martes, 12 de marzo de 2024

Excursionismo o Trekking (y 4)

En España, he practicado el Trekking o Excursionismo en numerosos lugares como, por ejemplo, la sierra de Gredos (Ávila), o a la Laguna Negra (Soria) o al cañón de Río Lobos (Burgos/Soria). De igual forma, y en contraste con esos paisajes, me ha apasionado el vulcanismo.
 
Hace varias décadas, cuando no había tanta vigilancia en el pico del Teide como ahora, dejé a mi mujer esperando justo donde terminaba el teleférico que lleva cerca de la cumbre y continué a pie la ascensión para luego introducirme dentro del cráter. Allí pude notar ese agudo olor a azufre que te hace dudar si el Teide está durmiendo o tan solo es una simple cabezada la que se está echando. Allí, en el fondo del cráter, te sientes insignificante frente a la majestuosidad de la Naturaleza. Unos años después que el Teneguía entrase en erupción en la isla de La Palma (es el último volcán que ha entrado en erupción en nuestro país: año 1971) visité la isla y realicé a mi aire una excursión hacia el mismo, ya que el coche no se podía dejar demasiado cerca. Atravesé los campos de lava, llegué hasta el volcán... y me introduje en su cráter. Allí descubrí algunas grietas en donde al introducir  la mano notabas el intenso calor que aún sigue brotando de su interior. Y digo “sigue brotando” porque hace apenas unos años regresé a este lugar y realicé, igualmente a mi aire, una nueva excursión. Las cosas han cambiado y ahora está señalizada toda la llanura, con hileras de piedras a ambos lados de los caminos por donde deben caminar los turistas.
 
La atracción de lo prohibido fue tan grande que ya cerca del cráter abandoné esos caminos y descendí de nuevo a su interior para comprobar si seguía vivo, y sí que seguía, tanto que no podías meter mucho la mano en algunas grietas porque el calor que subía por ellas te hacía retirarla de inmediato. También subí a lo alto y bordeé su cresta (439 metros de altitud) y me quedé extasiado contemplado aquel bello e inhóspito paisaje.
 
Aparte de esto, las experiencias más reseñables de la práctica de este deporte se dieron –y se siguen dando en la actualidad- en la sierra de Madrid, con ascensiones a la laguna de Peñalara (2.017 metros), al pico de Peñalara (2.428 metros), a la Bola del Mundo (2.265), al pico de La Maliciosa (2.227) y otros cuantos más que, por esa zona, todos oscilan entre los 1.800 y los 2.200 metros.
 
Como experiencias más reseñables puedo destacar que en algunas de estas ocasiones hice la excursión acompañado de mi perro... pero es que esto tiene mucho mérito porque mi perro es un Westin, que como se sabe es un perro faldero de patitas muy cortas. Ahora ya no me acompaña porque ya tiene unos cuantos años, pero al principio me lo llevaba y el tío aguantaba bien la ascensión... hasta que un día, en pleno invierno, dijo en su idioma perruno “basta” y que de allí no se movía. Tuve que meterlo en la mochila y bajar con él a cuestas. Claro que siempre pensé que aquello no era cansancio sino caradura, porque a mitad de bajada me crucé con otro excursionista que subía con un perro y tan pronto lo vio pegó un salto desde la mochila hasta el suelo para olerlo (ya se sabe la afición que tienen los perros a eso de olerse el culo unos a otros).
 
Aquél fue el primer aviso. Poco después fui con él a la laguna de Peñalara, en pleno invierno y con más de medio metro de nieve, y al volver paré en la venta de Marcelino para comer un bocadillo caliente de chorizo... pero tuve que comerlo muy deprisa porque al pobre Kimi (así se llama mi perro) le temblaban las canillas de lo mojado que estaba y del frío que tenía. Desde entonces es más perro de parque que de campo, y ya sólo mis bastones son los que me acompañan en mis excursiones por la Naturaleza libre.
 
Decía al principio que el Excursionismo o Trekking consiste en recorrer montañas, bosques, costas, desiertos, selvas, etc., por lugares aislados y sin ningún tipo de camino. Hemos visto hasta aquí que he recorrido montañas, bosques, costas, desiertos... pero ¿y selvas? Pues también, porque en 1984 viajé a Argentina visitando Buenos Aires y las cataratas de Iguazú. Allí dispuse de tiempo libre para moverme a mi antojo y experimenté qué es eso de meterse solo por la selva amazónica. No me alejé mucho, por si acaso, pero puedo afirmar por consiguiente que también me he internado en una selva, y no en una cualquiera, sino en la selva del Amazonas.
 

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