Capítulo 43.- Patadón 2 – Tiqui taca 1
El terreno
de juego estaba
mejor que nunca,
habían pasado el rastrillo y rellenado los hoyos con arenilla. En las
cuatro esquinas del campo habían brotado unos cardos borriqueros que se
clavaban en las pantorrillas de los intrépidos lanzadores de corner. Las líneas
del campo las habían repasado –como un partido de esta categoría exigía- con
tiza aprovechada tras machacar todos los trocitos pequeños de las que ya
quedaban inservibles para seguir escribiendo en la pizarra. El graderío, un
banco de piedra (“poyo” lo llaman en La Mancha) estaba repleto; se calcula que
habría en él más de cinco personas. El árbitro era un cura con sotana que con
aire marcial tocó el pito (el silbato, quiero decir) y comenzó el partido.
Los
chicos de La Salle dominaban el juego realizando todo tipo de florituras que
sólo terminaban cuando un empujón, zancadilla o patadón contrario se empotraba
contra ellos. Sin embargo, los pijos de La Salle estaban más pendientes de que
no se ensuciase de polvo su uniforme que de otra cosa, tanto es así que en un
despeje del central del Caridad, desde el centro del campo, el balón llegó
hasta la portería contraria en una vaselina perfecta logrando así el primer
gol, ante la sorpresa del arquero de La Salle que, en aquél momento se estaba
peinando.
El
árbitro los miró como diciendo “venga, que hay que estar más atentos” y se
arremangó la saya, dándoles la pista para que La Salle también se arremangase y
metiese en faena. Fueron así poniendo cerco a los de Caridad que se defendían
como gato panza arriba y si no les metieron un gol fue precisamente porque los
de La Salle eran incapaces de hacer nada sin recrearse en lo que hacían y así
siempre daban tiempo a que abortasen el remate final. Sin embargo, Enrique
Javier Francisco, su medio volante ofensivo, hizo una rabona y tras dos
bicicletas y un sombrero, antes de dejar caer el balón realizó una chilena que
–aunque no impactó de lleno en el balón fue lo suficiente para que el balón se
dirigiese llorando hasta la línea de gol y finalmente ¡tui! ¡tui! besó la
malla.
El
segundo tiempo fue más de lo mismo y ya estaban pensando en la prórroga cuando
David aprovechó que un defensa contrario estaba llorando porque se había
desollao una rodilla y sin
pensárselo dos veces
pegó un trallazo
que sin contemplaciones se
estrelló en el larguero traspasando a continuación la línea de gol y dando la
victoria y la gloria final al Atlético Caridad. El patadón y tentetieso habían
derrotado al tiqui taca.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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