domingo, 28 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (119)

Capítulo 116.- Agostino, Rodolfo Agostino.
 
Agostino salió del casino con ese aire de italiano sobrao inconfundible. Charly le seguía con el “violín”. No se fiaba de él ni de nadie, pero tenía que hacer “el trabajo”. Sí o sí.
Iban sorteando los ríos de gente variopinta que a esas horas ya habían disfrutado de su trozo de récord mundial, consiguiendo los más, unos manchurrones en su vestimenta que como medallas honoríficas cerdúpetas así lo corroboraran.
Entraron en el Hotel Ramomar, un hotel de tres estrellas, la máxima calificación hotelera del pueblo, algo así como el Palace de La Mancha.
Subieron directamente a la primera planta saludando escuetamente al recepcionista que se quedó con las ganas de mantener una breve conversación en italiano para practicar el curso a distancia del idioma “Viva la pasta al dente” del Instituto Amaretto di Milán (el inventor de la goma de borrar). Pero tenía esperanzas de conseguir esta práctica “in vivo” con los extraños italianos que habían reservado toda la segunda planta pero que todavía no habían llegado.
Agostino abrió la habitación 112. Estaba pegada al ascensor y desde el interior por la mirilla veía perfectamente la escalera. Esto le permitía poder controlar los movimientos dentro del hotel.
- Ponte cómodo, Charly.
Charly, en esas situaciones, no estaba nunca relajado. Intentaba mantener un aspecto tranquilo pero en su interior estaba más tenso que la cara de Meryl Streep después de una sesión de botox. Pero se sentó en la silla del pequeño despacho con que contaba la habitación.
- Don  Peridone -dijo Agostino sentado en la cama- tiene reservada toda la segunda planta para él y su séquito. Él utilizará la 222, que es la que este hotel tiene preparada para los ilustres visitantes que tienen ocasión de hacer noche aquí. Además he conseguido saber que tiene intención de cenar en la trattoria “Marquinetti”. Me he enterado por una ragazza de la cocina de ese restaurante, que naturalmente no ha podido resistir a mis evidentes encantos latinos y a la que he sonsacado toda la información mientras se fumaba un cigarrito en la puerta de entrada, después de la locura del Guinness. Han cerrado el reservado de VIP’s y les esperan a las 10 de la noche. Pensaba que esta locura de la pizza gigante nos podía fastidiar la operación, pero creo que este desbarajuste nos va a permitir actuar sin levantar sospechas.
- Magnífica información Agostino -le contesto Charly, haciéndole la pelota azzurra que se notaba le encantaba- pero tu trabajo se acaba aquí. Yo actúo solo. Bueno, yo y el buitre -dijo mientras palmeaba la funda de la ametralladora.
- Y ahora, ¿dónde está Don Peridone?
- No lo sé, vino uno de sus hombres al hotel para asegurarse que estaba todo correcto y oí decirle al recepcionista que llegarían tarde pero que llegarían.
- Me pregunto… ¿que estarán haciendo en este pueblo? ¿Qué se le habrá perdido a Don Peridone por estos lares? -dijo Charly tan floreado como le habían enseñado de chico en su escuela colombiana- Muy importante tiene que ser para que salga de su castillo en Palermo (Sicilia, Italia). Mejor que esté preocupado por algo. Así bajará la guardia en su seguridad.
- Y ¿cómo lo vas a hacer? -le preguntó Agostino- ¿Y cuando? para poder largarme cuando antes.
- Eso no te lo voy a decir, por mí como si te vas ahora mismo. No te necesito.
- Ya, ya, Charly, pero a mi me han mandado que me asegure de que cumples tu encargo y luego dar aviso a Cosenza. Tanto si tienes éxito como si no… se va a montar una buena. Va a correr más sangre que en una película gore.
- Bueno… está bien… cumples órdenes de mis clientes…  pero  no  hagas nada sin antes contármelo.  Vamos a dar una vuelta. Quiero ver la trattoria. Y además ya me está entrando hambre.

 

sábado, 27 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (118)

Capítulo 115.- Lo que se siente se vive
 
Cuando el Dr. Palominos llegó al parque, se encontró a Anacleta llorando sin parar y le preguntó el motivo, a lo que ella le respondió: “¡Tengo que olvidarme de tí porque mi padre no nos dejará vivir nuestro amor!”. Palominos no daba crédito a lo que oía, no sabía qué decir, se quedó bloqueado, le dió la taquicardia, y de una voltereta doble aterrizó en el tronco de un árbol... “Ahora o nunca”, pensó Anacleta y se levantó corriendo, cogió de nuevo la bici y se fue a tronchamontes (es decir, campo a través) hacia un convento donde no podría ver  a  su  amado.   Iba  más  rápido  que  Cancellara en una  contrarreloj y se contentaba pensando "lo que se siente se vive; siempre estarás en mi corazon...”.

viernes, 26 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (117)

Capítulo 114.- ¡Muerte a Adela!
 
Mientras tanto, Pedro Bareta recorría a toda velocidad el tramo Tomelloso-Madrid sin importarle los radares. Es más, cada vez que el GPS le avisaba de un radar, aceleraba para que la multa fuese lo más gorda posible... como el coche no era suyo... Así, no es de extrañar que llegase en menos de hora y media hasta el polígono industrial donde estaba el laboratorio Future Farma. Aparcó a unas ciruelas de distancia, ya que por allí no había manzanas sino solo unos cuantos ciruelos que decoraban el jardín japonés de EnteraMark, el principal rival de MediaMarkt con el que mantenía un litigio por eso del registro de marcas y el dichoso slogan “No te quedes a medias y ven a EnteraMark” que tanto molestaba a los de MediaMarkt.
 
