Ahora que he reunificado en este blog, “Palabras inefables”,
todos los blogs que tenía desperdigados por ahí, no me resisto a traer (porque
desgraciadamente sigue estando de actualidad) este artículo que publiqué y que
irritó a los directores de los laboratorios farmacéuticos que hicieron llegar
sus quejas a Farmaindustria (la patronal de la industria farmacéutica) con la
vana esperanza de hacer callar mi voz.
En aquél momento yo trabajaba como Jefe de Prensa en la
Organización Médica Colegial (OMC) y esta organización me dio su apoyo para
seguir expresándome libremente, según puede leerse en el documento que
reproduzco más abajo y que dice: “La Comisión Permanente del Consejo General de
Colegios Oficiales de Médicos, en sesión celebrada el 29 de febrero de 2008
adoptó el acuerdo de comunicar a D. Vicente Fisac, tiene plena confianza en sus
artículos y total libertad para verter sus opiniones personales en los medios
de comunicación que considere oportunos”.
Este es el artículo que levantó semejante polvareda y que
demuestra que los laboratorios eran y siguen siendo enemigos de la comunicación
y la transparencia:
LABORATORIOS MUDOS
Las empresas son entes abstractos a los que los seres humanos ponemos
cara humana, la cara de las personas que conocemos y trabajan en esas empresas
y la de sus directivos y por supuesto... la de su máximo representante. Nada
hay más fácil ni acerca más a la opinión pública, que la imagen y la voz de ese
alto directivo atendiendo a los periodistas e informando a través de ellos de
los asuntos de interés público y/o empresarial en los que pueda estar inmersa
la citada empresa.
Sin embargo el mundo de la industria farmacéutica –y salvo honrosas
excepciones- ha sido tradicionalmente un “mundo sin rostro”: directivos que se
esconden, cuyo teléfono siempre está ocupado, que están reunidos, que están de
viaje, que mejor que les pasemos las preguntas por escrito, que ya las
contestarán cuando tengan tiempo, que –por supuesto- no publiquemos nada sin
que ellos lo hayan visto, corregido y dado su OK antes. Pero ¿en qué mundo
viven? Pues... así les va.
¿Para quién son los palos? Para la industria farmacéutica. ¿Quién es el
malo de la película? (ni nuestro compañero y experto en cine Paco Fernández
conoce ninguna película en la que los laboratorios farmacéuticos hagan algo
bueno).
El desconocimiento genera desconfianza. Así, ante unas empresas que
tradicionalmente no dan la cara, que no hacen escuchar su voz públicamente, que
no se muestran públicamente orgullosas de los descubrimientos terapéuticos
(¿quién investiga sino la industria farmacéutica?) y de sus contribuciones a la
formación de los profesionales sanitarios (¿quién si no financia la formación
continuada?), los ciudadanos de a pie solo conocen las voces en contra y el
silencio de los laboratorios. ¿Qué imagen, pues, se van a formar?
Los laboratorios tendrán muchos defectos como cualquier otra empresa,
pero también hacen mucho por la salud de los ciudadanos. Entonces ¿por qué se
empeñan en callar y en dejar que sean los demás los únicos que hablen de ellos?
Quizás sea un histórico sentimiento de culpa por presiones comerciales fuera de
toda ética en el pasado, o por desconocimiento absoluto del poder de la
comunicación, o por miedo a que se enfade su único cliente que es el Sistema Público
de Salud.
Desde esta tribuna os propongo hacer un ranking del tiempo que tardan
en conceder una entrevista los presidentes de lo laboratorios farmacéuticos y
entregar el “Premio Harpo” al más mudo de todos ellos. ¿Os animáis?...
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