jueves, 17 de diciembre de 2020

Un cadáver exquisito (47)

 Capítulo 43.- Patadón 2 – Tiqui taca 1 

El  terreno  de  juego  estaba  mejor  que  nunca,  habían pasado el rastrillo y rellenado los hoyos con arenilla. En las cuatro esquinas del campo habían brotado unos cardos borriqueros que se clavaban en las pantorrillas de los intrépidos lanzadores de corner. Las líneas del campo las habían repasado –como un partido de esta categoría exigía- con tiza aprovechada tras machacar todos los trocitos pequeños de las que ya quedaban inservibles para seguir escribiendo en la pizarra. El graderío, un banco de piedra (“poyo” lo llaman en La Mancha) estaba repleto; se calcula que habría en él más de cinco personas. El árbitro era un cura con sotana que con aire marcial tocó el pito (el silbato, quiero decir) y comenzó el partido.

Los chicos de La Salle dominaban el juego realizando todo tipo de florituras que sólo terminaban cuando un empujón, zancadilla o patadón contrario se empotraba contra ellos. Sin embargo, los pijos de La Salle estaban más pendientes de que no se ensuciase de polvo su uniforme que de otra cosa, tanto es así que en un despeje del central del Caridad, desde el centro del campo, el balón llegó hasta la portería contraria en una vaselina perfecta logrando así el primer gol, ante la sorpresa del arquero de La Salle que, en aquél momento se estaba peinando.

El árbitro los miró como diciendo “venga, que hay que estar más atentos” y se arremangó la saya, dándoles la pista para que La Salle también se arremangase y metiese en faena. Fueron así poniendo cerco a los de Caridad que se defendían como gato panza arriba y si no les metieron un gol fue precisamente porque los de La Salle eran incapaces de hacer nada sin recrearse en lo que hacían y así siempre daban tiempo a que abortasen el remate final. Sin embargo, Enrique Javier Francisco, su medio volante ofensivo, hizo una rabona y tras dos bicicletas y un sombrero, antes de dejar caer el balón realizó una chilena que –aunque no impactó de lleno en el balón fue lo suficiente para que el balón se dirigiese llorando hasta la línea de gol y finalmente ¡tui! ¡tui! besó la malla.

El segundo tiempo fue más de lo mismo y ya estaban pensando en la prórroga cuando David aprovechó que un defensa contrario estaba llorando porque se había desollao una rodilla  y  sin  pensárselo  dos  veces  pegó  un  trallazo  que  sin contemplaciones se estrelló en el larguero traspasando a continuación la línea de gol y dando la victoria y la gloria final al Atlético Caridad. El patadón y tentetieso habían derrotado al tiqui taca.


Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…

“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo

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