Después de aquello, y como yo mantenía contactos
profesionales con los responsables de Comunicación de los demás laboratorios
farmacéuticos, solía ser el primero en enterarme cada vez que se organizaba
algún campeonato de fútbol inter empresas, en cuyo caso actuaba de empresario
trasladando a nuestros compañeros esta posibilidad para que se organizase un
equipo y se pudiera participar en el torneo. Así sucedió en varias ocasiones,
algunas de ellas realmente insólitas como las dos que voy a relatar a
continuación, cogiendo para ello las palabras de mi compañero José Francés, que
publicó posteriormente en la revista “Información al Día” unas crónicas
inolvidables. Así que, para que no se olviden esas crónicas y para que tú también
las disfrutes, paso a transcribirlas.
En el mes de septiembre del 2002 se organizó en Madrid un
campeonato de fútbol en el que participaron distintos laboratorios
farmacéuticos, entre los que destacó, como no podía ser menos, el de
AstraZéneca. Esta es la crónica de José Francés:
“El campeonato se organizó en dos grupos de cuatro
equipos. Al equipo de AstraZéneca le correspondió enfrentarse a Aventis, Glaxo
y Juste. En el primer partido los contrincantes eran Aventis. Los organizadores
del torneo se sentían muy contentos porque su inicio fuera frente a un grupo
inexperto y desorganizado como nosotros, que jugábamos por primera vez en un
campeonato.
La verdad es que en principio no les faltaban razones para el optimismo. Nuestra equipación deficiente (‘que cada uno se traiga una camiseta blanca de casa’) y el precalentamiento que hicimos: carreritas de un lado a otro del campo mientras ellos se preparaban con dos balones. ‘¿Seguís la línea de Capello o Van Gaal, dar prioridad a lo táctico y menospreciar la pelota?’, nos preguntó uno. ‘No, es que no tenemos balón’, le respondimos. Todo lo cual reforzaba la autoestima de nuestros contrincantes.
El que nuestro equipo estuviera formado por un grupo de Informáticos, para los que lo más parecido al fútbol que habían visto hasta entonces era un juego de la Game-boy, y de gente de Comercial para los que salir al campo era como hacer una visita médica, tampoco nos daba muchas esperanzas. Pero una vez metidos en faena, la cosa pareció funcionar mejor de lo esperado. José Paniagua se introdujo en el papel de Oliver, colocándose enseguida como máximo goleador del torneo; al que le tocaba de portero (‘como en el cole, un ratito cada uno’) se convertía por arte de birlibirloque en Benyi, y la portería se tornaba en un reducto inexpugnable; la ausencia de toda estrategia se convertía por una vez, y sin que sirva de precedente, en la mejor estrategia y... ¡Oh sorpresa! Acabamos ganando el partido por 3-2.
El siguiente rival era Glaxo, rival de muchas batallas anteriores en otros campos, y a los que nunca nos habíamos enfrentado antes (en realidad, ni a ellos ni a nadie). El que ya les hubiéramos ganado previamente cuando el juego consistía en ver quién vende más antimigrañosos, o antihipertensivos, etc., no nos parecía un antecedente válido en esta ocasión, al menos para nosotros. Porque, sin que al cierre de esta edición se conozcan las causas, Glaxo dio marcha atrás y no se presentó a la cita. Queda a juicio de cada lector el especular sobre cuáles fueron las causas de su espantada. Pero no nos dieron el partido por ganado, como hubiera sido lo justo, sino que en su lugar nos colocaron a otros contrincantes, escogidos estos últimos entre lo más granado del fútbol madrileño. No eran de ningún laboratorio, y sospechamos (por lo que corrían) que debían dedicarse profesionalmente a algún deporte. Encima no era el mejor día para una parte de nuestro equipo: una hora antes del comienzo del partido a los jugadores del departamento de Ventas les habían comunicado en una reunión los cambios en la estructura de la Red y se les notó por momentos un poco despistados. Imaginaros en medio del partido a José Luis Zalve gritando en una esquina del campo ‘¡estoy solo!’, mientras Armando Chaya trataba de sacarle de su error: ‘¡No, tú eres espejo de Jaime (se llamaban ‘espejo’ a aquellos Visitadores Médicos que trabajaban la misma zona y visitaban los mismo médicos) el de la Línea 1, el que está solo es Alberto Ceniza que está en la Línea 4!’. Y claro, venga a pasarle el balón a Alberto que en aquél momento estaba calentando banquillo.
