Eso es lo que nos decían de pequeños cuando hacíamos algo malo. Nuestros padres, siempre benevolentes, trataban de imponer la cordura y que una simple reprimenda -con el consiguiente propósito de enmienda- fuese suficiente para no tener que pasar a palabras mayores, léase castigo.
Muy paternal debía sentirse el juez cuando ha aplicado ese mismo proceder a un médico que estaba acusado de falsificar recetas médicas para conseguir un fármaco con hormonas del crecimiento y venderlo después a deportistas. El inculpado ha reconocido su mala acción, aceptando una pena de dos años de cárcel, dos de inhabilitación para ejercer la medicina y una multa de 2.170 euros. Sin embargo, no ingresará en prisión si es bueno y no vuelve a cometer ningún otro delito durante los próximos tres años. Del “papá, voy a ser bueno” hemos pasado al “Sr, Juez, voy a ser bueno”.
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