Capítulo 38.- Nunca digas...
Violeta vio lo
que vio... y ¡eta! pasó lo que tenía que pasar, eso sí, en un marco de completa
esterilidad como era la sala de envasado de inyectables, tanta esterilidad que
ni siquiera fue necesario usar preservativo.
Pero volviendo
al momento actual, David el pizzero, que siempre
llevaba en la oreja un lapicero aunque no era carpintero, sentía un gran afecto
hacia su jefe, Andrea Canoli, el dueño de “La pizza risueña” y notaba que ese
buen rollo era recíproco a pesar de que él nunca se distinguió por ser un buen
empleado (pizzas que se estrellaban contra el suelo, retrasos innumerables,
bajas por enfermedad por cualquier grano que le saliera, etc.).
Sin
embargo sabía llevar a su jefe a pesar de las manías que tenía, como poner los
envases de ingredientes por orden alfabético y con las etiquetas perfectamente
alineadas o rascarse la barbilla cuando pensaba en algo. Pero más extraño le resultaba que cada vez
que abría su billetero se quedaba mirando su interior durante un largo tiempo y
después de eso permanecía pensativo y silencioso durante muchos minutos.
Tanta
era la curiosidad que eso le despertaba, que aquél día decidió aprovechar un
descuido para investigar. Andrea, como todos los hombres, tenía la costumbre de
llevarse el periódico al váter cuando iba a cagar. Como era un gran aficionado
a la Fórmula 1 y Alonso había hecho una gran carrera, estaba seguro que la
cagada de ese día se prolongaría todo lo que durase la lectura de las páginas
deportivas. Así que aprovechó el momento y tan pronto se metió en el váter fue
sigilosamente a coger su billetero, procurando que nadie lo descubriese puesto
que podrían pensar que iba a robarle y nada más lejos de su imaginación.
Lo
abrió y lo único que le llamó la atención fue una foto en blanco y negro de una
chica. Siguió mirando y allí sólo había unos pocos billetes, un papel en el que
ponía “Milgo E, etirimol, C11H19N3O” (lo cual le sonaba a chino
y no era de extrañar porque al reverso se veía algo escrito en chino), unos
recibos de haber pagado algo con tarjeta, unas tarjetas de crédito... y
entonces David no dio crédito a lo que se le vino encima. Sintió un tremendo
escalofrío por todo el cuerpo y un sudor helado comenzó a chorrearle por el
rostro mientras volvía a mirar la foto ¡No podía ser! ¡No tenía sentido! Pero,
cuanto más miraba la foto más se convencía de que aquella chica era su madre de
joven, Fermina “La Reina de los Melones” como la llamaban en el pueblo aunque a
ella no le hacía ninguna gracia. ¿Qué diantre hacía una foto de su madre en la
billetera del jefe?
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
No hay comentarios:
Publicar un comentario