Bajó del coche y echó un vistazo para comprobar si lo había cerrado bien, cuando le pareció ver algo en el asiento de atrás. Abrió otra vez la puerta y vio que era un billetero. Para su asombro y satisfacción era de Jacinto Monteperales. Allí estaban sus tarjetas de crédito, dos billetes de 100 euros y uno de 50 que inmediatamente cambiaron de propietario, algunas tarjetas de visita y... la tarjeta de acceso al laboratorio. ¡Podría entrar y el único rastro que quedaría registrado sería el de Monteperales! ¡Ya ni siquiera tendría que esperar al día siguiente en que el guardia de seguridad al que había sobornado Kurkowsky haría la vista gorda! ¡Podía hacerlo ahora! Fue tanta la alegría que le dio que tuvo que parar un momento para hacer pis. Después se acercó sigilosamente y esperó a que el vigilante siguiese su ronda para, en ese momento, acceder al interior.
 
Se fue derecho al despacho de McKarran y al armario de seguridad donde guardaban toda la información sensible. El problema era abrir ese armario sin hacer ruido. Empezó con un abrecartas que, por la falta de uso desde que todos los envíos  se hacen por e-mail, se había quedado oxidado. Pero eso no era suficiente. Pensó: “Lo más difícil siempre es lo más fácil”, se dijo. Abrió el cajón de la mesa, rebuscó entre el material de escritorio y libretas que guardaba allí y ¡bingo! allí había una llave de seguridad. Efectivamente, en la “C” de “Cortajiñaplus Forte” estaba toda la documentación por triplicado. Se quedó con una copia que introdujo debajo de su ropa, dejándola sujeta al cuerpo con la goma de los calzoncillos. Y de esta guisa salió buscando la habitación donde se registraban las grabaciones de video: No podía permitir que todos sus movimientos quedasen grabados en video. Con la tarjeta de Monteperales abrió la habitación ignífuga donde se protegían los servidores y el centro de seguridad. Buscó los archivos de grabación de video, dio “delete” para borrar todo lo que hubiesen grabado, a continuación apagó todas las cámaras y salió pitando ya que el guarda de seguridad se daría cuenta y acudiría allí para ver qué había pasado.
 
El descenso por las escaleras fue lo más complicado porque a cada escalón que bajaba, el dossier se le clavaba en sus partes, así que tenía que meterse una mano por debajo de la camisa para sujetar el dossier, manteniendo en la otra la tarjeta con la que iba abriendo las sucesivas puertas. Al fin salió, llegó al coche, conectó el móvil que le había apagado la Bestia, y marcó el número de Kurkowsky:
- Aquí Pili. ¿Eres Mili?
- ¿Qué quieres, Pili?
-  El encargo ya está hecho.
-  ¡Pero si era mañana cuando debías hacerlo!
-  Sí, pero soy un hombre de recursos... sin recursos económicos suficientes para todo lo que se me viene encima, así que ya está hecho y quiero la pasta.
- Está bien, pero ahora voy camino de Tomelloso con un subnormal que no se separa de mí ni a tiros.
A Pedro le pareció escuchar que alguien decía algo así como “¡muerte a Adela!”, pero no sabía que era Toribio pidiendo mortadela para desesperación de Kurkowsky.
- Pues yo no vuelvo a Tomelloso, yo me voy a mi casa y allí te espero –le respondió Pedro.

jueves, 25 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (116)

Capítulo 113.- Todo por la próstata
 
El sargento Miñambres estuvo dos horas intentando poner algo de orden en el hospital ayudando a la Policía Nacional que se había hecho cargo de la situación. Ahora estaba esperando a que viniera a recogerle su guardia primero Peláez dando vueltas por el vestíbulo del hospital con la cabeza gacha y mascullando frases ininteligibles. Estaba enfadado, de muy mala leche. Las alas del tricornio se le habían doblado para arriba y parecía el mismo demonio con la cara congestionada de la ira.
Se le había escapado el tal Toribio en sus mismas narices al tener que ir al servicio un momento. La próstata. La puta próstata.
El vivalavirgen del guardia Chencho Gandía se había metido  en  la  216  momentos  antes  de  oírse un tiro y no sabía dónde estaba. Por lo menos el cadáver no estaba.
Los GRECO la habían montado buena, permitiendo con semejante exhibición de humo, que más parecía un concierto de Iron Maiden que una acción policial, que se escapasen por la patilla todos los implicados en diversos actos ilícitos y/o criminales. Mejor dicho, con las dos patillas y pitando.
El que venía bajando por la escalera y pitando “La barbacoa”, como si nada, era el tarambana del Chencho con su maldito pito charanguero.
- A sus órdenes mi sargento. Hay que ver la que se ha montao en el hospital. Paresía la Cabargata de los carnavales de Cái… arsa. –sin darse cuenta de la cara de cabreo de Miñambres se le escapó un “Cómo me guzta la barbiquiu…”.
Y al que también se le escapó, pero una mano, fue a Miñambres que le atizó en todo el pito y este salió volando por el vestíbulo haciendo “fiushhh” y cayendo dentro de un moño de una choni adolescente poligonera que imitaba al de Amy Winehouse.
- Pero Gandía… ¿a tí es que te falta un tornillu o te caíste en una marmita de manzanilla de pequeñu y te has quedadu gil para toda la vida?
- Mi sargento… ¡que mar genio tié uted! Le va a dar un patatús, un aderrame cerebral, una úrsera duodenar, un…
- Gandía, tú si que me das dolor de cabeza. Calla, calla, que no estoy pa bromas. ¿Dónde te habías metidu, gañan? Creí que te habían pegadu un tiro.
- No se me artere mi sargento. No me ha pasao ná. Si en el fondo me tié apresio. Er tiro se lo metió el Kurkowsky a sí mismo, er muy panoli. Yo creo que ese tipo no es trigo límpio. Se lo digo yo, que de burlangas sé una miaja. Yo salí siguiendo a la enfermera que sacó a tos de la manita. Luego me encontré a un compadre de la charanga, el Rulos, que le iban a operar de hemorroides, y me bajé con él a la cafetería y se me ha pasao er tiempo volando. Lo que me he reído con él, mi sargento. Me ha contao un chiste que es la bomba. Va un mariquita por…
- ¡Que te calles Gandía, que no estoy pa chistes! ¿Dónde se habrá metidu Peláez?
Como si sus deseos se hicieran realidad, apareció por la puerta y se dirigió a él.
- A sus a sus a sus órdenes mi mi sar sar mi sargento.
- Coño, Peláez, se atasca más que la M-40. ¿Por qué ha tardado tanto?
- Mi mi mi sar sar sar sar sargento… cuando iba iba iba a en en entrar me he pe pe gado un le le lechón contra un un fran fran fran franchute que me me me ha con con con tao una his his his toria muy rara r ara… y que el el el Toto to ri ri bio y no no no se qui qui qui en m m m más se han lar lar lar gao a Toto mmmm melloso a un me me me lonar…
- ¿Que el Toribio se ha escapao a Tomelloso? Se va a cagar este menda.
- Mi mi mi sar sar sargento que no no nosotros no te te te mos ju ju ju ju ris ris dicción en To to tomellososo.
- A mi me la pela la jurisdicción, el sursum corda y la madre del toru que mató a Manolete -dijo Miñambres a voz en grito-. Chencho, Peláez… marchandu a Tomelloso. En misión especial. De icónito. ¿Us habeis enterau?
- A zus órdenes mi sargento… a Tomelloso.

