lunes, 18 de marzo de 2024

Fútbol (jugador) (5)

El éxito de aquél partido había sido tan grande, que la afición por el fútbol se desató en el laboratorio. Se organizaron más partidos y, de uno de aquellos, guardo en la memoria una jugada extraordinaria. Nos enfrentábamos al equipo de otro laboratorio en el campo de fútbol de los Dominicos de Alcobendas, cuya iglesia levantó Miguel Fisac. El campo era de tierra pero perfectamente habilitado para jugar al fútbol (redes en las porterías, líneas marcadas, etc.). En nuestro equipo habíamos introducido –a escondidas- a una estrella del fútbol, un jugador profesional del Castilla (lo que hoy se llama Real Madrid B) que era novio de una secretaria del laboratorio, y que accedió a jugar con nosotros aun sabiendo que tenían prohibido participar en este tipo de actividades de riesgo. No me acuerdo del resultado final (aunque ganamos gracias a la infinita superioridad de este jugador profesional) pero sí de una jugada que dejó boquiabiertos a todos: Cogí el balón en defensa y avancé por el campo; al llegar al borde del área me salieron dos armarios, esto es, dos jugadores contrarios de talla XXL, los cuales se plantaron frente a mi impidiéndome proseguir; todo fue cuestión de décimas de segundo. ¿Qué podía hacer? ¿Regatear por la derecha? ¿Regatear por la izquierda? ¿Volver para atrás? ¿Ceder el balón a otro compañero del equipo?... Hice lo más insospechado, meterme con el balón controlado por la pequeña rendija que dejaban sus dos enormes corpachones, mientras se escuchaba un ¡oooh! de sorpresa de cuantos contemplaron aquella maniobra. Luego mi tiro no acabó el gol, pero eso fue lo de menos, lo importante fue esa chispa de ingenio que me permitió ver un hueco por donde a nadie se le hubiera ocurrido intentar pasar. Recuerdo igualmente que al finalizar el partido el mosqueo del equipo rival era de aúpa y no paraban de decir que ese jugador nuestro (el del Castilla que habíamos llevado de tapadillo) no era normal, que debía ser profesional; pero como no era tan famoso como para salir en el Marca, ningún rival pudo reconocerlo y se quedaron para siempre con la duda... y la derrota.
 
Aunque no tenga relación con mi faceta de jugador, traeré a estas páginas una anécdota relacionada con el fútbol durante mi estancia en Latino-Syntex. La creciente pasión por el fútbol nos había llevado también a hacer quinielas semanales, siendo yo el responsable de elegir las combinaciones. Una de aquellas veces acertamos una de 13 y nos correspondió un premio de algo más de 50.000 pesetas, que en la década de los 70 era mucho dinero, aunque éramos muchos los que jugábamos y había que repartirlo entre todos. Como responsable de las quinielas me fui con un maletín a las oficinas donde se pagaban los premios altos y cobré tan suculento premio. Al llegar al laboratorio, y antes de entrar a nuestra planta, me retiré discretamente a una esquina y saqué unos cuantos billetes de 1.000 pesetas dejándolos pillados con los bordes del maletín, y de esta forma, con un maletín del que sobresalían numerosos billetes de 1.000 pesetas, hice mi entrada triunfal ante la sorpresa y jolgorio de todos.
 

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