A todos nos ha sucedido encontrarnos alguna vez con un
“pesao”, un “plomo”, una de esas personas que cuando te pillan se ponen a
hablar y hablar (yo creo que ni siquiera respiran para que no los interrumpas
en ese breve instante en que expulsan el aire y toman una nueva bocanada) de
cosas que no te interesan, y por supuesto ni siquiera se les ocurre preguntarte
algo, saber algo de ti, conocer tu opinión... Sólo les importa tener enfrente a
alguien que escuche sus cosas que, por otra parte, repiten una y otra vez. Pero
¿cómo quitárselos de encima?
Me vino a la memoria una frase que escuché posiblemente en
una película y que creo vendría aquí como anillo al dedo. Aquí os la dejo por
si alguna vez tenéis necesidad de utilizarla:
“Podría estar escuchándote todo el día... pero no voy a
hacerlo”.
Y dicho esto, te das media vuelta y te vas.
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