lunes, 1 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (92)

Capítulo 89.- Kárate a muerte en la 216
 
Teófilo, el guardia de seguridad de la puerta del hospital, tras darse cuenta del marrón que le habían colocado con la moto-pizza, además de la angustia que le producía no poder atender los pedidos que sin parar le hacían las visitas antes de entrar al hospital, decidió llamar al teléfono que venía rotulado en el cajetín.
- ¡La pizza risueña, hacemos la pizza con la que todo el mundo sueña! ¿Dígame? -contestó Andrea que, como siempre, estaba al pie del cañón.
- Deseo que venga aquí cagando leches a por esta Vespino que me han dejado a mi cargo sin comerlo ni beberlo… -contestó Teófilo.
- Será porque no habrá querido… nuestra oferta super-risueña… una pizza familiar y dos bebidas a…
- ¡Que se calle! ¡Que o viene ahora mismo a la puerta principal del Hospital Central o mando la moto a que la hagan la autopsia!… tiene 5 minutos.
- Voy para allá. ¿Le llevo algo para picar…? tenemos unos aros de cebolla…
- Ya está corriendo el tiempo. Y colgó.
Menos mal que el hospital estaba al lado. La moto tenía que ser de David, fijo; pensó Andrea. Era el único que tenía permiso especial para llevársela a su casa. Y las otras cuatro estaban al lado de la furgoneta.
Emulando a las viejas glorias italianas de las carreras de coches, Andrea salió derrapando camino del hospital.
Cuando estaba a medio camino, vio a Fermina esperando el autobús que llevaba al Hospital Central. Paró en seco delante suyo.
- Vaya, Fermi, ¿cómo estás? ¡Qué alegría verte! ¿Qué haces aquí?
- Hola  Andrea  -contestó  secamente  Fermina-.  Voy  al Hospital Central a repetirme unos análisis que parece que la primera vez dieron unos resultados extraños y me los han tenido que volver a hacer. Y tú, ¿a dónde vas?
- Súbete Fermi, que te llevo y te lo cuento de camino.
- Quiá me voy a montar contigo. Vas dao.
- Es por David. Creo que está en un lío.
Fermina subió de inmediato.
 
Andrea llegó justamente en el momento que Teófilo empezaba a arrastrar la moto al aparcamiento.
- Agente, dijo Andrea, soy el propietario de este vehículo especial acondicionado para el transporte domiciliario de delicias gastronómicas italianas…
- Vaya, el pizzero… ya estaba a punto de liquidarla.
- Pero ¿y el chico que se la dejó? - preguntó Fermina.
- Subió como alma que lleva el diablo, y lo ha tenido que encontrar porque parece que se está liando una buena en la planta segunda.
Andrea y Fermina, salieron igualmente pitando para arriba, quedándose Teófilo con el coche de Andrea atravesado delante de él y las llaves en su mano, como si él fuera un guardacoches, con una cara entre: A) me cago en tó; B) esto me pasa por ser buena gente; C) me falta autoridad; D) todas las respuestas son correctas.
Iba a utilizar el comodín de la llamada y... comunicaba. “Ua..ua.. uaaaaaa. Ohhhh”.
 
Mientras tanto Tati y Eva, amor a primera vista, embelesaditas una de la otra paseaban por la segunda sin oír la bronca monumental.
Pero al pasar por delante de la 216, con la puerta abierta, Tati vio a Edu dando convulsiones aéreas alrededor del cuello de Chuk.
No vio que Kurkowsky estaba detrás de la puerta intentando calmar la situación con la exhibición de una pistola. Pero el KGB no le había preparado para esta situación.
Sin pensárselo dos veces, y gracias a sus  conocimientos de artes marciales, Tati le aplicó a Chuk un TETSUI-UCHI (KENTSUI-UCHI) (golpe de martillo) en todo el pecho, que tuvo un efecto inminente. ¡Zás! Al suelo. Edu salió volando cayendo encima de Jacinto que del golpe recobró el conocimiento.
Eva, por su código deontológico, intentó ayudar a Chuk y como éste iba ciego se agarró a los pechos de Eva que pegó un grito. En estas que lo oyó Tati:
- A mi chica solo le toca las tetas yo, te la has cargado, patán.
Y le arreó un MAE-ENPI-UCHI (golpe con el codo hacia delante) en las narices que le tumbó de espaldas.
David intentó ayudar a Edu, al fin y al cabo iba a ser su cuñado pero Jacinto en otro vahído se agarró a los dos y los arrastró a la cama.
En estás apareció Fermina en la habitación y viendo la extraña maniobra de Jacinto le gritó:
- ¡Desgraciao, pedestre! (quería haberle llamado pederasta, pero le salió eso) ¡Que estás haciendo con mi hijo! ¡Te mato!
Y Fermina se lanzó con el bolso en ristre aplicándole a Jacinto un TEVASAACORDARTOALAVIDADELA-HEBILLA-DELBOLSOCUANDOTEMIRESENLESPEJO (o sea, bolsazo radical en toda la cara) consiguiendo su objetivo pero desestabilizándose y cayendo de bruces sobre Vandam, al que le daba lo mismo, porque su conocimiento estaba apagado o fuera de cobertura en ese momento.

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