viernes, 26 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (117)

Capítulo 114.- ¡Muerte a Adela!
 
Mientras tanto, Pedro Bareta recorría a toda velocidad el tramo Tomelloso-Madrid sin importarle los radares. Es más, cada vez que el GPS le avisaba de un radar, aceleraba para que la multa fuese lo más gorda posible... como el coche no era suyo... Así, no es de extrañar que llegase en menos de hora y media hasta el polígono industrial donde estaba el laboratorio Future Farma. Aparcó a unas ciruelas de distancia, ya que por allí no había manzanas sino solo unos cuantos ciruelos que decoraban el jardín japonés de EnteraMark, el principal rival de MediaMarkt con el que mantenía un litigio por eso del registro de marcas y el dichoso slogan “No te quedes a medias y ven a EnteraMark” que tanto molestaba a los de MediaMarkt.
 
Bajó del coche y echó un vistazo para comprobar si lo había cerrado bien, cuando le pareció ver algo en el asiento de atrás. Abrió otra vez la puerta y vio que era un billetero. Para su asombro y satisfacción era de Jacinto Monteperales. Allí estaban sus tarjetas de crédito, dos billetes de 100 euros y uno de 50 que inmediatamente cambiaron de propietario, algunas tarjetas de visita y... la tarjeta de acceso al laboratorio. ¡Podría entrar y el único rastro que quedaría registrado sería el de Monteperales! ¡Ya ni siquiera tendría que esperar al día siguiente en que el guardia de seguridad al que había sobornado Kurkowsky haría la vista gorda! ¡Podía hacerlo ahora! Fue tanta la alegría que le dio que tuvo que parar un momento para hacer pis. Después se acercó sigilosamente y esperó a que el vigilante siguiese su ronda para, en ese momento, acceder al interior.
 
Se fue derecho al despacho de McKarran y al armario de seguridad donde guardaban toda la información sensible. El problema era abrir ese armario sin hacer ruido. Empezó con un abrecartas que, por la falta de uso desde que todos los envíos  se hacen por e-mail, se había quedado oxidado. Pero eso no era suficiente. Pensó: “Lo más difícil siempre es lo más fácil”, se dijo. Abrió el cajón de la mesa, rebuscó entre el material de escritorio y libretas que guardaba allí y ¡bingo! allí había una llave de seguridad. Efectivamente, en la “C” de “Cortajiñaplus Forte” estaba toda la documentación por triplicado. Se quedó con una copia que introdujo debajo de su ropa, dejándola sujeta al cuerpo con la goma de los calzoncillos. Y de esta guisa salió buscando la habitación donde se registraban las grabaciones de video: No podía permitir que todos sus movimientos quedasen grabados en video. Con la tarjeta de Monteperales abrió la habitación ignífuga donde se protegían los servidores y el centro de seguridad. Buscó los archivos de grabación de video, dio “delete” para borrar todo lo que hubiesen grabado, a continuación apagó todas las cámaras y salió pitando ya que el guarda de seguridad se daría cuenta y acudiría allí para ver qué había pasado.
 
El descenso por las escaleras fue lo más complicado porque a cada escalón que bajaba, el dossier se le clavaba en sus partes, así que tenía que meterse una mano por debajo de la camisa para sujetar el dossier, manteniendo en la otra la tarjeta con la que iba abriendo las sucesivas puertas. Al fin salió, llegó al coche, conectó el móvil que le había apagado la Bestia, y marcó el número de Kurkowsky:
- Aquí Pili. ¿Eres Mili?
- ¿Qué quieres, Pili?
-  El encargo ya está hecho.
-  ¡Pero si era mañana cuando debías hacerlo!
-  Sí, pero soy un hombre de recursos... sin recursos económicos suficientes para todo lo que se me viene encima, así que ya está hecho y quiero la pasta.
- Está bien, pero ahora voy camino de Tomelloso con un subnormal que no se separa de mí ni a tiros.
A Pedro le pareció escuchar que alguien decía algo así como “¡muerte a Adela!”, pero no sabía que era Toribio pidiendo mortadela para desesperación de Kurkowsky.
- Pues yo no vuelvo a Tomelloso, yo me voy a mi casa y allí te espero –le respondió Pedro.

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