Capítulo 55.- Don de lenguas
Mientras
tanto, Toribio se recuperaba de su post operatorio. Miró a toda la gente que
tenía alrededor de su cama. No conocía a ninguno. Entonces habló:
-
Cati...
-
¿Que ha dicho? -dijo Peláez aguzando el oído.
-
Llamará a la enfermera -apuntó Miñambres.
-
Cati... Catilina magno vir erat, sine re familiare, sine fide, sine spe.
-
¡Arrea! -gritó Miñambres- ¡Ha cantao! Ha dicho una cosa que no se entiende pero
que debe ser una declaración. ¡Tu -dijo al cabo primero que estaba fuera
ligando con las enfermeras de guardia-, veste a la comisaría y trai al expertu
en lenguas raras, o antiguas o lo que sea!
-
What a curious! -dijo Wilson comprobando que las constantes vitales eran
correctas.
Peláez
explicó a los allí reunidos que en Quantico, Virginia, se había dado un caso
similar en los años 70, después de una operación parecida. Se trataba de un
virus de quirófano conocido como "latinus tremens" y se caracterizaba
porque el paciente se comunicaba en latín y, posteriormente, adquiría
costumbres muy romanas, como vestir con toga u organizar orgías y bacanales
nocturnas. No se sabía muy bien cómo cursaba pero todos los síntomas apuntaban
a eso.
-
¿Quousque tandem Miñambres, abutere patientia nostra?
Miñambres
escuchaba estupefacto.
-
¿Me ha mentao ese desgraciau? ¡Y a ver que ha dichu! Para mí que se está
cachondeando de nosotrus.
Mientras
Toribio comenzaba a recitar los primeros pasajes de las Catilinarias, Wilson,
tras cruzar unas palabras con Peláez, que era con el único que se entendía,
dejó claras las instrucciones: nada de genéricos porque son más baratos y sólo
curan un rato, y cada 6 horas, administrarle un antiácido y un bocata de
mortadela, a poder ser siciliana. Iba a terminar la segunda Catilinaria cuando
llegó el filólogo en lenguas muertas del cuerpo de la Guardia Civil.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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