Capítulo 29.- Atando cabos
Peláez
se unió al sargento Miñambres en el interrogatorio. Violeta se sentía
derrotada. Estaba cansada y nerviosa. La tensión le estaba produciendo un
terrible dolor de estómago.
- Va...va...vamos a empezar por el principio -dijo Peláez dirigiéndose a ella.
Antes de quedar en estado seudovegetativo, Toribio, entre vomitonas y estertores, había señalado a Violeta como la responsable de su desgracia: "ha sido ella que es bu balaaaaaaaaaaaaa" "mu guarra la tiaaaaaaa"..."¡Se entiende con el señor Jacinto, la muy...!" No llegó a terminar la frase. Se quedó en el inter. ¡Ploff! Sin embargo, había dicho lo suficiente para crear serias dudas sobre la implicación de Violeta en toda la historia.
- Enga señora, procure no abusar de nuestra pacencia -apuntó Miñambres echándole el humo del puro en la cara a la detenida.
Peláez y él se acercaron más a ella, en una actitud claramente intimidatoria. Violeta se estaba derrumbando, no podía más.
Mientras
tanto Pedro había reparado en las notas de "gastos" que se incluían
al final de cuadernito de Jacinto. "Jimmy Choo para V., 500€, La perla
para V. 250€, Bolso Loewe para V. 890€"... y así seguía. "Caray, qué
casualidad -se dijo Pedro a sí mismo- esta V tiene los mismos gustos caros que
mi señora"... Y es que su señora, últimamente, había ampliado muchísimo su
fondo de armario con adquisiciones de este tipo, gracias a que le habían dado
una sustanciosa bonificación en su trabajo. Violeta se dedicaba a hacer demostraciones
de la Thermomix a domicilio, una ocupación a tiempo parcial que, sin embargo,
le servía para cubrir sus agujeros y llenar su armario....
- Va...va...vamos a empezar por el principio -dijo Peláez dirigiéndose a ella.
Antes de quedar en estado seudovegetativo, Toribio, entre vomitonas y estertores, había señalado a Violeta como la responsable de su desgracia: "ha sido ella que es bu balaaaaaaaaaaaaa" "mu guarra la tiaaaaaaa"..."¡Se entiende con el señor Jacinto, la muy...!" No llegó a terminar la frase. Se quedó en el inter. ¡Ploff! Sin embargo, había dicho lo suficiente para crear serias dudas sobre la implicación de Violeta en toda la historia.
- Enga señora, procure no abusar de nuestra pacencia -apuntó Miñambres echándole el humo del puro en la cara a la detenida.
Peláez y él se acercaron más a ella, en una actitud claramente intimidatoria. Violeta se estaba derrumbando, no podía más.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
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