miércoles, 15 de mayo de 2024

Ping pong (1)

El Tenis de mesa, más popularmente conocido como Ping Pong es el deporte que cuenta con mayor número de deportistas practicándolo en todo el mundo, más incluso que el Fútbol, concretamente más de 40 millones de personas son asiduos practicantes de Ping Pong (supongo que la gran afición que hay en China por este deporte –y los chinos son muchos millones- es la que le hace superar al fútbol). Nació en 1870 en Inglaterra como una derivación del Tenis y en el año 1988 (olimpiadas de Seúl) pasó a considerarse deporte olímpico. Como curiosidad respecto a su nombre, decir que no se llama “Pin Pon” sino “Ping Pong”; que la denominación más académica hoy en día es la de “Tenis de mesa” (así están catalogadas las diferentes Federaciones; y que el amigo de la gallina Caponata, Don Pimpón, curiosamente se llamaba igual que este deporte ya que, aunque parezca mentira, no es correcto decir “Pin pon” pero sí se puede decir “Pimpón”.
 
Practicar el Tenis de mesa está al alcance de cualquiera ya que las raquetas y pelotas necesarias son muy baratas, y el terreno de juego es... una mesa. Claro que posiblemente yo haya inventado una nueva variante de este deporte: el “Tenis de mesilla”. Al practicarlo con asiduidad desde mi más temprana juventud, organizando múltiples e interminables campeonatos con mis amigos, no disponíamos de tanto dinero como para estar todo el día en los billares pagando el alquiler de las mesas reglamentarias de Ping Pong, así que teníamos que recurrir a las mesas de comedor de cualquiera de nuestras casas. Disponíamos así de diferentes campos para practicar este deporte: la casa de Eduardo y Rafael Alcántara, la casa de Paco Sanz Cabrera, mi propia casa... y en cada una de ellas la mesa del comedor tenía diferentes dimensiones, como diferente era el escaso espacio libre que teníamos para movernos alrededor durante la partida. Ninguna de estas mesas llegaba, ni por asomo, a las medidas reglamentarias, de ahí lo de “Tenis de mesilla”, pero esto, lejos de ser un inconveniente, exigía mucha más pericia de nosotros. Con menos espacio para movernos y mucho menos espacio a donde enviar la pelota, la dificultad era extrema y la velocidad del juego se hacía más alta: a menor recorrido mayor velocidad. La potencia podía ser interesante, pero mucho más lo era la habilidad y, como pude comprobar más tarde, las habilidades adquiridas durante la práctica del Tenis de mesilla resultaron muy válidas para la posterior práctica del auténtico Tenis de mesa.
 

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