sábado, 19 de diciembre de 2020

Un cadáver exquisito (49)

 Capítulo 45.- Ron, ron, la botella de ron 

La primera travesía que Andrea hizo en el carguero Shanghaitum fue una pesadilla. Él amaba el mar, pero para verlo no para ir dando botes dentro del O.F.N.I (Objeto Flotante No Identificado) que era ese barco. Además, le fueron encargadas las tareas más ingratas: dar de comer a los rottweiler del capitán que, del encabronamiento que tenían de estar siempre encerrados, solo pensaban en cómo zampárselo; ponerse en plena marejada en la proa con los brazos abiertos a hacer lo que después haría Di Caprio en "Titanic", porque al contramaestre le ponía tierno; engrasar las válvulas del motor cantando a lo Sara Montiel en "Los últimos de Filipinas", porque al jefe de máquinas, que era de Campos de Montiel le ponía "burro"; pelar en la cocina todas las patatas con la forma de la Catedral de Milán, porque el jefe de cocina estaba pensando atizarle con ella a algún primer ministro en el futuro... En definitiva, un auténtico rosario de excentricidades de las que sólo pudo librarse al simular que había cogido la sarna durante una parada en  Orán  (Argelia),  con  lo que consiguió que le dejasen abandonado a su suerte en Alejandría, donde hizo amistad con un tratante de alfombras persas al que le robó un mono tití en venganza por no pagarle la comisión en la venta de unos pastilleros que logró colocarles a unos turistas alemanes. Después pudo enrolarse en el barco de mercancías "Vesubio", donde eran todos más normales. Sólo tenían que, cuando los marineros bebían más ron de la cuenta, les daba por recitar a Dante de atrás para adelante.


Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…

“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo

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