Capítulo 45.- Ron, ron, la botella de ron
La
primera travesía que Andrea hizo en el carguero Shanghaitum fue una pesadilla.
Él amaba el mar, pero para verlo no para ir dando botes dentro del O.F.N.I
(Objeto Flotante No Identificado) que era ese barco. Además, le fueron
encargadas las tareas más ingratas: dar de comer a los rottweiler del capitán
que, del encabronamiento que tenían de estar siempre encerrados, solo pensaban
en cómo zampárselo; ponerse en plena marejada en la proa con los brazos abiertos
a hacer lo que después haría Di Caprio en "Titanic", porque al
contramaestre le ponía tierno; engrasar las válvulas del motor cantando a lo
Sara Montiel en "Los últimos de Filipinas", porque al jefe de
máquinas, que era de Campos de Montiel le ponía "burro"; pelar en la
cocina todas las patatas con la forma de la Catedral de Milán, porque el jefe
de cocina estaba pensando atizarle con ella a algún primer ministro en el
futuro... En definitiva, un auténtico rosario de excentricidades de las que
sólo pudo librarse al simular que había cogido la sarna durante una parada
en Orán
(Argelia), con lo que consiguió que le dejasen abandonado a
su suerte en Alejandría, donde hizo amistad con un tratante de alfombras persas
al que le robó un mono tití en venganza por no pagarle la comisión en la venta
de unos pastilleros que logró colocarles a unos turistas alemanes. Después pudo
enrolarse en el barco de mercancías "Vesubio", donde eran todos más
normales. Sólo tenían que, cuando los marineros bebían más ron de la cuenta,
les daba por recitar a Dante de atrás para adelante.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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