Capítulo 43.- Sin noticias de Coro
Unai preparó precipitadamente su
bolsa de deporte y la echó a la parte trasera de su coche. No le gustaba nada
el cariz que estaban tomando los acontecimientos. Cada vez que hablaba con
Coro, ésta le cortaba la conversación y últimamente no había respondido a sus
llamadas.
Sabía que era una persona
juiciosa, la conocía desde que eran niños y habían crecido juntos. Pero su
empeño y empecinamiento cuando algo se le metía en la cabeza, le hacía temer
por su sentido común. Esta era una de las ocasiones en las que no estaba seguro
que estuviera actuado serenamente.
El viaje era largo hasta Santiago
y aunque se había puesto en camino después de comer, probablemente no llegaría
hasta la noche. Además, el tiempo no era muy bueno en aquella época del año y
debía ir con cuidado.
No sabía cómo iba a dar con ella
una vez que llegara, esperaba que le respondiera a las llamadas, pero no las
tenía todas consigo. Desde que se había metido en esta aventura y pese a haber
contado con su apoyo y colaboración, Unai temía por las consecuencias y las
novedades que le iban llegando, le daban toda la razón.
De camino, paró a estirar las
piernas en un bar de carretera y pidió un café para despejarse. Aún le quedaban
unas horas para llegar y quería estar despejado. La verdad es que llevaba
conduciendo mucho tiempo y se sentía cansado y con las piernas entumecidas.
- Buenas tardes, póngame un cortado, por favor- dijo al camarero del local mientras se sentaba junto a la barra.
Mientras se lo preparaban echó un
vistazo a los periódicos que se encontraban junto a las páginas amarillas y el
teléfono de monedas, pero algo llamó su atención.
- Perdone -pidió al camarero-, ¿le importa subir el volumen de la televisión?
En las noticias salió hablando un
tal McArron, sobre el códice robado en del museo catedralicio. Según sus
declaraciones, habían localizado la dirección de un insensato que había puesto
a la venta el códice y otro manuscrito por Internet. En una visita a su
domicilio no habían dado con el muchacho pero indicó que tenían sus datos y que
sería cuestión de horas que dieran con él. Se suponía que había salido huyendo
de su domicilio aunque no iba a resultar complicado que lo localizaran.
Unai estaba convencido de que
Coro también estaba sobre la pista, pues él mismo le indicó la dirección IP
desde la que se había puesto a la venta el libro. Esperaba que fuera con
cuidado, pues estando detrás de la pista la policía, la cosa se podría
complicar sobremanera.
Sin terminar el café que le
habían servido, Unai se puso de nuevo en marcha. No tenía tiempo que perder.
- Buenas tardes, póngame un cortado, por favor- dijo al camarero del local mientras se sentaba junto a la barra.
- Perdone -pidió al camarero-, ¿le importa subir el volumen de la televisión?
Continuará...
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