miércoles, 24 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (115)

Capítulo 112.- Contando, contando...
 
Como Andrea Canoli sabía que aquél día Tomelloso estaría atiborrado de gente con motivo del récord mundial de pizza, tomó un atajo para ir primero y de forma directa al melonar de la Fermi. Cuando ésta comenzó a ver los primeros majanos sintió una emoción especial y recordó cómo el propio Andrea le ayudó a quitar los pedruscos del melonar y amontonarlos en un rincón. Curiosamente, hoy día, esos amontonamientos de piedra o majanos son considerados monumentos de interés cultural. La Fermi no era muy culta, precisamente, sin embargo cualquiera que hubiese visto los supermajanos que montó con Andrea pensaría que era una gran arquitecto. En esto último sí que tenía más cultura que la antigua ministra de Igualdad y ella sabía que “arquitecto” define tanto al hombre como a la mujer que ejerce esa profesión y no hace falta cambiar la “o” final por una “a”.
 
En esos pensamientos andaba cuando de pronto Andrea dio un frenazo para no atropellar a Edelmiro que se cruzó inopinadamente en su camino.
- ¡Ten cuidado, que casi te pillo! -el sujeto se dio la vuelta y entonces le vieron la cara- ¡Pero hombre, Edelmiro, qué haces por aquí tan despistado!
- Ej que voy pal pueblo pa decir toa la gente rara que sa juntao en tu melonar, Fermi.
- ¿Qué qué pasa en mi melonar? ¿No me lo habrán tocao?
- No sé, pero hay muchos autos y una orquesta de violinistas y no se cuanta gente más.
- ¡Ah, pues de eso nada, que en mi melonar no se organiza ningún botellón ni ninguna jarana, y menos sin mi permiso! Anda vete corriendo al pueblo y avisa a los municipales.
Y Edelmiro siguió corriendo a lo Forrest Gump –que era lo suyo- hacia el pueblo, mientras Andrea y la Fermi llegaban al melonar y con el corazón acelerado frenaban en seco en medio del tumulto.
Todas las miradas se volvieron hacia la camioneta de Andrea y cuando los vieron bajar se oyó un coro que gritaba al unísono:
- La Fe, ¡es la Fer...mi!
Pero la segunda sorpresa, en menos de un segundo, llegó cuando oyeron cómo arrancaba el Hummer de la Bestia que se alejaba de allí a toda pastilla, pero la Bestia no iba dentro, estaba allí tan asombrado como los demás. ¿Quién conducía entonces? Empezaron a mirarse unos a otros y a contar con los dedos. Como se había juntado allí tanta gente, alguno hasta se quitó los zapatos y los calcetines para poder seguir contando ya que con los dedos de las manos no tenía suficiente, aunque el creciente olor a queso atrajo nuevas nubes de moscas. Pero al fin, todos llegaron a la misma conclusión, el que se había largado aprovechando la confusión había sido Pedro Bareta.

martes, 23 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (114)

Capítulo 111.- Por un puñado de dólares
 
El móvil de Pedro Bareta volvió a sonar. De nuevo número oculto. Se temía lo peor.
- Me disculpan... -dijo mirando a la concurrencia y sacando valor de no sabía dónde.
- Oiga, aquí Mili, no vuelva a colgar, es de suma importancia que actuemos rápido. Tengo instrucciones precisas para usted. -Pedro pensó que no tenía sentido explicarle a Kurkowsky que en aquel momento se encontraba en un melonar de Tomelloso con un tipo apuntándole con una tokarev, así que le dejó hablar, ya saldría el sol por Antequera-. Hemos sobornado al guardia de seguridad del laboratorio. Estará "despistado" mañana de 6 a 9 de la tarde. Necesitamos que entre sin llamar la atención y nos consiga la fórmula del nuevo Cortajiñaplus Forte. Hay que obtener esta información como sea.
Kurkowsky continuó hablando, pese a que Toribio se empeñaba en quitarle el móvil. Le dio un puntapié con la pierna buena y lo mandó al otro lado de la calle. Mientras se quejaba y lo insultaba, siguió con las explicaciones a Bareta.
Según parecía, se había establecido contacto con ciertos laboratorios que querían monopolizar el mercado de genéricos y, en especial, en el mercado soviético, ya que buena parte de la población se encontraba aquejada de terribles cagaleras descontroladas, provocadas fundamentalmente por el consumo excesivo de borscht, una sopa tradicional preparada a base de verduras y remolacha, que le aporta un característico color rojo intenso. El negocio podría ser millonario y Bareta sería correspondido con una buena suma.
Pedro se quedó con esta última frase. Le iba a venir muy bien una inyección económica. Se encontraba con la casa destrozada, probablemente perdería su trabajo, tendría que llevar a sus niños a un psicólogo de pago para superar los traumas de los últimos días y debería contratar los servicios de un buen abogado para divorciarse del zorrón de su mujer sin que esto le costara un riñón. Valoró la situación y respondió lacónico. "Así se hará" y colgó.
 
