Capítulo
17.- El círculo se estrecha
- A ver,
dígame su nombre.
- Rena, Ioseba Rena.
- Ya claro, y trabaja en la minería....
- Pues ahora no, pero en mi joventú....
- Menos cachondeo, que estamos en una investigación policial -advirtió el sargento.
- Oiga... que yo me llamo así y además he trabajado de barrenero ahí en la zona de Ponferrada... ¿Qué quiere que le diga?
- Bueno, venga, no divaguemos... En la tarde de autos ¿quiénes entraron a la sala en la que se alojaba el códice?
- Pues....contando conmigo, creo que cinco personas. Una muchacha que vino a instalar las cámaras de seguridad, el secretario del diretor, el ordenanza y la Ambrosia, la de la limpieza.
- ¿Todos ellos tienen llave de la habitación?
- Hummmmmm.... El secretario sí que la tiene y la Ambrosia la pide en recepción cuando llega y se la da el ordenanza.
- Esta tal Ambrosia, ¿cuánto tiempo lleva trabajando aquí?
- ¡Uy! Ya lleva años, pero mire usté señor, esta mujer es muy hacendosa y no hemos tenido nunca poblemas con ella.
- ¿Qué tal canta?
- ¿Cómo? –soltó Ioseba, estupefacto, sin saber por dónde iban los tiros.
- Le he preguntado qué tal canta la Ambrosia esa.
- Como los mismos ángeles custodios -aseguró Ioseba, a quien la voz destemplada de Ambrosia le sonaba a música celestial, y es que el amor nubla la razón.
- Ya... ¿Y el secretario del director? ¿Canta copla?
Totalmente descolocado por la pregunta de los civiles, Rena se encogió de hombros
- Mire usté, yo a este hombre ni le he oído cantar y por no oírle, ni le he oído las buenas tardes –aseguró Ioseba, a quien el secretario, tan comedido y callado, le resultaba tremendamente antipático.
La pareja de civiles se miraron
solapadamente. Todo el tiempo habían pensado que la ladrona había sido una
mujer, pero quizá estaban equivocados. Quizá las pantorrillas que se adivinaban
en aquellas imágenes borrosas eran de la Ambrosia, pero tal vez estuviera
alguien más con ella en la habitación, canturreando “María de la O”... Había
que contemplar esa posibilidad.
- ¿Dónde podemos encontrar al secretario?
- Tendrán que esperar hasta mañana, él no viene por las tardes a menos que tenga que hacer algo concreto.
- Pero la tarde de autos, ¿él estaba aquí?
- Si, aquella tarde instalaban las cámaras de seguridad y tuvo que venir.
- Muchas gracias señor, su colaboración ha resultado muy esclarecedora.
- A mandar – dijo Ioseba, orgulloso, sin saber que había disipado la única pista que tenía la Guardia Civil en su haber. Ahora tendrían que empezar de cero...
Rena salió sobre las 8.40 del
museo catedralicio, había sido uno de los últimos en ser interrogados y ahora
tenía prisa por llegar a casa. No obstante, se sentía un poco mareado con tanta
pregunta y decidió pasar antes por “Casa Mingo”, un par de calles más abajo,
para tomar un carajillo que le despejara la cabeza y le entonara.
Coro miró a la puerta con
sorpresa cuando vio entrar a Ioseba Rena. “¡Qué
estupenda coincidencia! -pensó- en lugar de que Mahoma vaya a la montaña, la
montaña viene a Mahoma”.
- Buenas tardes. ¿Me recuerda usté? –saludó Coro a Ioseba.
- ¡Carallu, si que me acuerdo de ti, si..!
- ¡Qué casualidad encontrarnos de nuevo! ¿Verdad? -dijo Coro intentando disimular sus verdaderas intenciones.
- Pues si, mira, y yo no suelo venir por aquí, pero esta tarde han estado ahí los civiles, por lo del robo ¿sabes? Y ahí me han tenido 20 minutos venga a preguntarme, total, que me han puesto la cabeza loca y he pensado en tomarme algo... ¿Y tu que haces aquí? ¿Has venido a instalar más cámaras?
- Que va -comentó pesarosa- me han despedido del curro por culpa del dichoso robo, ya sabes, las cámaras y todo eso...
- ¡Vaya por Dios, lo lamento! Pero, ¿qué tienes tú que ver en todo este lío?
- Aquel día las cámaras no funcionaron como deberían haberlo hecho. Estaban enfocando a diferentes lugares y el objetivo lo ensuciaron a propósito para que no se pudiera distinguir nada....
