jueves, 23 de mayo de 2024

Rugby

Al Rugby (que ahora resulta que se le puede llamar “Rugbi” aunque yo me resisto a hacerlo y le seguiré llamando “Rugby”), se le considera un deporte de equipo y de contacto, que se juega con un balón en forma de melón, en un campo que puede ser de tierra o de hierba, pero que siempre acaba siendo de barro, y en donde los jugadores se quieren muchísimo, porque siempre se están abrazando. Hace poco vi un partido de Rugby en el campo central de Tres Cantos, con un césped inmaculado... al comienzo del partido; porque al final no quedaba ni rastro del césped, todo era un amasijo de barro.
 
Si no hubiese sido por las retransmisiones televisivas del famoso Torneo Cinco Naciones, donde se daban cita las mejores selecciones de Europa, y en las cuales nos iban explicando sus reglas y su jerga técnica (“melé” que significa: mogollón de tíos todos apelotonados; “hooker” que es el encargado de sacar el balón de esos líos dándole con el talón; “ensayo” que supone el premio a una jugada y permite tirar para colar el melón entre los palos superiores de la “H” -que así es la forma de la portería- y te hace ganar muchos puntos; etc.).
 
Teniendo en cuenta pues estos detalles, no es de extrañar que durante la juventud, en la pandilla de amigos, donde todos nos queríamos mucho, jugásemos alguna vez a este deporte, aunque no siempre teníamos a nuestra disposición un balón de Rugby sino que utilizábamos uno de fútbol. Tampoco teníamos porterías de Rugby... quiero decir que tampoco teníamos porterías, porque jugábamos en un descampado de la Casa de Campo. Lo que sí hacíamos era correr, pasarnos el balón unos a otros, lanzarnos en plancha y abrazar al que llevaba el balón, e intentar, cuando tenías la posesión del balón, llegar hasta la línea de fondo (marcada con un palo sobre la tierra) y colocarlo sobre el suelo, lo cual valía varios puntos (de contabilización, no de sutura). Porque como éramos amigos, no llegábamos a la sutura, todo se quedaba en raspones, magulladuras o pequeñas heridas propias de las lindezas del terreno de juego.
 
Pero como ya digo, también en una ocasión jugamos con balón oficial de Rugby y pudimos comprobar cómo pegar una patada al mismo es lo más impredecible que puedas imaginar; nunca aciertas hacia dónde saldrá disparado el balón. De lo que me quedé con las ganas fue de jugar con un melón de verdad para después, al finalizar, comerlo entre todos.
 

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