Se celebraba una reunión del departamento de Marketing y Red
de Ventas del laboratorio Sideta en el Parador Nacional de Sigüenza
(Guadalajara). Allí nos habíamos dado cita más de un centenar de personas y,
fuera de las horas dedicadas a las sesiones de trabajo, matábamos el tiempo
jugando al pin pon, al billar, o contando chistes en el bar.
En estas que me encontraba de pie, en medio de la sala de
juegos, cuando la pelota de pin pon impulsada por uno de los jugadores impactó
contra mi cabeza. Es evidente que una pelota de pin pon no puede causar ningún
daño, sin embargo en ese mismo instante mi reacción fue la de darme por muerto
y caí desplomado quedando inerte en el suelo ante el estupor de todos los
presentes que no sabían si reír por mi gracia o preocuparse por si de verdad me
había pasado algo.
Se acercaron corriendo a mi para tratar de reanimarme y
entonces sí que di rienda suelta a mis carcajadas para alivio de los
compañeros.
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