domingo, 7 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (98)

Capítulo 95.- Armando Lama Rimorena
 
Sonó el teléfono en el GRECO (Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado y Violento). Lo cogió la agente Rosa Palomares.
- Greco. ¿Dígame?
- Le llamo del 112. Soy Manuel Caravantes, oficial de guardia. Me han informado de un posible 3.14 en el Hospital Central. Por lo que me han contado se ha organizado un disturbio que ha mutado en pelea. Se han oído frases en un idioma del Este, pistolas y tiros, y se ha visto a individuo de estilo matón americano y maniobras ofensivas de estilo de artes marciales orientales propias de la Yakuza, la mafia japonesa. Están involucrados aproximadamente entre 15 y 20 personas que se están dando cera pero bien. Creo que este tema les compete.
- Donde hay gresca, ahí está el GRECO. Déjelo en nuestras manos. Muchas gracias. Y Rosa colgó.
Palomares llamó a su jefe superior, el Inspector Jefe Armando Lama Rimorena, conocido en el Cuerpo Nacional de Policía como El tío de la Vara.
- Jefe, tenemos un posible 3.14 o quizás un 3.14.16 en el Hospital Central.
- Vamos payá -dijo Lama Rimorena-. Los efectivos listos en 3 minutos en el vehículo.
- A la orden -contestó la agente Palomares.
A los dos minutos cincuenta y cinco segundos el vehículo especial del GRECO, salía a todo meter en dirección al Hospital.
- Tiempo aproximado de llegada, Chumi -le preguntó Lama Rimorena a su conductor, apodado Chumi por Schumacher.
- 2,50 -le contestó.
Era el momento de arengar a sus hombres. Mazas, Risto, Casius, Rambo, Sadam, Pollo Loco y Daisy eran sus efectivos.
- Escuchadme todos. Nos enfrentamos a un posible 3.1416 que puede evolucionar en un terrible 3.14159265358979323846. No quiero bajas entre la población civil, pero seremos rápidos y contundentes. ¡Me habéis entendido escoria policial!
- ¡Señor, sí, señor!
- Inspector, 10 segundos a destino -cantó Chumi.
Frenazo en la puerta del hospital.
- Todos listos. Ya, todos a la puta calle. ¡U-HA! -gritó.
- ¡U-HA! -gritaron todos como una sola voz.
Salieron del vehículo como los toros en san fermines.
En esas Teófilo salía de dentro del quiosco hecho una piltrafa. Pero como todavía le quedaban jirones del traje de vigilante, Lama Rimorena vio que era de las fuerzas del orden y le preguntó:
- ¿Cuantos son y donde están? ¡Por dios! ¡Cómo le han puesto!
- Son muchos y están en la segunda planta.
Y se desmayó.
- ¡Grecos! A la segunda. Preparen gases lacrimógenos y camuflaje.
Subieron por la escalera mientras todos los presenten les aplaudían enfervorecidos. “Estos reconocimientos espontáneos de la ciudadanía me ponen burro”, pensó Lama Rimorena. El grupo no lo pensaba. Es que no pensaban. Solo atizaban.
Encararon el pasillo de la 216. Estaba abarrotao.
Lama Rimorena, ordenó:
- Gases hasta que parezca la fábrica de La Casera.
PUM PUM PUM. FUASHHH. FUASHHH. FIUUU.
Y todo se puso blanco, precisando más, blanco roto como los vestidos de novia.
Como si fuera un avión aterrizando pasando las nubes.

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