sábado, 20 de abril de 2024

Halterofilia (y 2)

Damos así un salto hasta el año 1973 en que se celebró en Madrid, en el Palacio de los Deportes, el Campeonato de Europa de Halterofilia, y tuve la suerte y el acierto de poder ir a verlo. Igualmente fue un acierto que a la entrada del recinto entregaran un programa en el que se explicaba qué era eso de la Halterofilia, su historia, las modalidades existentes, su técnica, las categorías, etc. Gracias a esa guía disfruté mucho más de la competición, aprendiendo a valorar el estilo de cada atleta tanto si era en la modalidad de arrancada (elevar sin interrupción la barra desde el suelo hasta arriba con los brazos extendidos en alto) como de dos tiempos (subir dicha barra en dos tiempos, primero hasta los hombros y después hasta arriba con los brazos extendidos).
 
A raíz de aquella competición y la exhibición dada por los atletas, no era difícil verme alguna vez levantando el palo de la escoba en arrancada o en dos tiempos, marcando perfectamente los movimientos de los atletas. Pero como esto sólo lo hacía muy de vez en cuando y jamás entrenaba ni hacía ejercicios de musculación, estaba claro que Dios no me había llevado por el camino de la Halterofilia.

A pesar de esto sí que tuve ocasión de practicarla un poco más en serio cuando me compré un piso en Tres Cantos, ya que la urbanización contaba con un gimnasio en el que había diversos aparatos de musculación y un buen surtido de halteras. Recuerdo que el primer día hice como todo el mundo: darme un palizón de gimnasia con todos los aparatos habidos y por haber y quedarme hecho polvo, lleno de agujetas, los tres días siguientes. Por eso los españoles se apuntan todos los años a un gimnasio, van un par de días y lo dejan; y por eso los gimnasios exigen una matrícula o algo así de entrada porque saben que la mayoría de los que empiezan no aguantan más de un mes. Sucede igual que con los cursos de idiomas: todos los españoles empiezan a estudiar inglés todos los años, y todos los años desde el nivel cero; y todos los españoles comienzan a hacer colecciones de fascículos de lo que sea, y cuando han comprado los tres o cuatro primeros se cansan y lo dejan.
 
En esta ocasión, no obstante, el gimnasio estaba allí, en la propia urbanización y era de acceso libre y gratuito, así que resultaba muy fácil bajar a entrenar... aunque más apropiadamente debería decir bajar a jugar. A fin de cuentas, de eso se trataba, de divertirse jugando a ser un gran levantador de pesas. De esta forma pude ejercer la Halterofilia y disfrutar de ella, con el gusto que da eso de añadir un par de kilos a cada extremo de la haltera y levantarla al más puro estilo de arrancada o dos tiempos. Muchos kilos no ponía, eso es cierto... pero quedaba tan bonito... y me hacía sudar y me ponía fuerte. ¿Qué más podía pedir? Después, pasada la novedad, dejé de interesarme por la Halterofilia y me centré en otros deportes, pero puedo decir con orgullo que al menos en algún momento de mi vida he practicado la Halterofilia y que una vez en mi vida yo fui “El niño más fuerte del mundo”.
 

Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.

No hay comentarios: