Capítulo 92.- Hasta la mortadela y más allá
El
Dr. Astilla cogió el BMW descapotable rojo y salió volando hacia el Hospital
Central. Estaba entre colérico y acojonado. Entre Pinto y Valdemoro. Entre
Ramón y Cajal. Sabía por el celador, de los cuchicheos entre Zurdo y Palominos
en el quirófano. “Seguro que Zurdo le ha franqueado la puerta de los archivos
al Palomo y el muy cotilla ya lo sabe todo. Palomo, Palomino –pensaba- te voy a
mandar a cazar gamusinos. Me quieres hundir la reputación que me he ganado
laboriosamente, gracias a mi absoluta falta de honradez”. Era herencia de
familia. Su padre, el Dr. Ataúlfo Astilla, ya hacía trampas hasta en los
solitarios. “La genética tiene estas cosas”, se justificaba.
Desde el coche llamó a McKarran.
- Yes, aló…
- McKarran… soy el Dr. Astilla. Tenemos un problema. Creo que el Dr. Palominos se huele toda la tostada, nos va a denunciar, seguro.
- ¿Why huele tostadas Palominos? ¿Estaban caducadas, off? ¿What culpa tenemos us nosotros de Palomino’s toast?
- McKarran, todo lo que tienes de listo para hacer negocios lo tiés de tontol’haba. Vente corriendo a mi despacho en el Hospital. Llama a tu “bestia”. Le vamos a necesitar. Houston tenemos un problema.
- Yo no llamar Houston. I McKarran. Yo ya estar en Hospital. Bestia estar en coche mío. Subir cagando milks como dicen ustedes. Yo esperar en salida de elevator segunda floor. ¿Ok?
- Allí nos vemos, estoy llegando. Ya te estás poniendo las pilas para sacarnos de esta.
- ¿Pilas? ¿Poner yo? ¿Las pilas no llevar en el trajo de luses los toreadores entre las piernas? Yo no togego olé.
Astilla colgó. No estaba de humor ni para acordarse en ese momento de su santa mother.
Dejo tirado el descapotable en la puerta, delante de Teófilo y le tiró las llaves:
- Cuídamelo y te daré una buena propina cuando salga. ¿Ok? No esperó respuesta.
Y salió corriendo para dentro.
Teófilo, estaba confundido. Él era un profesional del orden y el control. Había logrado pasar las duras pruebas de admisión en SecuriTiritas, la empresa de seguridad especializada en centros de salud. Y con matrícula. Gracias a sus desvelos y a imponer en la entrada del hospital un régimen de control similar a la GESTAPO, había logrado la nominación al premio más prestigioso del sector “La Porra de Oro”. Tanto esfuerzo para nada. Por unos pizzeros y un prepotente con pasta gansa.
Su carrera estaba acabada. Aunque no lo hubiera visto nadie, él lo sabía. Era un blando. Pero por lo menos se iba a dar un gusto. Se iría a lo grande. Como Thelma y Louise. Esta comparación le pareció un poco gay. Como en “Dos hombres y un destino”. Mejor.
Le pegó una patada a la moto. De un impecable salto (9,5-9,6-9,8-9,6 le puntuaron los jubilados que estaban siempre allí), se subió al BMV 650i Cabrio, 490 caballos, metió la llave en el contacto y lo arrancó. Rugió. Teófilo cogió su gorra reglamentaria y la lanzó al aire diciendo:
- Mi jaca, galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto caminí to de Jereeez.
Pisó el embrague. Metió la primera. Aceleró a tope. Soltó el embrague. Voló. Directo al interior del kiosco de periódicos de Petra, que se salvó de milagro porque estaba fuera discutiendo con el repartidor del Hola.
Astilla
salió del ascensor donde encontró a McKarran y a la Bestia esperándole. Estos
no se habían enterado de la bronca, porque venían por otra ala del hospital y
aunque oían gritos lo achacaron a lo alto que hablan los españoles.
Para ir al despacho de Astilla tenían que pasar por la 216. En esta habitación acababa de entrar Chencho que, dando una patada a la puerta, y con el pito charanguero, dio un bufido que todos se le quedaron mirando. Los que tenían todavía presencia cognitiva. Fue un ruido extraño. Sonó antes como un disparo. Kurkowsky que estaba detrás de la puerta, del susto se pegó un tiro en un pie. Y fue a salir de la habitación -chillando en cirílico- a la pata coja del pie bueno, el otro iba chorreando sangre.
- Por la momia de Lenin que alguien va a pagar por esto…
Y fue a agarrarse a Eva. Infeliz.
Tati le aplicó un HASAMI-SHUTO UCHI (golpe de tijera con ambos shutos en el cuello), haciéndole caer como un saco de patatas encima de Violeta, que gritó como si le hubiera caído el Sputnik encima. Más o menos.
En el trayecto de caída pegó, con el pie bueno, un patadón en la cara de Andrea, que seguía sin digerir lo de la paternidad de David por el señor Jacinto. Como tenía la boca abierta por el asombro, del impacto salieron despedidos dos dientes que entraron limpiamente en las cuñas metálicas. El azar, que es caprichoso.
En ese momento se encontraron de frente en el pasillo delante de la 216, el sargento Miñambres y el Dr. Palominos por un lado y por el otro aparecieron el Dr. Astilla, McKarran, y la Bestia. También venía por este lado Anacleta, que desgarrada de amor al ver a su pimpollo, le gritó:
- Palo, ya no podemos ocultar lo nuestro por más tiempo... Palo, ai lof yu forever.
