Ya he comentado en el post relativo al esquí o a los
demás deportes de invierno, que estas modalidades deportivas no son aquellas en
las que más destaco a pesar de la gran atracción que siento hacia la nieve y
hacia todo lo relativo a los países nórdicos. Parecía un contrasentido que un
noruego de corazón como yo no practicase, como mínimo de forma correcta, ningún
deporte nórdico... hasta que conocí la Marcha nórdica o Nordic walking. Se
trata de una especialidad que consiste en caminar por el campo ayudado con unos
bastones similares a los del esquí (ojo, pero no iguales). Tiene la ventaja que
se puede practicar a cualquier edad y, en mi caso, esa edad ha sido la tercera,
es decir, la tercera edad, o sea, ya pasados los 65 años.
Quizás sea por eso, que por los pocos años que llevo
practicando Marcha nórdica, aún no tengo ninguna anécdota que contar, sólo
reseñar que –según dicen- en este deporte se ejercitan más músculos incluso que
en la Natación, lo que le convierte en el deporte más completo. Téngase en
cuenta que la Marcha nórdica vuelve al hombre cuadrúpedo ya que el uso que se
da a los bastones es el equivalente a ir a cuatro patas y por tanto se ejercitan
por igual tanto las piernas como los brazos, además del resto del cuerpo con
una ventaja añadida: la espalda permanece recta y erguida, lo cual resulta muy
beneficioso para la salud de la espalda.
Para practicarlo sólo se necesita aprender bien la
técnica de marcha, unos buenos bastones, un buen calzado deportivo y el
horizonte de un amplio parque o del campo para insuflar energía a nuestro
cuerpo y a nuestra alma.
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