Capítulo 35.- Adiós bocadillo, adiós
Lo
que no podía sospechar Violeta era que, a fin de proporcionar a Toribio una
muerte fulgurante, también le había vertido en el cóctel el contenido de un
frasquito de Gramoxone (paraquat) que le había dado un amigo que tenía un amigo
jardinero que era amigo del dueño de un vivero. Violeta pensaba utilizar ese
herbicida para secar los hierbajos que crecían en el canalón del desagüe del
tejado del chalet y que podrían obstruirlo. La etiqueta del Gramoxone lo decía
bien claro: “seca cualquier hierba, en cualquier momento y en cualquier lugar”
por lo que era ideal para esa labor de retoque que tanto gusta a los
jardineros, y por supuesto, también para “secar” a ese guarda entrometido.
Pero lo que tampoco sabía Violeta era lo que decía la etiqueta del Gramoxone, un error común en todos los humanos que sólo acudimos al manual de instrucciones cuando llevamos dos o tres horas sin conseguir que funcione lo que hemos comprado. Pues bien, el principio activo de este herbicida, paraquat, al que con razón se ha llamado “el veneno sin antídoto”, contiene en su formulación un emético para que si alguien se lo bebe accidentalmente, vomite y así salga de su cuerpo ese líquido mortal. Eso fue lo que sucedió: el Gramoxone ingerido le provocó un vómito que hizo que saliese no sólo el líquido herbicida sino también todo lo demás, una trouppe de venenos a cual más mortal pero obstruidos todos por un tapón de pan y mortadela que se le había situado a la entrada del estómago.
Fue justo entonces cuando ella lo supo de boca del sargento Miñambres. Este la miró muy fijamente y le mostró un papel (sin dejar leérselo) al tiempo que decía:
- Ha tenido usted mucha suerte. No sabemus por qué –aún tardará en llegar el análisis toxicológicu- pero el guarda de la urbanización, el tal Toribio, no ha muertu. Está en cuidados intensivos y es posible que salga con vida de esta, aunque con el lavado de estómagu que le han hecho en la sala de urgencias, es posible que tenga que decir adiós a los peazu bocadillus de mortadela que se endilgaba tos los días.
Pero lo que tampoco sabía Violeta era lo que decía la etiqueta del Gramoxone, un error común en todos los humanos que sólo acudimos al manual de instrucciones cuando llevamos dos o tres horas sin conseguir que funcione lo que hemos comprado. Pues bien, el principio activo de este herbicida, paraquat, al que con razón se ha llamado “el veneno sin antídoto”, contiene en su formulación un emético para que si alguien se lo bebe accidentalmente, vomite y así salga de su cuerpo ese líquido mortal. Eso fue lo que sucedió: el Gramoxone ingerido le provocó un vómito que hizo que saliese no sólo el líquido herbicida sino también todo lo demás, una trouppe de venenos a cual más mortal pero obstruidos todos por un tapón de pan y mortadela que se le había situado a la entrada del estómago.
Fue justo entonces cuando ella lo supo de boca del sargento Miñambres. Este la miró muy fijamente y le mostró un papel (sin dejar leérselo) al tiempo que decía:
- Ha tenido usted mucha suerte. No sabemus por qué –aún tardará en llegar el análisis toxicológicu- pero el guarda de la urbanización, el tal Toribio, no ha muertu. Está en cuidados intensivos y es posible que salga con vida de esta, aunque con el lavado de estómagu que le han hecho en la sala de urgencias, es posible que tenga que decir adiós a los peazu bocadillus de mortadela que se endilgaba tos los días.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
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