Al cerrarse
de nuevo las puertas de la discoteca, el rumor de la música se desvaneció y fue
reemplazado por un silencio que parecía envolver ahora a la ciudad entera.
Desde algún lugar lejano, quizás un bar o un coche con la ventanilla abierta,
comenzó a sonar “Desde aquél día” de Raphael, con su melodía nostálgica que
parecía escrita para ese preciso momento:
Yo no he vuelto a encontrarla jamás
Desde aquel día
De su vida no sé qué será
Desde aquel día
Es posible que tenga otro amor
Una nueva ilusión
O quizás llorará
O quizás llorará
O quizás llorará
Desde aquel día
Sus palabras de amor, ¿dónde irán?
Desde aquel día
Y de noche, ¿con quién soñará?
Desde aquel día
Es posible que esté como yo
Recordando mi amor
Sin poderme olvidar
Sin poderme olvidar
Sin poderme olvidar
Desde aquel día
Ninguno de los dos hacemos nada
Por volver
Y no nos vemos
Y no nos vemos
Desde aquel día
Ninguno de los dos recordaremos
El ayer
Y nos queremos
Y nos queremos
Desde aquel día
Desde aquel día
Ninguno de los dos perdonaremos
El ayer
Y nos queremos
Y nos queremos
Desde aquel día
Desde aquel día
Desde aquel día
Juan alzó la
mirada, buscando en la oscuridad de la calle una señal, un destello, una sombra
que pudiera ser ella. Pero no, ni ella ni su amiga, habían vuelto por aquél
lugar. La calle estaba vacía, acogiendo tan solo el eco de conversaciones
lejanas y el parpadeo de los letreros. Apoyó la cabeza contra la pared,
cerrando los ojos, y dejó que la música lo envolviera. En su mente, la imagen
de Clara -sus ojos castaños, su risa suave, el roce de sus manos- todo era tan vívido
que dolía. Había prometido esperarla, y lo haría, aunque la noche lo devorara,
aunque Madrid entero se convirtiera en un cementerio de recuerdos.
Y es que Juan
estaba atrapado en un limbo de su propia creación, un romántico que había
encontrado un destello de conexión en una noche fugaz y ahora se aferraba a él
como si fuera su única salvación. El ambiente cosmopolita y animado de la
ciudad era un escenario cruel para su espera, un lugar donde lo efímero y
superficial y en donde las almas como la suya parecían destinadas a perderse. Su
amigo Rafael, con su confesión inesperada, revelaba que incluso los que
abrazaban la noche llevaban sus propias máscaras, sus propios vacíos. Pero la
ausencia de Clara, más que una derrota, era para Juan una prueba de fe
inalcanzable, un desafío a su idealismo en un mundo que lo empujaba a rendirse.
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Yo no he vuelto a encontrarla jamás
Desde aquel día
De su vida no sé qué será
Desde aquel día
Es posible que tenga otro amor
Una nueva ilusión
O quizás llorará
O quizás llorará
O quizás llorará
Desde aquel día
Sus palabras de amor, ¿dónde irán?
Desde aquel día
Y de noche, ¿con quién soñará?
Desde aquel día
Es posible que esté como yo
Recordando mi amor
Sin poderme olvidar
Sin poderme olvidar
Sin poderme olvidar
Desde aquel día
Ninguno de los dos hacemos nada
Por volver
Y no nos vemos
Y no nos vemos
Desde aquel día
Ninguno de los dos recordaremos
El ayer
Y nos queremos
Y nos queremos
Desde aquel día
Desde aquel día
Ninguno de los dos perdonaremos
El ayer
Y nos queremos
Y nos queremos
Desde aquel día
Desde aquel día
Desde aquel día
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