Capítulo 108.- ¡Eeeh Macarena...
auuuhh!
Charly
tuvo que dejar como pudo su coche en un descampado a la entrada del pueblo.
Realmente era imposible avanzar hasta el centro dada la cantidad de personal
que había acudido al evento mega-pizzero para conseguir el Guinness.
Cogió su “violín” y dirigió sus pasos hacia el Casino San Fernando.
La marea humana llenaba las calles y tuvo que meterse en el tsunami manchego esperando que le llevase hacia el centro. El destino razonable.
En el camino, algún niño, al verle con ese maletín tan característico decía a sus padres:
- Mira papa… mira mama… un músico de la banda.
Charly
les dedicaba una sonrisa. Estaba acostumbrado al comentario. “Si ellos supieran
lo que llevo dentro…”, pensaba para sí.
De repente llegó a una plaza abarrotada y pudo ver una iglesia al fondo.
“Esa debe de ser la que me dijo el paisano. Y al lado estará el casino”, pensó.
Por si acaso le preguntó a una señora. Lo más amable que pudo, habiendo visto cómo se las gastaban por allí:
- Por favor, ¿el casino de San Fernando?
- Lo tié alante. Mírelo. ¿Viene a tocar en el baile? ¡Ehhh Macarena… auuuu!
- No señora. Soy violinista de música clásica y mañana me presento a las pruebas para una plaza de la orquesta Orfeo de Ciudad Real. Pero no he querido perderme este gran evento mundial.
Le respondió con tanto detalle gracias a un cartel que había visto anunciar dicha orquesta al aparcar el coche. Esta charla le serviría como práctica de coartada en las breves horas que pensaba pasar allí. Un tipo con un estuche de violín no era habitual por esos pagos.
- Pué que tenga mucha suerte -le contestó la señora.
- Gracias –devolvió el cumplido Charly- Voy a tomarme algo al Casino, que con este calor me voy a deshidratar.
- Vaya, vaya.
A la señora ya se le había metido la “Macarena” en la sesera y se alejó cantando a grito pelao:
Dale a tu cuerpo alegría Macarena
que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena
dale a tu cuerpo alegría Macarena
eeeh Macarena.... aaauh!
Charly entró al Casino
que estaba de bote en bote. Había que reconocer a Agostino.
Se acercó a la barra como pudo y logró llamar la atención de un camarero.
- Hombre, ya van llegando los músicos -le dijo el barman.
Esta vez, Charly no entró en más detalles. Le sonrió y le pidió una Coca Cola con mucho hielo.
- ¡Marchando una coca helada para el maestro!
Mientras llegaba su
bebida, miró su reloj. Las siete en punto. Se sintió orgulloso de su
profesionalidad. Cogió su móvil y llamo al teléfono de contacto. Si Agostino
estaba allí, así le reconocería.
Piticlín, piticlín, piticlín, piticlín...
Al fondo de la barra un hombre alto, moreno, camisa negra y con una cicatriz que le iba desde la boca a la oreja cogió su móvil.
- ¿Pronto?
- La pasta como en casa de
la mamma en ningún sitio. Estoy en el otro extremo de la barra.
Agostino colgó y se
dirigió hacia él.
- Hola Charly. Tenía ganas de conocerte. Buena pieza que debes ser cuando te han encargado un trabajo tan importante. Tómate esa basura yanqui y salgamos de esta locura para poder hablar de los detalles.
Cogió su “violín” y dirigió sus pasos hacia el Casino San Fernando.
La marea humana llenaba las calles y tuvo que meterse en el tsunami manchego esperando que le llevase hacia el centro. El destino razonable.
En el camino, algún niño, al verle con ese maletín tan característico decía a sus padres:
- Mira papa… mira mama… un músico de la banda.
De repente llegó a una plaza abarrotada y pudo ver una iglesia al fondo.
“Esa debe de ser la que me dijo el paisano. Y al lado estará el casino”, pensó.
Por si acaso le preguntó a una señora. Lo más amable que pudo, habiendo visto cómo se las gastaban por allí:
- Por favor, ¿el casino de San Fernando?
- Lo tié alante. Mírelo. ¿Viene a tocar en el baile? ¡Ehhh Macarena… auuuu!
- No señora. Soy violinista de música clásica y mañana me presento a las pruebas para una plaza de la orquesta Orfeo de Ciudad Real. Pero no he querido perderme este gran evento mundial.
Le respondió con tanto detalle gracias a un cartel que había visto anunciar dicha orquesta al aparcar el coche. Esta charla le serviría como práctica de coartada en las breves horas que pensaba pasar allí. Un tipo con un estuche de violín no era habitual por esos pagos.
- Pué que tenga mucha suerte -le contestó la señora.
- Gracias –devolvió el cumplido Charly- Voy a tomarme algo al Casino, que con este calor me voy a deshidratar.
- Vaya, vaya.
A la señora ya se le había metido la “Macarena” en la sesera y se alejó cantando a grito pelao:
Dale a tu cuerpo alegría Macarena
que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena
dale a tu cuerpo alegría Macarena
eeeh Macarena.... aaauh!
Se acercó a la barra como pudo y logró llamar la atención de un camarero.
- Hombre, ya van llegando los músicos -le dijo el barman.
Esta vez, Charly no entró en más detalles. Le sonrió y le pidió una Coca Cola con mucho hielo.
- ¡Marchando una coca helada para el maestro!
Piticlín, piticlín, piticlín, piticlín...
Al fondo de la barra un hombre alto, moreno, camisa negra y con una cicatriz que le iba desde la boca a la oreja cogió su móvil.
- ¿Pronto?
- Hola Charly. Tenía ganas de conocerte. Buena pieza que debes ser cuando te han encargado un trabajo tan importante. Tómate esa basura yanqui y salgamos de esta locura para poder hablar de los detalles.
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
No hay comentarios:
Publicar un comentario