Capítulo 46.- Sin escapatoria
Pero cuál no sería su sorpresa cuando -estando ya en plena travesía con el Vesubio- comprobó que ese barco también se dirigía a Shangai y llevaba más melones procedentes de la extraña plantación de Tomelloso, del terrateniente D. Jacinto Monteperales y su hijo Jacinto Monteperales Jr. Estaba condenado a trabajar siempre para los mismos amos y a estos, mientras él ayudase en las transacciones y en entretener a los chinos y a los aduaneros de los diferentes países para que no fisgasen demasiado, era suficiente. En su mente estaba conseguir una buena cantidad de dinero que le permitiera montar su propio negocio, una pizzería, y para ello necesitaba hacer méritos ante sus jefes.
La
Fermi, mientras tanto, vivía en Madrid de las rentas de sus melonares y de su
trabajo como sirvienta. Con el padre de su hijo, Jacinto Monteperales o
Jacintillo (era casi de la misma edad) ya había desaparecido aquella
complicidad de años atrás cuando se veían en el pueblo y él jugaba a deshacerle los lazos de su vestido,
entonces ella le perseguía y al final acaban abrazados... hasta que un día ese
abrazó fue un poco más lejos. Pero Jacintillo no quería saber nada de
compromisos y mucho menos con clases bajas, y además era muy voluble y tan
pronto hubo catado el melón pensó que era tiempo de cambiar de menú.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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