Capítulo 49.- Escatológicamente hablando
Pedro
se estaba aguantando las ganas. Respirando profundamente.
-
Vale, Tati… tú como siempre… tan aguda –“por no decir hijaputa”, pensó- ¿Tú por
un casual no sabrás dónde están mis hijos?
- Pues claro que lo sé, bobo.
Están aquí con su tita Tati. ¿Dónde van a estar mejor? Contigo desde luego que
no, que para una vez que te los deja encargados Tita… la que has podido liar.
Lelo.
-
Bueno, no se que te habrá contado mi mujercita ni donde se habrá metido, pero
ahora voy para tu casa, te los recojo,
me los llevó a Madrid, te agradezco el favor y hasta luego cocodrilo -dijo
Pedro intentando no poner retintín en la voz para no encabronar a Tati, pero
fue imposible.
-
Vas de cráneo, monín -contestó Tati con un tono de voz tipo Carmen de Mairena-.
Tita me ha dicho que me los quede. Que cuando resuelva lo del cuartelillo, que
va a ser en nada, viene y se queda a dormir aquí, que…
- ¿Cuartelillo? -la cortó Pedro-
¿Que mi mujer está sola en el cuartelillo y no me ha dicho nada? Pero… pero…
- Sola no está, Pedrito. Está con
Jacinto. Supongo que prefirió llamar a Jacinto. Más hombre. De largo…-dijo
ella, hurgando en la herida...
- ¿Pero por qué esta allí? ¿Y con
Jacinto? –“¿Será por lo del incendio?”, pensó automáticamente Pedro. Pero de
repente le salió una vena, igualita a la que se le estaba hinchando en el
cuello y que estaba al borde de estallar- Pues sabes que te digo, bollera de
mierda: que os den a todos. Me las piro. Y si mis hijos quieren saber de mí, ya
saben mi número de móvil. Bien que lo utilizan cuando quieren… especialmente
para pedir dinero. Hala, a mamarla a Parla.
Y
colgó. Y respiró. Y se tiró un impresionante cuesco que era como si de repente
se hubieran abierto las puertas de Jericó; las de su libertad. Salió del coche,
porque el ambiente se había vuelto irrespirable (literalmente), y decidió
llamar a su único amigo de verdad, Jaime. Sería el primero en saber que su vida
iba a cambiar. Desde ya. ¡Que cojones! ¡A la mierda! Como decía Fernán Gómez.
Sí …¡a la mierda! porque gracias a la mierda vivían todos ellos como príncipes…
y así se lo pagaban. “Guia. La J. Jacinto. Te vas a enterar, tonto de los
huevos. Jacobo. Jacqueline (mi secre, tiene un polvo), Jairo, Javier, Jazmín
(la canguro, dos polvos), Jaime. Ea. Llamar”.
Piticlín,
piticlín, piticlín, piticlín...
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
No hay comentarios:
Publicar un comentario