Capítulo
19.- Cuatro ojos ven más que dos
Coro no estaba dispuesta a
contarle a Ioseba Rena los avances en sus pesquisas sobre el robo pero tenía
que hacer alguna concesión para que confiase en ella y le dijera lo que sabía.
Las imágenes y el audio eran piezas de un rompecabezas que había que encajar,
pero sin ayuda de alguien que conociera el lugar y a la gente que entraba y
salía, no iba a sacar nada en claro.
Así que le noveló los hechos y le
ofreció una versión creíble, o al menos, lo suficiente como para que no
levantara sospechas. Le explicó que había estado visionando las cintas desde su
puesto de trabajo (lo cual era una soberana mentira) e intentó describirle las
imágenes y los sonidos que había captado.
-
Mira chica. La única que entró a continuación de ti fue la Ambrosia y esta
mujer, como le dije a los civiles, no ha podido hacer nada malo, ni cantar
siquiera
- Hay algo que me mosquea bastante – musitó Coro, pensando en voz alta- y es un sonido que acompaña a esta persona cuando abandona la sala. Algo así como un “ñiqui ñiqui ñiqui”... como si estuvieran moviendo un artilugio mecánico o metálico...
- ¡Ah bueno! - sonrió Rena- Eso debe ser el carrito de la Ambrosia, el que usa para cargar papeles... Se los lleva a su muchacho, un desgraciao el rapaz, que no vale ni para trabajar ni para estudiar, pero ¡a ver que va a hacer la mujer! !Es su hijo, y los hijos no se escogen...!
- ¡Un carrito! - exclamó alborozada- ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Claro que sí! ¡Ese es el sonido de fondo! ¡La Ambrosia empujando un carrito!
- ¡Eh, eh! -apuntó Rena- no te embales. Te he dicho que la Ambrosia es incapaz...
- Ioseba- le interrumpió-, no puede ser de otra manera. Es una mujer, que sabemos que estuvo allí, que canta copla y que empuja un carrito...
Ioseba se quedó pensativo. Quizá
estaba equivocado respecto a la Ambrosia. Quizá no era el tipo de mujer que él
pensaba. O quizá el sinvergüenza de su hijo la obligaba a robar para pagar sus
vicios o...
Fue entonces cuando tomó una
determinación. Tendría que convencerse por si mismo de si la Ambrosia era o no
una mujer honesta, si no lo hacía así, la duda permanente le sumiría en el más
absoluto desconcierto. No tenía vuelta de hoja. Como buen vasco, su
determinación era firme.
Coro quedó espantada al saber sus
intenciones. Ni remotamente había pensado en esta complicación y además, no le
apetecía lo más mínimo contar con un socio en esta empresa. Sólo se lo había
contado a Unai, al que conocía desde hacía muchos años, por si este le podía
dar alguna información valiosa, como en efecto hizo; pero nada más. Ella no
tenía la menor intención involucrar a nadie más en sus planes
- Verás -le dijo persuasiva-, es que puede resultar más complicado de lo que crees. Yo puedo informarte de mis avances, pero no me parece una buena idea que...
- Oye, chica, tú me has preguntado, yo te he contestado. Me puedo buscar un lío por esto y no estoy por la labor de quedarme al margen después de saber lo que sé.
- Si, pero creo que sería mejor...
- Nada, nada...Ya está decidido. Desde mañana nos ponemos a localizar el Códice ese, a ver quién es el que nos la está dando con queso... y Dios quiera que no sea la Ambrosia –dijo finalmente, suspirando, casi sollozando.
Coro resopló con resignación
porque no veía la manera de quitarse de encima a ese inesperado colaborador que
se había sumado a la fiesta sin haber sido invitado. De momento iba a dejarlo
así. Más adelante ya decidiría lo que fuera.
- Hay algo que me mosquea bastante – musitó Coro, pensando en voz alta- y es un sonido que acompaña a esta persona cuando abandona la sala. Algo así como un “ñiqui ñiqui ñiqui”... como si estuvieran moviendo un artilugio mecánico o metálico...
- ¡Ah bueno! - sonrió Rena- Eso debe ser el carrito de la Ambrosia, el que usa para cargar papeles... Se los lleva a su muchacho, un desgraciao el rapaz, que no vale ni para trabajar ni para estudiar, pero ¡a ver que va a hacer la mujer! !Es su hijo, y los hijos no se escogen...!
- ¡Un carrito! - exclamó alborozada- ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Claro que sí! ¡Ese es el sonido de fondo! ¡La Ambrosia empujando un carrito!
- ¡Eh, eh! -apuntó Rena- no te embales. Te he dicho que la Ambrosia es incapaz...
- Ioseba- le interrumpió-, no puede ser de otra manera. Es una mujer, que sabemos que estuvo allí, que canta copla y que empuja un carrito...
- Verás -le dijo persuasiva-, es que puede resultar más complicado de lo que crees. Yo puedo informarte de mis avances, pero no me parece una buena idea que...
- Oye, chica, tú me has preguntado, yo te he contestado. Me puedo buscar un lío por esto y no estoy por la labor de quedarme al margen después de saber lo que sé.
- Si, pero creo que sería mejor...
- Nada, nada...Ya está decidido. Desde mañana nos ponemos a localizar el Códice ese, a ver quién es el que nos la está dando con queso... y Dios quiera que no sea la Ambrosia –dijo finalmente, suspirando, casi sollozando.
Continuará...
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