viernes, 18 de diciembre de 2020

Un cadáver exquisito (48)

 Capítulo 44.- Don Peridone no perdona 

David no volvió a ver a Andrea hasta muchos años más tarde cuando entró a trabajar en la pizzería y nunca tuvo muy claro qué tipo de relación hubo con su madre, si es que existió alguna relación.

Andrea y la Fermi viajaron hasta Nápoles y allí se alojaron en una casa cerca del puerto. Ella se quedaba al cargo de la pequeña casa y él se iba a trabajar al puerto, así durante mucho tiempo sin nada digno de reseñar. Aunque se lo había explicado, la Fermi aún no entendía en que consistía el trabajo de Andrea.  Un día le sorprendió que llegase a casa con un melón... de madera. “¡Qué regalo tan bonito, se parece a los melones de mi melonar!” pensó la Fermi, quien lo cogió con esmero y lo colocó encima de la tele sobre un pañito de encaje de bolillos de Almagro.

Cuando llegó esa noche Andrea empezó a rebuscar. La Fermi le preguntó que qué buscaba y él dijo que un melón de madera que había llevado a mediodía. La Fermi, toda orgullosa le señaló la televisión. Andrea quedó horrorizado y fue corriendo a por él, sin tener ninguna consideración ni por el pañito ni por el esmero con que lo había colocado la Fermi, quien lo había frotado todo bien con lejía y después le había dado una capa de cera Alex para que quedara más reluciente. Por culpa de la precipitación y la capa de cera que le había dado, se cayó el melón al suelo y... se cató, o sea, que se partió y salieron de su interior unos polvos blancos. “¡Mierda! ¡Se ha roto y todo el etirimol está por el suelo!” gritó Andrea.

Se  hizo  un  silencio  y  una  sombra  se  proyectó por la puerta. Andrea miró y quedó petrificado. Era Don Peridone, el máximo capo de aquella zona napolitana. Todos quedaron en silencio y con voz muy suave, Don Peridone susurró: “Andrea, ya veo cómo cuidas nuestro material. Te vas a pasar una larga temporada en el carguero Shanghaitum que parte esta noche”.

Andrea ni siquiera recogió sus cosas. Simplemente, cabizbajo, caminó como un espectro y su sombra, cual espectro, le siguió. Allí acabó la aventura napolitana de la Fermi que tuvo que volver en el primer barco mercante que salía hacia Valencia y de allí a Ciudad Real a recoger a su hijo. Después, con el dinero extra que seguía produciendo su melonar gracias a unas cosechas que no cataba nadie, se instalaría en Madrid con su hijo.


Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…

“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo

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