La Gimnasia artística combina la velocidad con la
flexibilidad, agilidad y destreza. Bien sea de forma coordinada o actuando de
uno en uno, los gimnastas exhiben sus habilidades en el suelo, sobre una serie
de aparatos o realizando saltos acrobáticos. Para mí la Gimnasia artística era
una obligación, una asignatura en la que tenía que obedecer para poder aprobar,
y resultaba bastante fácil aprobar.
Si hacía buen tiempo, las clases de Gimnasia artística se daban al aire libre, y si hacía mal tiempo en el gimnasio del colegio. Por lo menos, la variedad siempre estaba presente. Veamos cómo eran algunos de aquellos ejercicios en donde demostré mis habilidades o torpezas.
Aunque parezca mentira, lo que peor se me daba y menos me gustaba era hacer el pino. No le veía yo la razón de ser a eso de ponerse boca abajo, porque mientras desarrollar la habilidad para saltar puede tener utilidad práctica en el futuro, lo de ponerse haciendo el pino no va a servir nunca para nada (¿o acaso tú ves a mucha gente cabeza abajo?). Pero como había que hacer todos los ejercicios, también acababa haciendo el pino. Digamos que aquí, un aprobado raspado. Otra de las pruebas que peor se me daba (y eso que esta sí que me gustaba) era la de trepar por una cuerda, que podía ser de nudos (eso era más fácil) o lisa. Si haciendo estas pruebas nos hubieran visto nuestras madres, les hubiera dado un vuelco el corazón, porque había que llegar hasta el final de la cuerda y estas colgaban de unas vigas que se levantaban hasta la altura de un primer piso (menos mal que nunca se cayó ningún niño, porque además abajo ni siquiera ponían colchonetas).
Pasemos ahora, pues, a las pruebas donde más disfruté y destaqué, las de saltos de aparatos. En primer lugar estaba el potro, el cual lo saltábamos tanto con piernas abiertas a ambos lados como con las piernas por el centro, encogidas, para que los brazos formasen el arco de sustentación suficiente. Después estaba el caballo, que era como el potro pero más largo. Delante de él había un pequeño trampolín de madera (más que trampolín era una simple cuña de madera) que nos permitía coger impulso para saltar aquél aparato, haciendo uno o dos puntos de apoyo con las manos. El tercer aparato habitual era el plinto, un rectángulo con la parte superior acolchada, que se levantaba sobre varios cajones apilables. Esto era así porque conforme íbamos mejorando nos añadían un cajón más para que estuviese más alto. Este aparato podías saltarlo haciendo uno o dos puntos de apoyo con las manos o saltando sobre él y girando el cuerpo para dar una voltereta completa sobre el mismo. En todos estos casos, tan importante como el salto era la salida, es decir, caer de pie y con la figura compuesta sobre la colchoneta que (aquí sí) había al otro lado.
Creo que no es necesario decir que, tan pronto dejé el colegio, dejé de hacer Gimnasia artística. Pero, aunque me cueste reconocerlo, quizás deba ser humilde y decir que aquellas clases de Gimnasia en donde nos hacían saltar esos aparatos me fueron después útiles y prácticas para mi vida normal, porque nadie se ha librado nunca de un tropezón, de una caída, de un apuro que te hace correr y tener que saltar algún obstáculo, y una buena técnica de salto y de caída es imprescindible para salir ileso en tales circunstancias.
Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.
Si hacía buen tiempo, las clases de Gimnasia artística se daban al aire libre, y si hacía mal tiempo en el gimnasio del colegio. Por lo menos, la variedad siempre estaba presente. Veamos cómo eran algunos de aquellos ejercicios en donde demostré mis habilidades o torpezas.
Aunque parezca mentira, lo que peor se me daba y menos me gustaba era hacer el pino. No le veía yo la razón de ser a eso de ponerse boca abajo, porque mientras desarrollar la habilidad para saltar puede tener utilidad práctica en el futuro, lo de ponerse haciendo el pino no va a servir nunca para nada (¿o acaso tú ves a mucha gente cabeza abajo?). Pero como había que hacer todos los ejercicios, también acababa haciendo el pino. Digamos que aquí, un aprobado raspado. Otra de las pruebas que peor se me daba (y eso que esta sí que me gustaba) era la de trepar por una cuerda, que podía ser de nudos (eso era más fácil) o lisa. Si haciendo estas pruebas nos hubieran visto nuestras madres, les hubiera dado un vuelco el corazón, porque había que llegar hasta el final de la cuerda y estas colgaban de unas vigas que se levantaban hasta la altura de un primer piso (menos mal que nunca se cayó ningún niño, porque además abajo ni siquiera ponían colchonetas).
Pasemos ahora, pues, a las pruebas donde más disfruté y destaqué, las de saltos de aparatos. En primer lugar estaba el potro, el cual lo saltábamos tanto con piernas abiertas a ambos lados como con las piernas por el centro, encogidas, para que los brazos formasen el arco de sustentación suficiente. Después estaba el caballo, que era como el potro pero más largo. Delante de él había un pequeño trampolín de madera (más que trampolín era una simple cuña de madera) que nos permitía coger impulso para saltar aquél aparato, haciendo uno o dos puntos de apoyo con las manos. El tercer aparato habitual era el plinto, un rectángulo con la parte superior acolchada, que se levantaba sobre varios cajones apilables. Esto era así porque conforme íbamos mejorando nos añadían un cajón más para que estuviese más alto. Este aparato podías saltarlo haciendo uno o dos puntos de apoyo con las manos o saltando sobre él y girando el cuerpo para dar una voltereta completa sobre el mismo. En todos estos casos, tan importante como el salto era la salida, es decir, caer de pie y con la figura compuesta sobre la colchoneta que (aquí sí) había al otro lado.
Creo que no es necesario decir que, tan pronto dejé el colegio, dejé de hacer Gimnasia artística. Pero, aunque me cueste reconocerlo, quizás deba ser humilde y decir que aquellas clases de Gimnasia en donde nos hacían saltar esos aparatos me fueron después útiles y prácticas para mi vida normal, porque nadie se ha librado nunca de un tropezón, de una caída, de un apuro que te hace correr y tener que saltar algún obstáculo, y una buena técnica de salto y de caída es imprescindible para salir ileso en tales circunstancias.
Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario