lunes, 18 de septiembre de 2017

El artículo que irritó a los directores de los laboratorios

Ahora que he reunificado en este blog, “Palabras inefables”, todos los blogs que tenía desperdigados por ahí, no me resisto a traer (porque desgraciadamente sigue estando de actualidad) este artículo que publiqué y que irritó a los directores de los laboratorios farmacéuticos que hicieron llegar sus quejas a Farmaindustria (la patronal de la industria farmacéutica) con la vana esperanza de hacer callar mi voz.

En aquél momento yo trabajaba como Jefe de Prensa en la Organización Médica Colegial (OMC) y esta organización me dio su apoyo para seguir expresándome libremente, según puede leerse en el documento que reproduzco más abajo y que dice: “La Comisión Permanente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, en sesión celebrada el 29 de febrero de 2008 adoptó el acuerdo de comunicar a D. Vicente Fisac, tiene plena confianza en sus artículos y total libertad para verter sus opiniones personales en los medios de comunicación que considere oportunos”.

Este es el artículo que levantó semejante polvareda y que demuestra que los laboratorios eran y siguen siendo enemigos de la comunicación y la transparencia:

 LABORATORIOS MUDOS

Las empresas son entes abstractos a los que los seres humanos ponemos cara humana, la cara de las personas que conocemos y trabajan en esas empresas y la de sus directivos y por supuesto... la de su máximo representante. Nada hay más fácil ni acerca más a la opinión pública, que la imagen y la voz de ese alto directivo atendiendo a los periodistas e informando a través de ellos de los asuntos de interés público y/o empresarial en los que pueda estar inmersa la citada empresa.

Sin embargo el mundo de la industria farmacéutica –y salvo honrosas excepciones- ha sido tradicionalmente un “mundo sin rostro”: directivos que se esconden, cuyo teléfono siempre está ocupado, que están reunidos, que están de viaje, que mejor que les pasemos las preguntas por escrito, que ya las contestarán cuando tengan tiempo, que –por supuesto- no publiquemos nada sin que ellos lo hayan visto, corregido y dado su OK antes. Pero ¿en qué mundo viven? Pues... así les va.

¿Para quién son los palos? Para la industria farmacéutica. ¿Quién es el malo de la película? (ni nuestro compañero y experto en cine Paco Fernández conoce ninguna película en la que los laboratorios farmacéuticos hagan algo bueno).

El desconocimiento genera desconfianza. Así, ante unas empresas que tradicionalmente no dan la cara, que no hacen escuchar su voz públicamente, que no se muestran públicamente orgullosas de los descubrimientos terapéuticos (¿quién investiga sino la industria farmacéutica?) y de sus contribuciones a la formación de los profesionales sanitarios (¿quién si no financia la formación continuada?), los ciudadanos de a pie solo conocen las voces en contra y el silencio de los laboratorios. ¿Qué imagen, pues, se van a formar?

Los laboratorios tendrán muchos defectos como cualquier otra empresa, pero también hacen mucho por la salud de los ciudadanos. Entonces ¿por qué se empeñan en callar y en dejar que sean los demás los únicos que hablen de ellos? Quizás sea un histórico sentimiento de culpa por presiones comerciales fuera de toda ética en el pasado, o por desconocimiento absoluto del poder de la comunicación, o por miedo a que se enfade su único cliente que es el Sistema Público de Salud.

Desde esta tribuna os propongo hacer un ranking del tiempo que tardan en conceder una entrevista los presidentes de lo laboratorios farmacéuticos y entregar el “Premio Harpo” al más mudo de todos ellos. ¿Os animáis?...

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