Capítulo 110.- Cambio de perspectiva
- Bravo, bravo,
coraggioso spagnolo. Questo è il tipo di uomini che ammiro e voglio avere di
me. Andiamo, Pifa, può lasciarsi andare che hai guadagnato il mio rispetto.
No muy seguro de lo que estaba haciendo, pero sorprendido igualmente como todos los demás, Pifa lo soltó con delicadeza y se dirigió a Don Peridone:
- Le ruego que me perdone, pero mi obligación es proteger este melonar.
- Fatto e finito... (levantó la vista) ... ma ora...
Todos se volvieron hacia el sendero, contemplando la nube de polvo que se acercaba al tiempo que se oía cómo todas las armas liberaban sus seguros y apuntaban hacia allí.
Pronto la nube de polvo dejó ver un Hummer negro que frenó en seco a pocos metros. Se abrió la puerta del conductor y salió Silvester, la Bestia.
- Traigo mercancía, Don Peridone.
Y dicho esto abrió la puerta y salió McKarran. Abrió después la puerta trasera y no bajaba nadie. Al asomarse a su interior, la Bestia pudo contemplar cómo Jacinto y Pedro se repartían puñetazos y se zarandeaban mutuamente mientras una libreta cada vez más destrozada pasaba de unas manos a otras. Así que se acercó a ellos y muy suavemente y con extrema dulzura les dijo:
- ¡Fueraaaaaa!
Pedro y Jacinto salieron despacio, y la Bestia los colocó a todos en fila, delante de Don Peridone quien, lentamente, empezó a pasar revista.
No muy seguro de lo que estaba haciendo, pero sorprendido igualmente como todos los demás, Pifa lo soltó con delicadeza y se dirigió a Don Peridone:
- Le ruego que me perdone, pero mi obligación es proteger este melonar.
- Fatto e finito... (levantó la vista) ... ma ora...
Todos se volvieron hacia el sendero, contemplando la nube de polvo que se acercaba al tiempo que se oía cómo todas las armas liberaban sus seguros y apuntaban hacia allí.
Pronto la nube de polvo dejó ver un Hummer negro que frenó en seco a pocos metros. Se abrió la puerta del conductor y salió Silvester, la Bestia.
- Traigo mercancía, Don Peridone.
Y dicho esto abrió la puerta y salió McKarran. Abrió después la puerta trasera y no bajaba nadie. Al asomarse a su interior, la Bestia pudo contemplar cómo Jacinto y Pedro se repartían puñetazos y se zarandeaban mutuamente mientras una libreta cada vez más destrozada pasaba de unas manos a otras. Así que se acercó a ellos y muy suavemente y con extrema dulzura les dijo:
- ¡Fueraaaaaa!
Pedro y Jacinto salieron despacio, y la Bestia los colocó a todos en fila, delante de Don Peridone quien, lentamente, empezó a pasar revista.
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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