie “Condenados a amarnos apasionadamente”, donde Julia Francisca le dijo a Roberto Luis que el hijo que estaba esperando no era suyo, que era por sentarse en una taza de váter
en un club de canasta…  que  a  saber cuando lo habrían limpiado…
- Por favor, soy Carlos Mensa. Él me conoce, por favor, dígale que le llamo. Es urgente.
- Un momento por favor, voy a preguntar. Un momento
Leocadia arrastró sus fatigadas piernas deslizándose por el pasillo en unas zapatillas con más kilómetros que el Transiberiano. Se acercó a una puerta acristalada con motivos de caza y llamó con los nudillos.
Clong, clong.
- Don Teófilo. Le llama alguien un poco agitado. Un tal Carlos Sillas o algo asín. Dice que es urgente. A mi plim.
El doctor Astilla, gruño… pero cogió el teléfono.
- Hombre Carlos Mensa na in corpore sano -(siempre le gastaba la misma broma)-. ¿Qué tripa se le ha roto?
-Doctor, soy Carlos. Es importante, por eso le llamo. Estaba recogiendo el material en el quirófano para lavandería cuando he oído a Zurdo y Palominos, hablar de mirar unos datos de las analíticas de los estudios que usted se había llevado a casa, esas que yo le saqué gracias a mi amistad con la enfermera Katy. Y cuando me vieron que estaba escuchando, cuchichearon como acuchillar cochinillos cuchifritos de la conchinchina acuclillados en cuchipanda. Vamos, eso entendí yo.
El doctor Astillas entró en ignición espontánea.

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