Más allá de la adicción incuestionable que provoca el tabaco, está el peligro de utilizarlo como una herramienta “socializante”, algo así como un “rompehielos” que ayuda a entablar conversaciones y a facilitar la relación con los demás. Se ha venido utilizando así desde hace muchas décadas y frases como “¿Un cigarrillo?” ó “¿Fumas?”, al tiempo que s eofrecía un cigarrillo tras el primer saludo, ha formado indisoluble de nuestra conducta social. Tan correcto como decir “buenas tardes” era ofrecer a continuación un cigarrillo.
Para la Asociación Española de Pediatría (AEP) la entrada en vigor de la nueva Ley del tabaco es una excelente oportunidad para poner en marcha medidas educativas y programas de deshabituación tabáquica que se dirijan a cambiar esta costumbre. Según ha declarado el vicepresidente de la AEP, Antonio Nieto, hay que exponer "con toda su crudeza" los efectos nocivos del tabaco y sobre todo despojarlo de esa imagen que siempre lo ha acompañado de producto placentero y socializante.
Podríamos empezar por llevar siempre una cajetilla de tabaco en el bolsillo y cada vez que nos paremos a saludar a alguien mostrársela ofreciéndole un cigarrillo al tiempo que le decimos “¿te apetece tener cáncer?” o algo similar.
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