miércoles, 23 de diciembre de 2020

Un cadáver exquisito (53)

 Capítulo 49.- Escatológicamente hablando 

Pedro se estaba aguantando las ganas. Respirando profundamente.

- Vale, Tati… tú como siempre… tan aguda –“por no decir hijaputa”, pensó- ¿Tú por un casual no sabrás dónde están mis hijos?

- Pues claro que lo sé, bobo. Están aquí con su tita Tati. ¿Dónde van a estar mejor? Contigo desde luego que no, que para una vez que te los deja encargados Tita… la que has podido liar. Lelo.

- Bueno, no se que te habrá contado mi mujercita ni donde se habrá metido, pero ahora voy para tu casa,  te los recojo, me los llevó a Madrid, te agradezco el favor y hasta luego cocodrilo -dijo Pedro intentando no poner retintín en la voz para no encabronar a Tati, pero fue imposible.

- Vas de cráneo, monín -contestó Tati con un tono de voz tipo Carmen de Mairena-. Tita me ha dicho que me los quede. Que cuando resuelva lo del cuartelillo, que va a ser en nada, viene y se queda a dormir aquí, que…

- ¿Cuartelillo? -la cortó Pedro- ¿Que mi mujer está sola en el cuartelillo y no me ha dicho nada? Pero… pero…

- Sola no está, Pedrito. Está con Jacinto. Supongo que prefirió llamar a Jacinto. Más hombre. De largo…-dijo ella, hurgando en la herida...

- ¿Pero por qué esta allí? ¿Y con Jacinto? –“¿Será por lo del incendio?”, pensó automáticamente Pedro. Pero de repente le salió una vena, igualita a la que se le estaba hinchando en el cuello y que estaba al borde de estallar- Pues sabes que te digo, bollera de mierda: que os den a todos. Me las piro. Y si mis hijos quieren saber de mí, ya saben mi número de móvil. Bien que lo utilizan cuando quieren… especialmente para pedir dinero. Hala, a mamarla a Parla.

Y colgó. Y respiró. Y se tiró un impresionante cuesco que era como si de repente se hubieran abierto las puertas de Jericó; las de su libertad. Salió del coche, porque el ambiente se había vuelto irrespirable (literalmente), y decidió llamar a su único amigo de verdad, Jaime. Sería el primero en saber que su vida iba a cambiar. Desde ya. ¡Que cojones! ¡A la mierda! Como decía Fernán Gómez. Sí …¡a la mierda! porque gracias a la mierda vivían todos ellos como príncipes… y así se lo pagaban. “Guia. La J. Jacinto. Te vas a enterar, tonto de los huevos. Jacobo. Jacqueline (mi secre, tiene un polvo), Jairo, Javier, Jazmín (la canguro, dos polvos), Jaime. Ea. Llamar”.

 

Piticlín, piticlín, piticlín, piticlín...



Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…

“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo

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