No sabía cómo se las iba a arreglar para salir de aquella ni sabía si iba a poder cumplir su cometido, pero ahora más que nunca estaba dispuesto a hacer lo que fuera para desquitarse y cambiar su destino.
"Además, se decía a sí mismo, mato dos, que digo, tres pájaros de un tiro. Por un lado, hundo en la miseria a Monteperales, que cuando vea cómo bajan sus acciones, le va a cerrar el grifo de los regalos caros a la guarra de Tita. Por otro, como prácticamente estoy fuera de la empresa, me voy matando. Es lo mínimo que me debe esta gentuza después de tantos años de mala vida, una jubilación digna".
La Bestia se acercó a él y le apagó de golpe y porrazo el móvil dándole un empujón.
- ¡Tú, estúpido, no te separes del resto y no vuelvas a coger el móvil!
Pedro Bareta lo miró con una mezcla de odio y superioridad. Estaba trazando mentalmente su plan, no tenía tiempo para dedicárselo a un matón. Decidió callar y obedecer, esperando ver cómo se desarrollaban las cosas y el momento propicio para escapar.

lunes, 22 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (113)

Capítulo 110.- Cambio de perspectiva
 
- Bravo, bravo, coraggioso spagnolo. Questo è il tipo di uomini che ammiro e voglio avere di me. Andiamo, Pifa, può lasciarsi andare che hai guadagnato il mio rispetto.
No muy seguro de lo que estaba haciendo, pero sorprendido igualmente como todos los demás, Pifa lo soltó con delicadeza y se dirigió a Don Peridone:
- Le ruego que me perdone, pero mi obligación es proteger este melonar.
- Fatto e finito... (levantó la vista) ... ma ora... 
Todos se volvieron hacia el sendero, contemplando la nube de polvo que se acercaba al tiempo que se oía cómo todas las armas liberaban sus seguros y apuntaban hacia allí.
Pronto la nube de polvo dejó ver un Hummer negro que frenó en seco a pocos metros. Se abrió la puerta del conductor y salió Silvester, la Bestia.
- Traigo mercancía, Don Peridone.
Y dicho esto abrió la puerta y salió McKarran. Abrió después la puerta  trasera y no bajaba nadie.  Al  asomarse  a  su interior, la Bestia pudo contemplar cómo Jacinto y Pedro se repartían puñetazos y se zarandeaban mutuamente mientras una libreta cada vez más destrozada pasaba de unas manos a otras. Así que se acercó a ellos y muy suavemente y con extrema dulzura les dijo:
- ¡Fueraaaaaa!
Pedro y Jacinto salieron despacio, y la  Bestia los colocó a todos en fila, delante de Don Peridone quien, lentamente, empezó a pasar revista.

domingo, 21 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (112)

Capítulo 109.- Cuando Pili encontró a Mili
 
Kurkowsky no podía creerse la mala pata que tenía. Justo en ese momento tan crucial tenía que estar con la pata en alto en el hospital. Y con el tarado de Toribio a dos habitaciones de la suya, profiriendo gritos y absurdeces, cada vez más transtornado entre la medicación y los acontecimientos.
Sonó el móvil que tenía sobre la mesita. Número oculto. Kurkowsky contestó. Al otro lado, en ruso, una voz empezó a darle instrucciones. Empezó a sudar. Intentó explicarle a su interlocutor su situación, la imposibilidad de moverse de la cama. Sin embargo, el primero debió decirle algo convincente porque la conversación se saldó con un lacónico : "Будет, как вы говорите, товарищ.С уважением", o lo que es lo mismo, "Se hará como usted dice, camarada. Saludos".
Kurkowsky sabía lo que tenía que hacer. Lo más importante era contactar a Bareta. Le había llegado su turno. Luego se las ingeniaría para salir del hospital sin llamar demasiado la atención.
Bareta y Monteperales seguían insultándose dentro del Hummer. Si no llega a estar por medio la Bestia, se hubieran inflado a guantazos otra vez.  A  Bareta  se  le  había  pasado  el efecto de los calmantes y solo quería echarle mano al causante de sus desdichas y sus cuernos. Si le dejaban, se comía vivo a ese malnacido de Jacinto.
Entonces sonó su móvil. Bareta respondió. "Pili, aquí Mili"- musitó una voz al otro lado del teléfono. Era el camarada Kurkowsky. “¡Atiza! ¡Justamente ahora, por Dios!”, se dijo para sus adentros.
"Sí, sí...-susurró bajito- aquí Pili. Ahora no puedo... llámeme en un rato. Me pilla en un mal momento, oiga"... Y le colgó.
Las caras de la Bestia y Monteperales, que lógicamente habían oído la conversación, eran un cuadro de Munch... Los ojos abiertos como platos y la mandíbula inferior colgándoles hasta la pechera...
"¿Pili?... ¿En que coño se ha metido este desgraciao? A ver si va a salir ahora un travelo...”, pensaba Monteperales, intentando imaginar en qué asuntos andaba Bareta...
 
Mientras tanto Kurkowsky había habilitado una silla de ruedas para largarse de allí. Tendría que ingeniárselas para no llamar la atención y para no tener problemas a la hora de abandonar el hospital sin tener el alta. El pasillo estaba despejado. “¡Bien!”, se dijo. Comenzó a rodar despacito, intentando pasar desapercibido.
- ¿Dónde se cree que va? -dijo una voz a su espalda.
Era Desita, la auxiliar, que aquella tarde estaba de guardia y, como era muy cumplidora en sus labores, no dejaba pasar ni una..
- Ehhhh..., bueno... yo... -Kurkowsky estaba bloqueado, atrapado, no sabía por dónde salir.
Entonces apareció Toribio, huyendo de su hermana y en busca de un bocata de mortadela. No lo dudó un instante. Apuntando a Toribio con su arma reglamentaria le dijo a la enfermera:
- Se acabaron las preguntas. Me largo, y me llevo a este gilipollas como rehén... No se le ocurra avisar a seguridad o le pego  un  tiro.  No  se  le  ocurra  pulsar  un botón o me la cargo también a usted.".
Esperaba no tener que hacer nada de esto. A fin de cuentas era espía pero no asesino. No le molaba ir por ahí matando al personal. Si tenía que hacerlo, como parte del trabajo, lo hacía, pero hacerlo pa na, era tontería...
- Súbete -ordenó a Toribio.
Este se sentó de golpe sobre la pierna lesionada, lo que hizo que Kurkowsky profiriera un grito de dolor intenso:
- ¡Imbécil, retrasado mental! ¿No ves que estoy lesionado? ¡Ponte al otro lado, joder!...
Así que Toribio se acomodó en el lado izquierdo y de esta manera, en una silla de ruedas, a toda pastilla, salieron los dos del hospital.

sábado, 20 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (111)

Capítulo 108.- ¡Eeeh Macarena... auuuhh!
 
