Volveré a traer mis versos cada día a la puerta de tu casa,
y sentado en el bordillo esperaré a vislumbrar tu presencia
en la ventana.
No espero nada, solo mirar el aire que respiras
y escuchar acaso el sonido de tus pasos al pasar junto a mi
lado
sin que sepas que soy yo quien dejó los versos esparcidos
por el suelo,
esperando como yo que pase el tiempo;
porque ese tiempo es el mismo para ambos y los dos lo
compartimos
aunque estemos separados, sin saludos ni palabras ni
contactos.
Nada anhelo, solo si acaso, tener la dicha de cruzar mi voz
con la huella que en el aire tus palabras van dejando.
Nada sueño, porque vivo lo que siento
y es tan grande la emoción de vivir lo que tú estás viviendo
que me sacia y me anima a seguir escribiendo y dejando
estos versos esparcidos cual alfombra de ilusión por ser
pisados.
Volveré a escribir estos versos que brotan a oleadas
y golpean suaves en mi pecho, mientras miro a tu casa y
adivino
tu figura alegre al otro lado, ocupada en tareas cotidianas,
sin saber que aquí afuera hay un loco del amor enamorado
que ha elegido tu imagen como icono de un impulso
incontrolado.
Nada quiero, solo espero –tal vez- verme alguna vez
en tus ojos reflejado.
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