Aun así se consiguió un resultado digno, empate a cuatro, con el rival más fuerte del grupo, lo que nos mantenía en cabeza de la clasificación y a la espera de jugar el último partido con Juste
Nos presentamos así al último partido, en el que el adversario era Juste. Este equipo tenía el mérito añadido de ser un equipo mixto, con seis chicas y cinco chicos, por lo que su potencial estaba claramente mermado. De hecho, si las chicas no hubieran sido solidarias con sus compañeros y hubiesen jugado solas, hubiera sido mucho más complicado ganarles. Pero teníamos que ganar y ganamos (3-1) aunque para clasificarnos (por aquello del gol average) hubiéramos necesitado un 12-0.
Quedamos, pues, a las puertas, y al cierre de esta edición estamos pendientes de la final de consolación por el tercer y cuarto puesto. ¡Quién nos lo iba a decir!”.
Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.
La verdad es que en principio no les faltaban razones para el optimismo. Nuestra equipación deficiente (‘que cada uno se traiga una camiseta blanca de casa’) y el precalentamiento que hicimos: carreritas de un lado a otro del campo mientras ellos se preparaban con dos balones. ‘¿Seguís la línea de Capello o Van Gaal, dar prioridad a lo táctico y menospreciar la pelota?’, nos preguntó uno. ‘No, es que no tenemos balón’, le respondimos. Todo lo cual reforzaba la autoestima de nuestros contrincantes.
El que nuestro equipo estuviera formado por un grupo de Informáticos, para los que lo más parecido al fútbol que habían visto hasta entonces era un juego de la Game-boy, y de gente de Comercial para los que salir al campo era como hacer una visita médica, tampoco nos daba muchas esperanzas. Pero una vez metidos en faena, la cosa pareció funcionar mejor de lo esperado. José Paniagua se introdujo en el papel de Oliver, colocándose enseguida como máximo goleador del torneo; al que le tocaba de portero (‘como en el cole, un ratito cada uno’) se convertía por arte de birlibirloque en Benyi, y la portería se tornaba en un reducto inexpugnable; la ausencia de toda estrategia se convertía por una vez, y sin que sirva de precedente, en la mejor estrategia y... ¡Oh sorpresa! Acabamos ganando el partido por 3-2.
El siguiente rival era Glaxo, rival de muchas batallas anteriores en otros campos, y a los que nunca nos habíamos enfrentado antes (en realidad, ni a ellos ni a nadie). El que ya les hubiéramos ganado previamente cuando el juego consistía en ver quién vende más antimigrañosos, o antihipertensivos, etc., no nos parecía un antecedente válido en esta ocasión, al menos para nosotros. Porque, sin que al cierre de esta edición se conozcan las causas, Glaxo dio marcha atrás y no se presentó a la cita. Queda a juicio de cada lector el especular sobre cuáles fueron las causas de su espantada. Pero no nos dieron el partido por ganado, como hubiera sido lo justo, sino que en su lugar nos colocaron a otros contrincantes, escogidos estos últimos entre lo más granado del fútbol madrileño. No eran de ningún laboratorio, y sospechamos (por lo que corrían) que debían dedicarse profesionalmente a algún deporte. Encima no era el mejor día para una parte de nuestro equipo: una hora antes del comienzo del partido a los jugadores del departamento de Ventas les habían comunicado en una reunión los cambios en la estructura de la Red y se les notó por momentos un poco despistados. Imaginaros en medio del partido a José Luis Zalve gritando en una esquina del campo ‘¡estoy solo!’, mientras Armando Chaya trataba de sacarle de su error: ‘¡No, tú eres espejo de Jaime (se llamaban ‘espejo’ a aquellos Visitadores Médicos que trabajaban la misma zona y visitaban los mismo médicos) el de la Línea 1, el que está solo es Alberto Ceniza que está en la Línea 4!’. Y claro, venga a pasarle el balón a Alberto que en aquél momento estaba calentando banquillo.
Aun así se consiguió un resultado digno, empate a cuatro, con el rival más fuerte del grupo, lo que nos mantenía en cabeza de la clasificación y a la espera de jugar el último partido con Juste
Nos presentamos así al último partido, en el que el adversario era Juste. Este equipo tenía el mérito añadido de ser un equipo mixto, con seis chicas y cinco chicos, por lo que su potencial estaba claramente mermado. De hecho, si las chicas no hubieran sido solidarias con sus compañeros y hubiesen jugado solas, hubiera sido mucho más complicado ganarles. Pero teníamos que ganar y ganamos (3-1) aunque para clasificarnos (por aquello del gol average) hubiéramos necesitado un 12-0.
Quedamos, pues, a las puertas, y al cierre de esta edición estamos pendientes de la final de consolación por el tercer y cuarto puesto. ¡Quién nos lo iba a decir!”.
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