Y de la emoción se desmayó allí mismo. También se le soltó la tripa.
Y para colmo también venían corriendo por el mismo pasillo (por el lado del sargento Miñambres), Toribio y el gabacho, que habían birlado una silla de ruedas y se habían escapado de las enfermeras. Toribio, iba un poco (bueno, quiero decir bastante) grogui y alucinando por los brutales calmantes que le habían aplicado. Le decía al franchute:
- Mira, Fransuá, un río de mortadela con las orillas de candeal... Para un rato, que me ha entrao la gusa.
Desde el coche llamó a McKarran.
- Yes, aló…
- McKarran… soy el Dr. Astilla. Tenemos un problema. Creo que el Dr. Palominos se huele toda la tostada, nos va a denunciar, seguro.
- ¿Why huele tostadas Palominos? ¿Estaban caducadas, off? ¿What culpa tenemos us nosotros de Palomino’s toast?
- McKarran, todo lo que tienes de listo para hacer negocios lo tiés de tontol’haba. Vente corriendo a mi despacho en el Hospital. Llama a tu “bestia”. Le vamos a necesitar. Houston tenemos un problema.
- Yo no llamar Houston. I McKarran. Yo ya estar en Hospital. Bestia estar en coche mío. Subir cagando milks como dicen ustedes. Yo esperar en salida de elevator segunda floor. ¿Ok?
- Allí nos vemos, estoy llegando. Ya te estás poniendo las pilas para sacarnos de esta.
- ¿Pilas? ¿Poner yo? ¿Las pilas no llevar en el trajo de luses los toreadores entre las piernas? Yo no togego olé.
Astilla colgó. No estaba de humor ni para acordarse en ese momento de su santa mother.
Dejo tirado el descapotable en la puerta, delante de Teófilo y le tiró las llaves:
- Cuídamelo y te daré una buena propina cuando salga. ¿Ok? No esperó respuesta.
Y salió corriendo para dentro.
Teófilo, estaba confundido. Él era un profesional del orden y el control. Había logrado pasar las duras pruebas de admisión en SecuriTiritas, la empresa de seguridad especializada en centros de salud. Y con matrícula. Gracias a sus desvelos y a imponer en la entrada del hospital un régimen de control similar a la GESTAPO, había logrado la nominación al premio más prestigioso del sector “La Porra de Oro”. Tanto esfuerzo para nada. Por unos pizzeros y un prepotente con pasta gansa.
Su carrera estaba acabada. Aunque no lo hubiera visto nadie, él lo sabía. Era un blando. Pero por lo menos se iba a dar un gusto. Se iría a lo grande. Como Thelma y Louise. Esta comparación le pareció un poco gay. Como en “Dos hombres y un destino”. Mejor.
Le pegó una patada a la moto. De un impecable salto (9,5-9,6-9,8-9,6 le puntuaron los jubilados que estaban siempre allí), se subió al BMV 650i Cabrio, 490 caballos, metió la llave en el contacto y lo arrancó. Rugió. Teófilo cogió su gorra reglamentaria y la lanzó al aire diciendo:
- Mi jaca, galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto caminí to de Jereeez.
Pisó el embrague. Metió la primera. Aceleró a tope. Soltó el embrague. Voló. Directo al interior del kiosco de periódicos de Petra, que se salvó de milagro porque estaba fuera discutiendo con el repartidor del Hola.
Para ir al despacho de Astilla tenían que pasar por la 216. En esta habitación acababa de entrar Chencho que, dando una patada a la puerta, y con el pito charanguero, dio un bufido que todos se le quedaron mirando. Los que tenían todavía presencia cognitiva. Fue un ruido extraño. Sonó antes como un disparo. Kurkowsky que estaba detrás de la puerta, del susto se pegó un tiro en un pie. Y fue a salir de la habitación -chillando en cirílico- a la pata coja del pie bueno, el otro iba chorreando sangre.
- Por la momia de Lenin que alguien va a pagar por esto…
Y fue a agarrarse a Eva. Infeliz.
Tati le aplicó un HASAMI-SHUTO UCHI (golpe de tijera con ambos shutos en el cuello), haciéndole caer como un saco de patatas encima de Violeta, que gritó como si le hubiera caído el Sputnik encima. Más o menos.
En el trayecto de caída pegó, con el pie bueno, un patadón en la cara de Andrea, que seguía sin digerir lo de la paternidad de David por el señor Jacinto. Como tenía la boca abierta por el asombro, del impacto salieron despedidos dos dientes que entraron limpiamente en las cuñas metálicas. El azar, que es caprichoso.
En ese momento se encontraron de frente en el pasillo delante de la 216, el sargento Miñambres y el Dr. Palominos por un lado y por el otro aparecieron el Dr. Astilla, McKarran, y la Bestia. También venía por este lado Anacleta, que desgarrada de amor al ver a su pimpollo, le gritó:
- Palo, ya no podemos ocultar lo nuestro por más tiempo... Palo, ai lof yu forever.
Y de la emoción se desmayó allí mismo. También se le soltó la tripa.
Y para colmo también venían corriendo por el mismo pasillo (por el lado del sargento Miñambres), Toribio y el gabacho, que habían birlado una silla de ruedas y se habían escapado de las enfermeras. Toribio, iba un poco (bueno, quiero decir bastante) grogui y alucinando por los brutales calmantes que le habían aplicado. Le decía al franchute:
- Mira, Fransuá, un río de mortadela con las orillas de candeal... Para un rato, que me ha entrao la gusa.
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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