martes, 2 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (2)

Madrid, 1975. La noche era un lienzo de contradicciones. Las calles, iluminadas por letreros de neón que parpadeaban como promesas rotas, vibraban con el rumor de una ciudad que no sabía si aferrarse al pasado o lanzarse al abismo de un futuro incierto. Era una época de susurros y sombras, de cafés llenos de humo donde se hablaba de libertad en voz baja, de cines abarrotados donde las pantallas ofrecían un escape momentáneo, de discotecas que palpitaban con ritmos disco y el eco de canciones como las de Raphael o Nino Bravo, que parecían capturar el anhelo colectivo de algo más. España estaba al borde de un cambio, con el régimen de Franco tambaleándose y una generación joven que soñaba con nuevos horizontes, aunque aún no supiera cómo.
 
En medio de este torbellino vivía Juan, un joven de veinticinco años con el alma de un poeta y el corazón de un buscador. No era como los demás. Mientras sus contemporáneos se perdían en la efervescencia de la noche, en risas que ocultaban vacíos y en coqueteos que duraban lo que una canción, Juan anhelaba algo más profundo: una conexión que trascendiera lo superficial, un amor que no se desvaneciera con la luz del amanecer. Sus días los pasaba entre libros y una vieja máquina de escribir, tejiendo historias que intentaban capturar las verdades que no se atrevía a pronunciar en voz alta.
 
Pero la noche, esa fuerza magnética que atraía a todos, también lo había atrapado, llevándolo a un mundo de luces estroboscópicas y promesas vacías donde buscaba, sin saberlo, un destello de eternidad.
 

Novelas con corazón
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