- Pero ¿cómo es posible? Tú recuerdas que cerramos la habitación y nos fuimos juntos de allí, ¿no?
- Otra persona entró a continuación... Por cierto, ¿hay alguna mujer en el museo que se dedique a cantar copla con voz de grajo?
Ioseba Rena se quedó mirándola con curiosidad y asombro
- ¿Sabes? Eres la segunda persona que me pregunta esto en esta tarde… ¿Me vas a contar qué es lo que pasa?
- Rena, Ioseba Rena.
- Ya claro, y trabaja en la minería....
- Pues ahora no, pero en mi joventú....
- Menos cachondeo, que estamos en una investigación policial -advirtió el sargento.
- Oiga... que yo me llamo así y además he trabajado de barrenero ahí en la zona de Ponferrada... ¿Qué quiere que le diga?
- Bueno, venga, no divaguemos... En la tarde de autos ¿quiénes entraron a la sala en la que se alojaba el códice?
- Pues....contando conmigo, creo que cinco personas. Una muchacha que vino a instalar las cámaras de seguridad, el secretario del diretor, el ordenanza y la Ambrosia, la de la limpieza.
- ¿Todos ellos tienen llave de la habitación?
- Hummmmmm.... El secretario sí que la tiene y la Ambrosia la pide en recepción cuando llega y se la da el ordenanza.
- Esta tal Ambrosia, ¿cuánto tiempo lleva trabajando aquí?
- ¡Uy! Ya lleva años, pero mire usté señor, esta mujer es muy hacendosa y no hemos tenido nunca poblemas con ella.
- ¿Qué tal canta?
- ¿Cómo? –soltó Ioseba, estupefacto, sin saber por dónde iban los tiros.
- Le he preguntado qué tal canta la Ambrosia esa.
- Como los mismos ángeles custodios -aseguró Ioseba, a quien la voz destemplada de Ambrosia le sonaba a música celestial, y es que el amor nubla la razón.
- Ya... ¿Y el secretario del director? ¿Canta copla?
Totalmente descolocado por la pregunta de los civiles, Rena se encogió de hombros
- Mire usté, yo a este hombre ni le he oído cantar y por no oírle, ni le he oído las buenas tardes –aseguró Ioseba, a quien el secretario, tan comedido y callado, le resultaba tremendamente antipático.
- ¿Dónde podemos encontrar al secretario?
- Tendrán que esperar hasta mañana, él no viene por las tardes a menos que tenga que hacer algo concreto.
- Pero la tarde de autos, ¿él estaba aquí?
- Si, aquella tarde instalaban las cámaras de seguridad y tuvo que venir.
- Muchas gracias señor, su colaboración ha resultado muy esclarecedora.
- A mandar – dijo Ioseba, orgulloso, sin saber que había disipado la única pista que tenía la Guardia Civil en su haber. Ahora tendrían que empezar de cero...
- Buenas tardes. ¿Me recuerda usté? –saludó Coro a Ioseba.
- ¡Carallu, si que me acuerdo de ti, si..!
- ¡Qué casualidad encontrarnos de nuevo! ¿Verdad? -dijo Coro intentando disimular sus verdaderas intenciones.
- Pues si, mira, y yo no suelo venir por aquí, pero esta tarde han estado ahí los civiles, por lo del robo ¿sabes? Y ahí me han tenido 20 minutos venga a preguntarme, total, que me han puesto la cabeza loca y he pensado en tomarme algo... ¿Y tu que haces aquí? ¿Has venido a instalar más cámaras?
- Que va -comentó pesarosa- me han despedido del curro por culpa del dichoso robo, ya sabes, las cámaras y todo eso...
- ¡Vaya por Dios, lo lamento! Pero, ¿qué tienes tú que ver en todo este lío?
- Aquel día las cámaras no funcionaron como deberían haberlo hecho. Estaban enfocando a diferentes lugares y el objetivo lo ensuciaron a propósito para que no se pudiera distinguir nada....
- Pero ¿cómo es posible? Tú recuerdas que cerramos la habitación y nos fuimos juntos de allí, ¿no?
- Otra persona entró a continuación... Por cierto, ¿hay alguna mujer en el museo que se dedique a cantar copla con voz de grajo?
Ioseba Rena se quedó mirándola con curiosidad y asombro
- ¿Sabes? Eres la segunda persona que me pregunta esto en esta tarde… ¿Me vas a contar qué es lo que pasa?
Continuará...
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