Charly tuvo que dejar como pudo su coche en un descampado a la entrada del pueblo. Realmente era imposible avanzar hasta el centro dada la cantidad de personal que había acudido al evento mega-pizzero para conseguir el Guinness.
Cogió su “violín” y dirigió sus pasos hacia el Casino San Fernando.
La marea humana llenaba las calles y tuvo que meterse en el tsunami manchego esperando que le llevase hacia el centro. El destino razonable.
En el camino, algún niño, al verle con ese maletín tan característico decía a sus padres:
- Mira papa… mira mama… un músico de la banda.
Charly les dedicaba una sonrisa. Estaba acostumbrado al comentario. “Si ellos supieran lo que llevo dentro…”, pensaba para sí.
De repente llegó a una plaza abarrotada y pudo ver una iglesia al fondo.
“Esa debe de ser la que me dijo el paisano. Y al lado estará el casino”, pensó.
Por si acaso le preguntó a una señora. Lo más amable que pudo, habiendo visto cómo se las gastaban por allí:
- Por favor, ¿el casino de San Fernando?
- Lo tié alante. Mírelo. ¿Viene a tocar en el baile? ¡Ehhh Macarena… auuuu!
- No señora. Soy violinista de música clásica y mañana me presento a las pruebas para una plaza de la orquesta Orfeo de Ciudad Real. Pero no he querido perderme este gran evento mundial.
Le respondió con tanto detalle gracias a un cartel que había visto anunciar dicha orquesta al aparcar el coche. Esta charla le serviría como práctica de coartada en las breves horas que pensaba pasar allí. Un tipo con un estuche de violín no era habitual por esos pagos.
- Pué que tenga mucha suerte -le contestó la señora.
- Gracias –devolvió el cumplido Charly- Voy a tomarme algo al Casino, que con este calor me voy a deshidratar.
- Vaya, vaya.
A la señora ya se le había metido la “Macarena” en la sesera y se alejó cantando a grito pelao:
               Dale a tu cuerpo alegría Macarena
               que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena
               dale a tu cuerpo alegría Macarena
               eeeh Macarena.... aaauh!
 
Charly entró al Casino que estaba de bote en bote. Había que reconocer a Agostino.
Se acercó a la barra como pudo y logró llamar la atención de un camarero.
- Hombre, ya van llegando los músicos -le dijo el barman.
Esta vez, Charly no entró en más detalles. Le sonrió y le pidió una Coca Cola con mucho hielo.
- ¡Marchando una coca helada para el maestro!
Mientras llegaba su bebida, miró su reloj. Las siete en punto. Se sintió orgulloso de su profesionalidad. Cogió su móvil y llamo al teléfono de contacto. Si Agostino estaba allí, así le reconocería.
Piticlín, piticlín, piticlín, piticlín...
Al fondo de la barra un hombre alto, moreno, camisa negra y con una cicatriz que le iba desde la boca a la oreja cogió su móvil.
- ¿Pronto?
- La pasta como en casa de la mamma en ningún sitio. Estoy en el otro extremo de la barra.
Agostino colgó y se dirigió hacia él.
- Hola Charly. Tenía ganas de conocerte. Buena pieza que debes ser cuando te han encargado un trabajo tan importante. Tómate esa basura yanqui y salgamos de esta locura para poder hablar de los detalles.

viernes, 19 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (110)

Capítulo 107.- Máxima tensión
 
Cuando Don Peridone llegó al melonar de la Fermi, contempló con una leve mueca de satisfacción el espléndido aspecto que presentaba el melonar. Alzó una mano. Chasqueó los dedos. Señaló a los cuatro puntos cardinales. Cuatro de sus esbirros salieron en las cuatro direcciones y comenzaron a anotar el número de melones por metro cuadrado y a tomar mediciones exactas del melonar. Otro de sus acompañantes, portando mascarilla y guantes, tomaba muestras del suelo y de algunas hojas de las plantas e incluso en algunos melones clavaban un fino estilete con el que extraía unas gotas de su jugo. Esto último fue lo que hizo arrancarse a Pifa, que –gracias a  su  pasado olímpico y a la buena forma física que aún poseía- les había alcanzado atravesando atronchacarrizo (o sea, campo a través) y había llegado a ese lugar casi al mismo tiempo que la comitiva italiana en sus coches. Pifa dio un grito:
- ¡Los melones ni tocarlos!
Y al oír semejante alarido y ver la figura atlética de Pifa que se dirigía hacia ellos, todos quedaron inmóviles, mirándolo con un ojo y con el otro mirando a Don Peridone para recibir instrucciones sobre lo que debían hacer a continuación. A nadie se le ocurriría hacer nada por iniciativa propia; no, desde luego, si Don Peridone estaba allí a su lado.
- Chi ho il piacere di parlare? Come osi interrompere?
- Soy Pifa, el dueño de aquél viñedo y el encargado de vigilar este melonar.
- ¡Ah! ¡Perfetto! Voglio informazioni su questi melonares. Ho sentito che Monteperales voleva comprare questo melone. È vero?
- Que yo sepa nadie lo ha comprado. Sigue perteneciendo a la Fermi –entonces Pifa se dio cuenta que se había convertido en un corderito, obedeciendo todas las órdenes de aquél individuo, cuando en realidad él iba a echarles una regañina por tocar los melones de la Fermi- ¡Pero bueno! ¡Aquí el que hace las preguntas y da las órdenes soy yo! ¡Diga a sus hombres que no me toquen los melones!
Al oír estas palabras se hizo un silencio sepulcral y a todos los esbirros de Don Peridone se les pusieron los ojos como platos y la boca abierta de par en par, momento que aprovecharon las moscas para meterse dentro, sin palmeta a mano que las espantara. Esto provocó un ataque simultáneo de tos en todos sus esbirros.
- Che cosa? –gritó asombrado Don Peridone- Come etirimol ha gettato questi meloni? 
- ¡Lárguense de aquí! ¡Esto es propiedad privada!
Un leve parpadeo de Don Peridone fue suficiente para que todos sus esbirros se tragasen las moscas y sacasen con rapidez sus pistolas, apuntando a Pifa por todas partes (bueno, por arriba no, porque no habían traído helicópteros, y por debajo tampoco, porque estaba el suelo).
Pifa, que ya había visto muchos chorizos deambulando por el aeropuerto de Ciudad Real durante su construcción y primeros meses de su entrada en funcionamiento, no se arrendó, y dando un salto mortal con doble pirueta (era la misma maniobra que le valió la máxima puntuación en sus no tan lejanas participaciones olímpicas), se colocó detrás de Don Peridone y le aplicó una doble Nelson inmovilizándolo.
 
La tensión había subido hasta límites insospechados: 130 de mínima y 180 de máxima.

jueves, 18 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (109)

Capítulo 106.- Todos los caminos llevan a La Mancha
 
No se hablaban, no se miraban. Ni siquiera se insultaban. Bajaban a trompicones las escaleras del hospital lo más rápido que podían según su estado físico, porque algunos estaban en un estado lamentable.
Eva y Tati que fueron las primeras en alcanzar la salida, se metieron en un taxi quitándoselo por la mano a una señora, aprovechando que estaba dándole una colleja a su nieto hiperactivo. Salieron pitando a la casa de Tati para entregarse a un maratón de pasión carnal. No saldrían de allí en una semana. Es lo que tiene el amor a primera vista.
Edu y Pía llegaron después pero, sin saber dónde ir, se quedaron en el vestíbulo esperando a que llegase su madre, Violeta. En ese momento apareció enmomiao David, que era llevado en camilla por el Lolo, derrapando a saco (se había venido arriba por su hazaña delante de la Yoli), seguidos por toda su panda. David, como pudo, gritó algo parecido a “¡Pía!” cuando la vio. Esta se volvió al oír su nombre, pero no pudo reconocer a David con ese amasijo de vendas. Yoli estuvo muy rápida: viendo que todo su esfuerzo se podía ir al garete por el reencuentro de los tortolitos, metió la cabeza de la momia en una bolsa de Ahorramás que sacó de su bolsillo y que siempre llevaba para recoger cívicamente las caquitas de su perro Eisi-Disi, un chucho que le profesaba un amor infinito.
Los gritos de David llamando a Pía se convirtieron en “arff, uaffhh” y otros similares que, por hiperventilación cerrada, le condujeron a desmayarse.
“Mejor así -pensó Yoli-, dormidito estás más mono”.
- Lolo tira pal parque que aquí se están coscando que pasa algo chungo con el Tutankamon. Mete la quinta Lolo. Y salieron como Carlos Sainz. A ras.
Los siguientes en llegar a la salida fueron Andrea y Fermina.  Andrea cogió por los hombros a Fermina y mirándola a los ojos le dijo:
- Fermina, ¿no me vas a explicar lo de David?
- Mira Andrea, a ti no te debo nada, lo de mi hijo es cosa mía. Se me ha escapao.
- Pero Fermi, con Jacinto Monteperales… ¿en que estabas pensando?
- Y tu que sabrás de mi vida. Yo era muy joven y él un canalla. No le quiero ni ver.
- Fermi, me tengo que ir a Tomelloso ahora mismo para disculparme con mi compadre el Marquinetti. Vente conmigo al pueblo. Así no verás al Monteperales. Te vendrá bien ir al campo. A ver tus melones. Hazme caso mujer. Tu hijo seguro que estará bien. Ya está hecho todo un hombre.
- No sé, no sé. Bueno… lo mismo tiés razón. Pero mañana volvemos que tengo faena. Llamaré a mi David desde allí. No le voy a decir que me he ido contigo. Pensará que soy una cualquiera. Además tengo que pensarme un poco cómo le voy a contar lo de su padre. Necesito la contemplación de los melones en la era. Le contaré que la tía Eufrasia se ha puesto a morir de repente. Y no te hagas ilusiones, que te conozco. No me vas a tocar ni un pelo.
- Venga, vamos a la furgo. A mi también me vendrá bien ver melones. Tutto avanti.
Los tres últimos del pelotón de la 216 en llegar al vestíbulo fueron Jacinto, medio atontao; Pedro asfixiado del esfuerzo por su principio de infarto; y Violeta, desmadejada, que viendo a sus hijos sanos y a salvo, se lanzó a abrazarlos como la mamá gallina que en el fondo era.  Mamá  y... más puta que las gallinas, también.
- Vamos a casa hijos. Que aquí todavía va a pasar algo. Les dijo Tita, suponiendo el enfrentamiento entre su marido y su amante. Y estar cerca no era lo más adecuado. De esta guisa salieron cogiendo un taxi que levantaron en sus mismos morros a la misma señora del nieto hiperactivo (y van...).
Pedro se encaró con Jacinto:
- Tu y yo tenemos que aclarar algunas cosas. Hijoputa. Que eso no se hace.
- Pedro. Pedrito, cálmate por Dios. No es lo que parece. Estás trastornado.
- Qué coño trastornao. Y esto qué ¡eh! -le dijo enseñando la libreta.
Jacinto estaba lelo pero fue ver la libreta y rápido se la quitó de un zarpazo a Pedro.
- Esto es mío. No se cogen las cosas de los demás. Tarado de mierda.
- Eso es lo que tendrías que haber hecho tú. No coger lo que es tuyo.
Pedro le cogió de la pechera con la mano izquierda y se disponía a atizarle con la derecha cuando un brazo que parecía una pierna se lo impidió.
Era la Bestia, recuperada de su enfrentamiento policial, que traía a McKarran sobre un hombro como si llevara un saco. Este le dijo, en esa posición tan poco noble:
- Jacinto, tú tener que venir with me a Tomiellosio. ¿OK? and you también, Pedro. Don Peridone estar allí. Nosotros tener problemas. Silvester (así se llamaba realmente la Bestia), go to de coche. Blowing (pitando… más o menos).
Silvester salió corriendo con McKarran en un hombro y arrastrando a Jacinto con el otro brazo. Pedro le siguió como un corderito. No tenía fuerzas para enfrentarse a la Bestia. Se subieron a su Hummer negro. ¡Fuasssshhh!
 
En ese momento Charly, en su Audi A4, estaba entrando en Tomelloso. Por un motivo que desconocía, aquél pueblo estaba lleno de gente y no  podía  avanzar.  Abrió la ventanilla y le preguntó a un paisano que estaba sentado en un silla a la puerta de su casa viendo pasar al personal mientras se apretaba un farias:
- Por favor. ¿El casino?
- ¿Cualo casino?
- El de Tomelloso.
- Hay dos.
- Pues el que esté en el centro.
- Están los dos en el centro. Quiá.
- Pues el que esté más en el centro. Le dijo Charly que ya se estaba poniendo de los nervios y acariciaba la funda del violín.
- El de San Fernando, será. Está al lado de la iglesia. En la plaza de España.
- Ese debe de ser, ¿por dónde se llega?
- ¿Cómo se piden las cosas?
- Por favor, ¿cómo puedo llegar a la plaza de España?
- Eso está mejor. Tó seguío. Y andando. Hoy no llegará con el coche. Está cortado todo por no se qué de una picha de un kilómetro para que se la coma el guisnes que debe ser un bicho que tié mucha hambre.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (108)

Capítulo 105.- Daimiel olímpico
 
A sus 35 años, Pifa aún se encontraba en buena forma, no en vano había sido campeón olímpico y atesoraba una buena colección de medallas de tortasol (girasol) de oro, el máximo galardón que se concede en las “Olimpiadas de la era (lugar donde se separa el grano de la paja)” que cada dos años se celebraban en alguna ciudad manchega. Un especial recuerdo tenía de su participación en las que se celebraron en Daimiel, en su “campo de los sueños” que era “La huerta de Paco”.
 
Sin duda el triunfo más duro fue en la prueba de “1.500 metros atronchacarrizo” (campo a través). Aún recordaba cómo sonaban las cornetas mientras avanzaba por la estera (alfombra) flanqueado por dos filas de gañanes (especie autóctona de La Mancha que se identifica por su blusón a rayas negras y grises, faja, boina, pañuelo con cuatro nudos en la cabeza, pantalón de pana, albarcas, celtas cortos y posiblemente –porque no se ve- calzoncillos largos) para subir al podio.
 
Sin embargo para el triunfo en la prueba de “Voltijetas (volteretas) artísticas” lo duro fue el entrenamiento previo para lograr elasticidad. Pero esa elasticidad le vino muy bien para quedar después segundo (tortasol de plata) en la prueba de “Lanzamiento de mendrugo (trozo de pan duro con medidas homologadas)”. También la valió para la prueba de “Lanzamiento de horca (tridente de madera para mover la paja)” en donde el alcance de los lanzamientos se marcaba con la reja del arao y la medición exacta se hacía gracias al ojímetro de precisión del árbitro. Lanzó la horca a 105 metros (más o menos) de distancia, lo que supuso un récord olímpico que a día de hoy nadie ha superado, ni siquiera los finolis que lanzan jabalina en vez de horca (el que más se ha acercado ha sido Uwe Hohn, de Alemania Oriental, con un lanzamiento de 104,8 metros en 1984).
 
Pero quizás la prueba más elegante –y en la que más ligaba- era la de “Tenis rústico” en donde se utilizaban palmetas (de las de matar moscas) en vez de raquetas y donde calzó unas albarcas último modelo de la marca “Ni qué”, unas zoquetas (funda de cuero para proteger la muñeca que se usa para segar) de diseño en sus muñecas, y en donde pudo alzar el trofeo que, en vez de una copa era un botijo, y recibir finalmente el beso (y algo más que vino después) de la reina de las fiestas.
 
No tuvo tanta suerte, sin embargo, en otras pruebas, como la carrera de tartanas (carro tirado por una mula) o de galeras (carro tirado por dos mulas). Con los animales no tenía tanta mano porque enseguida se le iba la ídem. En cambio sí que tenía agilidad para mover las manos con gran celeridad en la prueba de “Vareao” consiguiendo hacer caer del olivo más aceitunas que nadie, aunque un participante, Edelmiro, se quejó de que el olivo que le había tocado varear tenía unas aceitunas muy raras en forma de higo.
 
Precisamente Edelmiro se le acercó y lo sacó de sus ensoñaciones.
- Pifa, Pifa, ca venío un señor mu raro con pinta de tener mucha pasta y sa ío pal melonar de la Fermi.
- ¿Cuándo ha sido eso?
- Ya mismo. Venía con mucho acompañamiento, preguntó por ese melonar y le dijeron que tenía que coger la carretera y seguir totieso (en manchego “todo derecho”, en inglés “go ahead” y en italiano... ¡y yo qué se!).
Sin mediar más palabra, el Pifa salió disparado hacia el melonar de la Fermi que en pleno mes de junio estaba repletico de melones, unos melones que no sabía por qué nadie podía catar.
 
Nota del autor.- Salvo las palabras en cursiva utilizadas en este capítulo, que son típicas daimieleñas, y la referencia a Uwe Hohn, todo lo demás es completamente inventado. 

martes, 16 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (107)

Capítulo 104.- Padre putativo
 
Entretanto, Jacinto despertaba del bolsazo que había recibido en la pelea, palpando su mandíbula dolorida con cuidado, pues aún notaba los efectos de los "cuñazos" que Bareta le había propinado. Entre los recuerdos borrosos y el jaleo de los gritos recordaba la voz de la Fermi chillando que dejara en paz a "su hijo".
 
"Dijo que aquel chico, el de los granos, era MI hijo, lo tengo clarísimo", musitaba para sí mismo, al tiempo que pensaba en los motivos por los que, veinte años después, la Fermi  le  había  hablado  de  su  hijo.  Se  decía que en aquellas circunstancias resultaba harto improbable que la mujer le contara una patraña, no tenía sentido. Y si era cierto, ¿por qué demonios había esperado tanto tiempo para contarlo?...
Mentalmente hizo cálculos y sí que le cuadraban las fechas. Cuando la Fermi y él tuvieron aquel rollete, tendría no más de 20 o 22 años... El chico debería rondar los 17 o 19... Sí que resultaba verosímil. Le vino a la cabeza también la imagen de aquel chaval flacucho con unos dientes muy separados, tan separados que cabría otro diente más entre uno y otro. "Típico de los Monteperales", pensó mientras miraba su dentadura en un espejo...
Lo cierto es que Jacinto llevaba toda su vida deseando tener un hijo. No había encontrado ni el momento adecuado, ni la mujer adecuada para ello, pero a menudo se preguntaba a quién iba a dejar la fortuna y los negocios que había estado amasando durante toda su vida y eso le sumía en una gran tristeza.
Pero ahora resultaba que tenía un hijo... ¡UN HIJO! Además, varón, y por lo que pudo observar en la pelea, un chico valiente y sin reparos... ¡Vaya!.. No sabía si estaba más impresionado por la noticia o por los golpes recibidos, pero si aquello era cierto, sería algo que le cambiaría totalmente su vida, ya que estaba dispuesto a ejercer de padre y recuperar el tiempo perdido.
Claro está, antes debería hacerse las pruebas de paternidad para estar seguro y tener una conversación con la Fermi, con la que no había vuelto a tener relación desde aquello, y cuyo recuerdo se había esfumado con el tiempo... Eso sí que iba a ser un "round" en toda regla. Cuando alguien conoce a los tomelloseros sabe que el tener una conversación con ellos, si ellos no están dispuestos, es tarea imposible... No hay manera... En fin, tendría que apañárselas para llegar a un acuerdo con ella, si no por las buenas, por las regulares...
 
A quien tampoco le había pasado desapercibido el comentario de la Fermi era a Canoli. En el fragor de la bronca había oído claramente lo que le había dicho a Monteperales. Así que el padre del chico era Jacinto Monteperales... Ella no había querido hablar del tema nunca y, como ya sabía el carácter de los tomelloseros, Andrea no había insistido en ello... A fin de cuentas, sabía que tener una conversación con ella, si ella no estaba dispuesta, era como tirar del ronzal de una mula empozada...

lunes, 15 de febrero de 2021

Un cadáver exquisito (106)

Capítulo 103.- Tomelloso, capital mundial de la pizza
 
Aquél día, 1 de junio de 2011, Tomelloso era una fiesta. Lo habían conseguido:  ¡Tomelloso ya estaba en libro  Guinness de los records! ¡Habían conseguido fabricar la pizza más larga del mundo, concretamente 1.141,5 metros, superando así el anterior récord en poder de un pueblo polaco que alcanzó los 1.010 metros de longitud! Y eso que las dificultades no habían sido pocas. Jesús Marquina, “Marquinetti”, el capitán de la selección española de pizzeros, había echado en falta la inestimable ayuda de Andrea Canoli, quien no se sabía por qué razón no había dado señales de vida. Aún así, el equipo compuesto por 120 pizzeros y 120 ayudantes, más 60 personas en otras labores de apoyo, habían hecho posible alcanzar este hito. Lo había resumido muy bien el alcalde en funciones, Carlos Cotillas: “no hay mejor reto para un tomellosero que decirle que algo no se puede hacer, esa es la mejor manera de convencerlo de que se haga”. Y tenía razón.
 
Para la elaboración de la pizza, se emplearon 2.700 kg de masa, 700 de mozarella, 700 de jamón y 690 de tomate. A las 5:00 a.m. se había dado el pistoletazo de salida, a las 9:00 a.m. comenzó la colocación de ingredientes, a las 12:30 comenzó a pasar al horno de cocción y allí se produjo uno de los momentos más dramáticos: las ruedas que iban transportando la  masa a través del horno, se atascaron. Pero allí estaban todos los tomelloseros y los visitantes de localidades vecinas para animar. Como explicó el capitán de la selección: “la fe de todos los pizzeros y toda la gente diciendo ¡venga, venga! ha hecho que todo se solucionase y pudiésemos continuar”. Finalmente a las 16:00 p.m. el récord mundial estaba conseguido y los 40.000 asistentes lo festejaron con gritos de “¡Campeones, campeones!” mientras la monumental pizza se empezaba a repartir, dando una porción y una Pepsi a cambio de un euro que se destinaría a la Fundación Balía para sus proyectos de ayuda a jóvenes y familias con exclusión social.
Un día así no podía faltar en Tomelloso el jefe de control de operaciones del aeropuerto de Ciudad Real, y tomellosero de  pro,  Epifanio,  el Pifa.   Cada vez que  podía,  Pifa  se  acercaba allí para disfrutar de su casita y su viñedo, y de paso atender los asuntos del extraño melonar de Fermina, la Fermi, la cual cada vez iba menos por el pueblo. Pero en aquellos momentos Tomelloso era una fiesta. Ya el alcalde, Carlos Cotillas, resaltaba “el orgullo de los tomelloseros y tomelloseras por conseguir batir este difícil récord” y el impulsor  de esta idea, Jesús Marquina, iba más allá al afirmar que batir este récord Guinness suponía colocar a la ciudad en el punto de mira de millones de personas de todo el mundo, “mostrándola como una ciudad que hace cosas novedosas e importantes y a la que le gustan los retos difíciles”. 
 
Y así era, en efecto, porque entre las 40.000 personas que allí se habían dado cita, estaba Don Peridone con todo su séquito, recién llegado de Italia.
 
Nota del autor: Con excepción de las referencias a Andrea Canoli, la Fermi, Pifa y Don Peridone, que son personajes de ficción, todos los demás personajes, las frases pronunciadas y los hechos relatados en este capítulo son totalmente ciertos. El resto del capítulo y de toda la novela es completamente inventado.