Uno de los deportes de agua más espectaculares es el de
los Saltos ornamentales, que pueden hacerse desde un trampolín o desde una
plataforma mucho más elevada. Esta disciplina deportiva se puede ejercitar
tanto de forma individual como en pareja (sincronizada), y requiere una
tremenda agilidad, elasticidad, coordinación, equilibrio, fortaleza, etc.,
existiendo numerosas competiciones a todos los niveles.
En mi caso, como en el de la mayoría de las personas,
esos Saltos ornamentales no se han hecho desde mucha altura, sino sólo desde el
borde de la piscina o desde un trampolín que no solía estar demasiado alto.
Alguna vez he hecho eso que se llama un “Clavado” lanzándome de cabeza lo más
perpendicular posible al agua, pero no me ha gustado llevar la nariz sin poder
tapármela con la mano o con unas gafas de bucear. Porque intentarlo sí que lo
he intentado (eso de tirarme de cabeza con gafas de bucear puestas) pero el
resultado, como podéis imaginar, ha sido desastroso: gafas fuera y agua
entrándome por todas partes. Por el contrario, mi especialidad, en la que más
he brillado, ha sido en tirarme de pie, tapándome la nariz con una mano.
Puede pensarse en un primer momento que eso es muy soso y
que tiene poco mérito; pero estamos hablando de una disciplina deportiva llamada
Saltos ornamentales, y la ornamentación significa adorno... y eso es lo que he
hecho: adornarlo de mil y una maneras imaginables. Unas veces en plan bomba
(con las piernas entrelazadas), otras veces en plan “sentadilla”, otras veces
completamente de pie, otras veces tomando mucha carrerilla para llegar lo más
lejos posible, otras veces completamente pegado al borde, otras veces haciendo
monadas con brazos y piernas, otras veces fingiendo que pierdo el equilibrio o
que quiero volar como un pájaro... como se ve, cada vez que saltaba ofrecía a
los espectadores un nuevo y sorprendente “ornamento” que hacía las delicias de
los espectadores... siempre que no estuvieran muy cerca, ya que ese tipo de
saltos salpica bastante y eso no suele gustar a los que se dedican a tomar el
sol todo el tiempo (digo yo que por qué no se van más lejos a tomar el sol).
Como muestra de la agilidad que tenía al realizar estos
saltos, baste decir que a veces movía en el aire los dos brazos, pero eso sí,
antes sumergirme en el agua ya me había tapado la nariz con una mano (eso se
llama buenos reflejos). En cuanto a la altura de los trampolines creo que en
alguna ocasión llegué a saltar de uno que estaba a dos metros de altura,
concretamente en Alhama de Aragón (Zaragoza) en un lago de aguas termales en
donde al caer sentías una sensación de confort muy agradable ya que la
temperatura del agua rondaba los 30ºC.
Yo simplemente diría a todos aquellos que quieren
disfrutar haciendo Saltos ornamentales, que utilicen su imaginación y ofrezcan
a los espectadores –como hacía yo- un variado repertorio de saltos, que no sea
siempre eso tan monótono y repetitivo de saltar a lo bomba una y otra vez.
¡Imaginación al poder!
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