Capítulo 114.- ¡Muerte a Adela!
Mientras tanto, Pedro
Bareta recorría a toda velocidad el tramo Tomelloso-Madrid sin importarle los
radares. Es más, cada vez que el GPS le avisaba de un radar, aceleraba para que
la multa fuese lo más gorda posible... como el coche no era suyo... Así, no es
de extrañar que llegase en menos de hora y media hasta el polígono industrial
donde estaba el laboratorio Future Farma. Aparcó a unas ciruelas de distancia,
ya que por allí no había manzanas sino solo unos cuantos ciruelos que decoraban
el jardín japonés de EnteraMark, el principal rival de MediaMarkt con el que
mantenía un litigio por eso del registro de marcas y el
dichoso slogan “No te quedes a medias y ven a EnteraMark” que tanto molestaba a
los de MediaMarkt.
Bajó del coche y echó un
vistazo para comprobar si lo había cerrado bien, cuando le pareció ver algo en
el asiento de atrás. Abrió otra vez la puerta y vio que era un billetero. Para
su asombro y satisfacción era de Jacinto Monteperales. Allí estaban sus
tarjetas de crédito, dos billetes de 100 euros y uno de 50 que inmediatamente
cambiaron de propietario, algunas tarjetas de visita y... la tarjeta de acceso
al laboratorio. ¡Podría entrar
y el único rastro que quedaría registrado sería el de Monteperales! ¡Ya ni
siquiera tendría que esperar al día siguiente en que el guardia de seguridad al
que había sobornado Kurkowsky haría la vista gorda! ¡Podía hacerlo ahora! Fue
tanta la alegría que le dio que tuvo que parar un momento para hacer pis.
Después se acercó sigilosamente y esperó a que el vigilante siguiese su ronda
para, en ese momento, acceder al interior.
Se fue derecho al
despacho de McKarran y al armario de seguridad donde guardaban toda la
información sensible. El problema era abrir ese armario sin hacer ruido. Empezó
con un abrecartas que, por la falta de uso desde que todos los envíos se hacen por e-mail, se había quedado
oxidado. Pero eso no era suficiente. Pensó: “Lo más difícil siempre es lo más
fácil”, se dijo. Abrió el cajón de la mesa, rebuscó entre el material de
escritorio y libretas que guardaba allí y ¡bingo! allí había una llave de
seguridad. Efectivamente, en la “C” de “Cortajiñaplus Forte” estaba toda la
documentación por triplicado. Se quedó con una copia que introdujo debajo de su
ropa, dejándola sujeta al cuerpo con la goma de los calzoncillos. Y de esta
guisa salió buscando la habitación donde se registraban las grabaciones de
video: No podía permitir que todos sus movimientos quedasen grabados en video.
Con la tarjeta de Monteperales abrió la habitación ignífuga donde se protegían
los servidores y el centro de seguridad. Buscó los archivos de grabación de
video, dio “delete” para borrar todo lo que hubiesen grabado, a continuación
apagó todas las cámaras y salió pitando ya que el guarda de seguridad se daría
cuenta y acudiría allí para ver qué había pasado.
El descenso por las
escaleras fue lo más complicado porque a cada escalón que bajaba, el dossier se
le clavaba en sus partes, así que tenía que meterse una mano por debajo de la
camisa para sujetar el dossier, manteniendo en la otra la tarjeta con la que
iba abriendo las sucesivas puertas. Al fin salió, llegó al coche, conectó el
móvil que le había apagado la Bestia, y marcó el número de Kurkowsky:
- Aquí Pili. ¿Eres Mili?
- ¿Qué quieres, Pili?
- El encargo ya está hecho.
- ¡Pero si era mañana cuando debías hacerlo!
- Sí, pero soy un hombre de recursos... sin recursos económicos suficientes para todo lo que se me viene encima, así que ya está hecho y quiero la pasta.
- Está bien, pero ahora voy camino de Tomelloso con un subnormal que no se separa de mí ni a tiros.
A Pedro le pareció escuchar que alguien decía algo así como “¡muerte a Adela!”, pero no sabía que era Toribio pidiendo mortadela para desesperación de Kurkowsky.
- Pues yo no vuelvo a Tomelloso, yo me voy a mi casa y allí te espero –le respondió Pedro.
- Aquí Pili. ¿Eres Mili?
- ¿Qué quieres, Pili?
- El encargo ya está hecho.
- ¡Pero si era mañana cuando debías hacerlo!
- Sí, pero soy un hombre de recursos... sin recursos económicos suficientes para todo lo que se me viene encima, así que ya está hecho y quiero la pasta.
- Está bien, pero ahora voy camino de Tomelloso con un subnormal que no se separa de mí ni a tiros.
A Pedro le pareció escuchar que alguien decía algo así como “¡muerte a Adela!”, pero no sabía que era Toribio pidiendo mortadela para desesperación de Kurkowsky.
- Pues yo no vuelvo a Tomelloso, yo me voy a mi casa y allí te espero –le respondió Pedro.
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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