lunes, 11 de enero de 2021

Un cadáver exquisito (71)

Capítulo 68.- Señora, lo mejor sería sanear y darlo con la llana
 
Desde que tenía recuerdos, Tati solo había tenido ojos para Tita. Por lo que ese encogimiento de tripas, ese pálpito cardiaco, ese sudor desmedido que generó unos roales en el chándal Quechua que parecían agujeros negros, ese tembleque en las rodillas, esos pezones duros como el acero… eran sensaciones que no había sentido jamás. Eva, todo hay que decirlo, guapa, guapa, no era. Era alta. Rubia. De unos 35 años. Estilizada. Atlética. Pero una viruela brutal mal tratada -que pasó de niña en Manaos (Brasil) cuando estuvo con sus padres, unos iluminados, que intentaron montar una empresa de turismo de aventura cuando a la gente no le daba por hacer esas cosas y se arruinaron a los dos años- le dejaron unas secuelas en el rostro que si se miraban un rato, se podían ver figuras geométricas complejas, las caras de Bélmez, o imaginar dónde está Wally. Este problema estético lo superó a base de decenas de psicoanalistas argentinos, gurús de sectas apocalípticas, curanderos tipo “Vengo de Raticulín…” y demás peregrinaciones donde sus padres la llevaron al sentirse culpables. Pero a Tati le parecía la mujer más guapa de la tierra. Miraba en su interior.
 
La vida es como un melón, que aunque no veas el interior,  sabes  que  está  lleno  de  pepitas  que  no  te  las vas a comer.

No hay comentarios: