Todos hemos conocido y padecido a muchos malos profesores,
pero en mi caso debo decir que he conocí al peor profesor del mundo. Era un
profesor de inglés que nos habían puesto a varios empleados de Zeltia Agraria
para que aprendiésemos algo de inglés, porque nuestros conocimientos se
limitaban a lo poco y mal aprendido durante el bachiller y la carrera.
Pero, para empezar, este profesor no era nativo, sino
español de pura cepa; y además su lema para aprender inglés era: conocimiento
perfecto de la gramática y no dar ni un solo paso si antes no se domina el
anterior.
Conclusión: explicaba algunos tiempos verbales (los
explicaba en español y luego repetía frases en inglés) y nos pedía que
hiciésemos una frase con ellos. Hacíamos la frase y, como era lógico,
cometíamos algún error. Así que empezaba a explicar en español otra vez todo
aquello para volver a pedirnos que hiciésemos la frase. Y como algo fallase,
había que intentar una y otra vez, repetir una y otra vez, hasta que al final
decíamos perfecta aquella frase.
Para que os hagáis una idea, esto suponía que en cada hora
de clase se dedicaba más de media hora a explicaciones en español, veinticinco
minutos a repetir una y otra vez la misma frase, y sólo cinco minutos de avance
sobre lo estudiado el día anterior. Ante tan nefasto profesor, no tuve más
remedio que renunciar a esas clases y buscarme la vida (el aprendizaje del
ingles) por otro lado, porque con él sólo aprendí una palabra: “repeat”.
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