Capítulo 39.- Más se perdió en Cuba
Mientras
sucedía esta alocada sucesión de acontecimientos, Pía y Edu, los vástagos de
Pedro y Violeta, habían sido recogidos en el cuartelillo por Tati, la
mejor amiga de Violeta, que la llamó para pedirle el favor de acogerlos
mientras se aclaraba la situación. Tati era la única persona que estaba al
tanto de las "guarreridas españolas" que hacía Tita con Jacinto.
El
verdadero nombre de Tati era Aniceta, como se llamaban todas los/las
primogénitos/as del apellido Tirabeque en honor a Aniceto Tirabeque, el cabo
del esquilmado ejército español en La Habana (Cuba) que hundió, sin querer, el
acorazado de Estados Unidos “Maine”, en los conflictos que se produjeron en
1898. Por este motivo o excusa, los USA y España entraron en guerra directa por
primera y única vez. Nos fue mal. Quedamos subcampeones.
Realmente lo que ocurrió es que, por esa manía que tenía de llevar el puro encendido mientras lo hacía todo, se le cayó una ceniza en ascua sobre el dedo gordo del pie derecho, soltando la mina flotante que llevaba para el polvorín en el espigón del puerto. Tuvo suerte y la marea la llevó a la bocana del puerto donde impactó aleatoriamente con el acorazado yanqui.
En un primer momento fue directo a las mazmorras de la guarnición, pero cuando el azar hizo su trabajo con el “Maine”, fue liberado y homenajeado como un héroe. Este suceso no llegó nunca a conocerse públicamente y permanece en el "silencio de la historia oficial". De hecho usted, lector/a, jamás deberá contarlo. Nadie le creerá. No me extraña.
Volviendo
a Tati, como el diminutivo natural de Aniceta era Teta, ya desde pequeña optó
por Tati. Pobre de aquél que se le ocurriese bromear con la primera
alternativa. Conocía a Tita desde que estudiaron juntas 10 años en el internado
del Colegio de las Hermanas Irlandesas de la Misericordia, en Sigüenza
(Guadalajara). Tati era lesbiana, lo sabía desde que tenía uso de razón. Las
monjas también lo sabían y no fueron misericordes con ella. Tati y Tita. Tita y
Tati. Tanto monta monta tanto. ¡Vaya dos patas para un banco!
Realmente lo que ocurrió es que, por esa manía que tenía de llevar el puro encendido mientras lo hacía todo, se le cayó una ceniza en ascua sobre el dedo gordo del pie derecho, soltando la mina flotante que llevaba para el polvorín en el espigón del puerto. Tuvo suerte y la marea la llevó a la bocana del puerto donde impactó aleatoriamente con el acorazado yanqui.
En un primer momento fue directo a las mazmorras de la guarnición, pero cuando el azar hizo su trabajo con el “Maine”, fue liberado y homenajeado como un héroe. Este suceso no llegó nunca a conocerse públicamente y permanece en el "silencio de la historia oficial". De hecho usted, lector/a, jamás deberá contarlo. Nadie le creerá. No me extraña.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
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