Al haberme criado en un lugar de La Mancha, de cuyo
nombre sí me acuerdo –Daimiel- me pide el corazón incluir en este libro una
referencia a un deporte que, aunque no lo he practicado nunca, es el deporte
rey en Daimiel: la Tángana.
Según parece, este deporte, para el que se requiere
“mucha destreza y fuerza física” según el organizador de algunos de los
campeonatos, Emiliano González, consiste en derribar un objetivo en forma de
palo o “seto” con la “tángana”, un disco de hierro de unos diez centímetros de
diámetro que se lanza para conseguir el objetivo situado a una distancia de 25
metros. El que más “setos” derribe, gana.
Buscando en las fuentes de la sabiduría, es decir, en el
Oráculo de Internet, o sea, Wikipedia, este juego (yo prefiero llamarlo deporte
ya que, por ejemplo, requiere más esfuerzo físico que el ajedrez al que sí
llaman deporte) presenta numerosas variantes de unas zonas a otras: “al ser un
juego popular y no reglado más que por la tradición, se practica de forma peculiar
en cada comarca, pudiendo encontrarse diferencias incluso entre localidades
vecinas. También los Reglamentos que se han confeccionado para su práctica en
competiciones oficiales pueden variar de unas provincias a otras”.
Se indica también que este deporte era popular en tiempos
de Fernando III el Santo, rey de Castilla (1217-1252) y de León (1230-1252) y
ha recibido diversos nombres a lo largo de la historia y de la geografía, tales
como “chito”, “tángana”, “tanga”, “tuta”, etc., si bien, como hemos dicho
antes, cada región lo ha adaptado a su idiosincrasia y de ahí que algunos
consideren la “Tángana” de Daimiel como su deporte autóctono.
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