Preparamos carteles anunciadores, anuncios en nuestra
revista “Información al Día” (que llegaba a todos nuestros proveedores y a un
buen número de médicos colaboradores) así como gorras y camisetas
conmemorativas del encuentro. Imprimimos las entradas, añadiendo muchas de
“Fila 0” para que nuestros proveedores habituales y todos cuantos no pudiesen
acudir ese día, contribuyesen a la causa. Estos talonarios de entradas los
repartimos entre aquellos empleados que se ofrecieron voluntariamente para
vender las entradas en su círculo familiar y de amistades. Para dar más realce
al partido encargué una equipación para cada equipo, camisetas moradas (que era
uno de los colores corporativos) para el equipo de AstraZéneca, y camisetas
amarillas para el equipo de Médicos del Mundo. Por su parte Enrique Vedia se
ocupó de comprar medias y botas para nuestros jugadores, que hasta entonces no
es que fuesen descalzos, pero casi. Pero curiosamente esto tuvo un efecto
secundario, y es que tan pronto se corrió la voz de que íbamos a dar botas,
medias y camisetas a nuestros jugadores, todos querían apuntarse a jugar (ya os
contaré más adelante cómo quedó nuestra plantilla; más grande que la de
cualquier equipo profesional de campanillas). Hay que ver lo que hace la gente
con tal de conseguir algo gratis, en este caso unas botas de fútbol, una
camiseta y unas medias...
Mientras tanto, seguían llegando las muestras de apoyo y
colaboración. Nuestro Visitador Médico en Santander era Ángel Blanco. Quizás
este nombre no os diga mucho, pero si os digo que su nombre de guerra era
“Gelucho” quizás los mayores recuerden a ese jugador del Racing de Santander
que jugó con ese equipo en Primera División y que yo mismo llegué pegar en el
álbum de cromos de mi hijo. Pues sí, él se ofreció a venir hasta Madrid (no
sólo con permiso sino con apoyo de sus jefes) para jugar el partido. Igual
sucedió con Manuel Ortiz, que compaginaba su trabajo como jefe de un equipo de
Visitadores Médicos con el de linier de fútbol en Primera División, y no sólo
él, sino que unió a la oferta a su hijo que también era linier en categorías
inferiores. Manuel Ortiz, con quien coincidía frecuentemente en todas nuestras
reuniones y convenciones porque a los dos nos gustaba ocupar la primera butaca
del autobús, me comentaba algunas veces –riendo con deportividad- cómo los
Visitadores Médicos de su equipo iban a verle cuando actuaba de linier en algún
partido... para así poder insultarle (en plan de cachondeo, claro) desde la
grada. Y es que debe dar mucho gusto eso de poder meterse con el jefe sin que
este pueda tomar represalias, ya que cualquiera que haya ido a un partido de
fútbol sabe que a los árbitros y linieres les llaman de todo menos “bonito”.
Supimos también que el abuelo de una de las compañeras de
AstraZéneca era Pantaleón, vieja gloria del Real Madrid, el cual se ofreció a
colaborar y le di el cargo de entrenador de uno de los dos equipos. Pero
Enrique Vedia también nos consiguió el apoyo de Agustín, portero recientemente
jubilado en el Real Madrid, así que ya teníamos un entrenador, Adelardo, para
Médicos del Mundo, y dos entrenadores, Pantaleón y Agustín, para nuestro equipo
(cuyo número de integrantes ya empezaba a engordar hasta en el número de
entrenadores). Y ya puestos, nuestro compañero y linier de Primera, Manuel
Ortiz, nos consiguió un árbitro de Primera División para dicho encuentro: Mejía
Dávila.
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