El regreso
de Néstor y Rafael lo sacó de su ensimismamiento. Llegaron riendo, con nuevas
bebidas en la mano y el rostro iluminado por la euforia de la “cacería”.
- ¡Eh, escritor, despierta! -dijo Néstor, dando un golpe juguetón en el hombro de Juan.
- ¿Qué pasa? -preguntó Juan, con un dejo de fastidio.
Rafael se dejó caer en la silla, con una sonrisa que parecía demasiado grande para su rostro.
- ¡No veas cómo están esas chicas!
Néstor guiñó un ojo, con aire conspirador.
- Suave, suave...
- Ya me lo imagino -respondió Juan, con desdén, mirando hacia otro lado.
Rafael no se dio por vencido.
- Venga, Juan, únete a nuestro “safari”. Hay una “tigresa” que...
- Hoy no —cortó Juan, con un tono seco que sorprendió a sus amigos- Prefiero quedarme aquí.
Néstor repitió su tic habitual, encogiéndose de hombros, como si la negativa de Juan fuera un capricho sin importancia.
- Allá tú. –le respondió.
- ¿Vamos? -dijo Rafael, ya de pie, con la energía de quien sabe que la noche aún tiene mucho que ofrecer.
- ¡Adelante! -respondió Néstor, y ambos se alejaron de nuevo, entre risas cómplices, perdiéndose en el caos de la pista.
Juan volvió
a hundirse en sus pensamientos, con la mirada vagando por la sala. “Míralos,
tan contentos, así, sin más”, pensó. “Y sin embargo cuando están solos y te
fijas en ellos, y los ves enmudecidos, con la mirada baja y una copa en la
mano, parecen seres tristes, parece incluso como si fueran capaces de pensar”.
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- ¡Eh, escritor, despierta! -dijo Néstor, dando un golpe juguetón en el hombro de Juan.
- ¿Qué pasa? -preguntó Juan, con un dejo de fastidio.
Rafael se dejó caer en la silla, con una sonrisa que parecía demasiado grande para su rostro.
- ¡No veas cómo están esas chicas!
Néstor guiñó un ojo, con aire conspirador.
- Suave, suave...
- Ya me lo imagino -respondió Juan, con desdén, mirando hacia otro lado.
Rafael no se dio por vencido.
- Venga, Juan, únete a nuestro “safari”. Hay una “tigresa” que...
- Hoy no —cortó Juan, con un tono seco que sorprendió a sus amigos- Prefiero quedarme aquí.
Néstor repitió su tic habitual, encogiéndose de hombros, como si la negativa de Juan fuera un capricho sin importancia.
- Allá tú. –le respondió.
- ¿Vamos? -dijo Rafael, ya de pie, con la energía de quien sabe que la noche aún tiene mucho que ofrecer.
- ¡Adelante! -respondió Néstor, y ambos se alejaron de nuevo, entre risas cómplices, perdiéndose en el caos de la pista.
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